A estas alturas, creo que todos tenemos claro lo importante que es un buen marketing a la hora de vender cualquier producto. Incluso un libro, que por muy cultural que sea, no deja de ser un producto sujeto a los vaivenes del mercado. En este caso, el mercado editorial, donde los departamentos de Marketing tienen cada vez más peso y más responsabilidad a la hora de dar a conocer nuevos libros. ¿Y qué autor no se ha devanado alguna vez la sesera, por si se le ocurre alguna fórmula mágica (y que no le cueste dinero, porque no están los tiempos para dispendios) para lograr que la historia en la que ha invertido tantas horas de trabajo y en la que ha depositado un montón de ilusiones, sea un poquito más visible en la abigarrada mesa de novedades?
Bueno, pues parece que en otros ámbitos la gente no para de discurrir y están proliferando iniciativas de lo más curiosas para vender. Ayer venía en la contraportada de
Heraldo de Aragón el artículo
La vida tras el cristal. Habla de una pareja joven que vivirá durante siete días en el escaparate de la tienda que tiene
La Oca en la Gran Vía de Zaragoza, dentro de una especie de pisito que les ha montado el establecimiento. Como dice el autor del artículo: “un Gran Hermano en mitad de la ciudad”. Aunque al parecer, todo es fingido, porque los jóvenes no son pareja, sino actores contratados para el evento.
No he pasado estos días por la Gran Vía y sólo he visto el experimento en algún vídeo de YouTube. Dicen que también se puede seguir por Facebook. Según dice el artículo, para que todo sea más realista, la pareja recibirá visitas de sus amigos o parientes, y se ha llevado hasta fotografías, deuvedés e incluso libros: El niño del pijama a rayas y uno de Millás. Ganas me dan de regalarles un ejemplar de Días de menta y canela para que lo lean dentro de su pecera y de paso, le hagan algo de publicidad, que eso nunca está de más.
Y ya puesta, aprovecho para discurrir métodos de promoción de cara a próximas publicaciones. Se me ocurre que podría montar en cualquier plaza concurrida un teatrillo que represente escenas de mi nueva novela. Preferiblemente algún capítulo erótico-festivo que dé que hablar al personal. O igual me ofrezco a los de la tienda para que me dejen ser la siguiente que ocupe su pecera. Podría escribir allí mis historias en vivo y en directo. Aunque me temo que despertaría poco morbo ver a una mujer dándole a la tecla con una taza de café al lado. Habría que aderezarlo de alguna manera. Tal vez tomando ginebra en lugar de café. Así, los curiosos podrían ver cómo una persona empieza el día sobria y termina tan beoda como Jack Lemmon y Lee Remick en Días de vino y rosas. ¡Qué morbazo! Lo malo es que yo daría con mis huesos en Alcohólicos Anónimos y no me apetece nada. Aunque, por otro lado, podría conseguir que alguien filmase un documental con mi rehabilitación, que se podría vender acompañado de un libro-testimonio. Escrito por mí, claro. ¡Uf, qué agotada iba a acabar con semejante tinglado!
Además, el alcohol es malo para el cutis y el dinero que ganara con esta iniciativa se me iría en financiarme un lifting, o un jeringazo de bótox que me pondría cara de susto. Casi mejor me quedo como estoy, con mis muchas tazas de café al día y la pacífica soledad de mi cuartito de escribir. Esto de discurrir estrategia originales de marketing es demasiado complicado. Se lo dejo a los que saben.
Nota; Después de varios intentos infructuosos de incluir un vídeo, que me han dejado frustradísima (no sé qué le pasa a Blogger que está tonto), hoy pongo solamente el link con YouTube: