miércoles, 28 de enero de 2009

LET'S FACE THE MUSIC AND DANCE - II

Como no sé cuánto podré actualizar el blog en los próximos días, hoy os dejo Let's face the music and dance en versión de Diana Krall, cantante y pianista de jazz que a veces hace concesiones algo sui géneris a lo comercial (que a mi no me acaban de gustar), pero que cuando se pone a hacer jazz de verdad, es muy buena.

martes, 27 de enero de 2009

LET'S FACE THE MUSIC AND DANCE

Desde niña me encantan los musicales de Hollywood y de vez en cuando me gusta volver a ver películas de aquellos monstruos de la danza que fueron Fred Astaire y Gene Kelly. El otro día revisé por YouTube (¿cómo no?) la escena de la cinta Follow the Fleet (1936) donde Fred y Ginger bailan (y Fred también canta) Let’s face the music and dance. Y recordé que la mayoría de las películas que rodaron Fred Astaire y Ginger Rogers como pareja cinematográfica datan de la época de la Gran Depresión, cuando la gente iba al cine para olvidarse por un rato de su cruda realidad viendo bailar a deslumbrantes damas envueltas en gasas, sedas y brillantes lentejuelas y a caballeros vestidos de pingüinos o en impecable esmoquin. Casinos de lujo, salas de baile, paradisíacas playas y suntuosos hoteles de Río de Janeiro (Flying down to Rio), mansiones millonarias, ríos de champán... todo lo contrario de lo que le tocó vivir a la gente de a pie en aquellos años (y en cualquier otra época). No hay más que fijarse en lo que canta Fred Astaire en la escena que incluyo más abajo para ver el carácter “antidepresivo” de estos musicales y por qué gustaban tanto y nos siguen gustando ahora:

There maybe trouble ahead
But while there’s moonlight and music
And love and romance
Let’s face the music and dance…
La traducción (muy libre) podría ser algo así como:
Puede que se vislumbren problemas en el horizonte
Pero mientras tengamos la luz de la luna y la música
y el amor y el romance
enfrentémonos a la música y bailemos…
Toda una declaración de principios con la que los cineastas del viejo Hollywood animaban al personal en tiempos de crisis. Si la que padecemos ahora en el mundo mundial arrecia aún más, veamos con qué nos intentan arengar los del cine. De momento, escuchemos la música y bailemos.



Y otra escena alucinante y muy kitsch de la película Flying down to Rio (1933), la primera película que rodaron juntos Ginger y Fred. (Atención a los "shorts" de los caballeros del fondo):

viernes, 23 de enero de 2009

IN THE SUMMERTIME

Hacía mucho que no actualizaba mi particular recopilación de la banda sonora de Días de menta y canela. De cara al fin de semana, he buscado In the Summertime de Mungo Jerry, música de unos tiempos en los que llevábamos pantalones muy ajustados (que entonces no eran elásticos, por lo que corríamos peligro de que reventaran las costuras a la altura del trasero en el momento más inoportuno), con las perneras acabadas en campana bajo las que asomaban las punteras de aquellos terribles zapatos con plataforma. Creo que si midiéramos el grado de horterez en la moda de las diferentes épocas, los años setenta estarían muy pero que muy arriba en el ranking.
En Alemania bailábamos esta canción siguiendo una especie de coreografía coral que había que aprenderse previamente y cuyos pasos ya no recuerdo. Si alguno de la generación “Cuéntame” os acordáis, no os cortéis en aportar esa información enriquecedora.


Aquí un pequeño extracto de Días de menta y canela donde se habla de Mungo Jerry.

Las Tres Gracias llegamos a la fiesta cuando sonaba In the Summertime. Desde el año setenta, los encargados del tocadiscos pinchaban esa canción para caldear el ambiente y la gente se colocaba en hilera e intentaba seguir una embrollada coreografía coral. Stefan ya bailaba en una de esas filas. Su melena lisa refulgía dorada bajo las luces policromas que convertían al aula en discoteca por un día. Los rompehielos se deslizaban sobre el suelo al ritmo impuesto por Mungo Jerry. Mi estómago casi reventó de la emoción. Pero entonces reparé en Sabine, ondulándose justo a su lado. La hurí con busto de lenguado agitaba la blonda cabellera al dictado de los zapatos con plataforma más machos de Dusseldorf. El culo rectilíneo se mecía embutido en unos vaqueros con floripondios bordados en los bolsillos de atrás. El jersey, amarillo limón y muy ajustado, moría varios centímetros por encima del ombligo. La risita de Sabine trinaba a través de la música cual paloma en pleno ritual de apareamiento. Stefan, la tórtola macho, sacaba pecho mientras movía cuello y cabeza hacia abajo y hacia arriba. Tal vez hasta escapara un uh, uh, uh de la caverna de su buche. Aunque eso no lo pude comprobar. La música estaba fuerte. Y yo demasiado lejos.

miércoles, 21 de enero de 2009

HABEMUS NUEVO EMPERADOR

Ya tenemos nuevo emperador. Tras el paso destructivo del huracán George llega la esperanza. Veamos ahora qué hace Obama (o qué le dejan hacer) al contacto con la cruda realidad.

Y para finalizar, la observación frívola del día (en plan revista del corazón): me gusta el vestido blanco que llevaba Mrs. Obama cuando abrió con Mr. Obama el baile presidencial, pero no el amarillo limón que eligió para la ceremonia de investidura.

(La fotografía es de AP)

lunes, 19 de enero de 2009

REVUELO DE TRAPOS

Vaya revuelos que se organizan en esta España nuestra a propósito de las vestimentas de las políticas, ya sean las que lucen en fotografías o en actos oficiales. Ocurrió hace unos años con aquel glamouroso posado de las ministras socialistas para Vogue, que aprovecharon algunos para despedazarlas a placer. Hace poco tuvimos la polémica con el famoso esmoquin de Carmen Chacón en la celebración de la Pascua Militar (que a mi, dicho sea de paso, me parece elegantísimo y más apropiado para ese acto que un vestido largo, teniendo en cuenta que la ministra es “jefa” de un estamento tan machista como el ejército). Ahora le toca el turno al modelito que luce Soraya Saenz de Santamaría en la foto que ilustra la entrevista publicada ayer por el suplemento de El Mundo. Un posado que, mira por dónde, ha servido para que los que en su día criticaron ferozmente a las ministras socialistas por lo del Vogue, ahora hayan tenido que comerse sus palabras con patatas fritas y alioli.

Yo debo de ser muy frívola, pero a mi estas polémicas me parecen un pelín desproporcionadas. ¿Acaso es un crimen que las políticas vistan o se retraten en plan glamouroso? Mientras hagan bien el trabajo por el que se les paga, ¿para qué montar estos números? ¿Es que no hay asuntos más importantes de los que ocuparse que la indumentaria de ministras, portavoces de partidos y demás? Con los trajes y las corbatas de los políticos no se organizan tantos líos, y eso que algunos darían para alimentar suculentas polémicas, porque visten fatal.

viernes, 16 de enero de 2009

EL CHACACHÁ DEL TREN

Hoy toca retroceder unas cuantas décadas para darnos un bañito de nostalgia. En los comentarios a la entrada anterior, nos preguntábamos de quién sería la versión original de aquella canción que sacó hace algunos años El Consorcio: El chacachá del tren. Bueno, pues gracias a la información que ha aportado amablemente Pepa, he podido encontrar esa versión en YouTube. Es de Elia y Paloma Fleta, hijas del tenor Miguel Fleta, y data del año 1955 (¡Cielos!).

Al escucharla, me he sentido como si me hubiera metido en una película antigua, al estilo de lo que ocurre en aquella deliciosa cinta La rosa púrpura del Cairo, de Woody Allen, ambientada en los años de la Gran Depresión. Primero se escapa de la pantalla Jeff Daniels, el galán de una historia de amor y lujo, porque se ha enamorado de la pobre espectadora Mia Farrow, que siempre está metida en el cine engullendo películas para escapar de su montónona y mísera vida. Pero creo recordar (si la memoria no me engaña) que al final, el galán vuelve a su película llevándose consigo a Mia. Bueno, pues al reproducir este video, me ha parecido que estaba haciendo un viaje fantástico como el de la señora Farrow.

martes, 13 de enero de 2009

MIEDO A VOLAR

Hoy he leído en El País un artículo con el titular De cómo el avión perdió todo su glamour, que me ha hecho recordar aquellos tiempos de mi infancia y adolescencia en los que volar era, efectivamente, sinónimo de glamour, lujo y sofisticación. En una época en la que los de a pie viajábamos con nuestros padres en coches sin aire acondicionado (eso cuando teníamos coche), ni ABS, ni dirección asistida, ni GPS, ni elevalunas automáticos, ni reproductor de CDs con MP3 y esas cosas que hay ahora, veíamos en la tele la llegada a los aeropuertos de estrellas de cine, políticos, millonarios, playboys, en fin, esa gente con dinero, fama y glamour, y nos moríamos de la envidia cochina. Primero, aquellos dioses del Olimpo asomaban la nariz por la puerta del avión, impecablemente vestidos, sin un solo pelo fuera de su sitio, y ellas maquilladas como para asistir a la gala de los Oscar. Después descendían por la escalerilla con la barbilla bien alta, pisando cada escalón como si fueran vedettes de revista. Las estrellas de cine sonreían a las cámaras con sus dentaduras blancas e impolutas. Y las niñas románticas veíamos eso y soñábamos con guapos y jóvenes pilotos que surcaban los cielos enfundados en uniformes vistosos.

Cuando era pequeña, una de las diversiones dominicales de la familia era ir por la mañana al aeropuerto de Düsseldorf para ver cómo despegaban y aterrizaban los aviones . Había una terraza en lo alto del edificio, a la que se accedía previo pago y donde domingueros de todo tipo echábamos la mañana admirando a los pájaros de acero que transportaban a los privilegiados.

Hoy en día, a nadie en su sano juicio se le ocurriría pagar por ver despegues y aterrizajes. Tampoco quedan apenas escalerillas por las que bajar del avión en plan vedette, sólo tubos que parecen mangueras gigantes y nos engullen por un extremo para escupirnos por el otro. Lo de llegar impecables, con el peinado perfecto, el rímel sin churretes y la ropa bien planchada es misión imposible, teniendo en cuenta los retrasos, los controles de seguridad con striptease incluido, la falta de espacio en el avión y otros males como el reciente caos en Barajas. La mayoría de las compañías aéreas ya ni siquiera sirven comidas en aquellas bandejas donde cada plato venía envuelto como si fuera un sobre sorpresa. Confieso que de joven me gustaba la comida de los aviones. También me encantaba volar. Cada cual tiene sus pequeñas perversiones en esta vida.

Ahora, estas perversiones se me han curado con creces viendo cómo las gastan últimamente en aeropuertos y aviones. Prefiero el chacachá del tren - siempre que sea un AVE o similar, porque aún quedan en España líneas anticuadas, como la de Valencia-Zaragoza, sin ir más lejos, que se las traen.

(La foto del avión es de página)

lunes, 12 de enero de 2009

EL DOCTOR ZHIVAGO EN SORIA

He encontrado un curioso video en YouTube relacionado con el rodaje en Soria de Doctor Zhivago. Pepa y Ernesto: también salen los Pinares. Espero que lo disfrutéis.


viernes, 9 de enero de 2009

NIEVE

Está nevando en Zaragoza. De hecho, ahora mismo caen copos como guisantes. Tiene algo de hipnótico ver caer esas bolitas blancas. Cuando nieva con ganas, todo parece más silencioso y pacífico.

Me encanta ver nevar, incluso caminar bajo la nevisca, bien abrigada y con el calzado adecuado. Como hacía de niña en Alemania, donde a nadie le asustaba andar o conducir por las calles nevadas, siempre que no hubiera hielo. Y cuando helaba, los niños estábamos de enhorabuena porque se suspendían las clases. Podíamos hacer pellas sin que nos pusieran falta. Todo el mundo, salvo algún insensato que otro, se quedaba en casa hasta que pasaban los camiones y echaban sal para hacer transitables las aceras y el asfalto.

Supongo que aquí no cuajará la nevada. Es difícil que Zaragoza se convierta en una estampa a lo Doctor Zhivago. Para compensar, he buscado una de esas viejas escenas para recordar: cuando Julie Christie parte de la mansión en ruinas y cubierta de hielo donde se había ocultado con Omar Sharif, y él sube corriendo al primer piso y rompe el cristal de una ventana para retener la última imagen del trineo alejándose por la nieve. En alguna parte leí que esa película se rodó en Soria. Quién lo habría pensado.

jueves, 8 de enero de 2009

PINCHO TORTILLA: ¡SAL CON LAS PATATAS EN ALTO!

De tanto citar estos días a Gomaespuma, me he acordado de aquel viejo sketch del pincho de tortilla que se rebela contra su destino y toma como rehén al camarero. Es uno de mis favoritos . Hoy lo he buscado en la red y puedo colgarlo aquí por gentileza de San Google que todo lo encuentra.
No nos vendrá mal un poco de humor.


miércoles, 7 de enero de 2009

LA PRIMERA ENTRADA DEL 2009

Podría empezar esta primera entrada del año hablando del frío tan tremendo que hace, o de la noticia surrealista que llevan hoy los periódicos diciendo que "Según ha comunicado el Ejército israelí, habrá un alto el fuego temporal cada día de una a cuatro de la tarde, a partir de hoy, en el área en torno a la ciudad de Gaza" para que pueda llegar la ayuda humanitaria, una barbaridad que me recuerda a aquellos sketches de Gila sobre la guerra, pero en cínico y real. Porque ya es gordo que estén achicharrando a todo bicho viviente en Gaza y en medio de la destrucción, les concedan pausas de tres horas al día para que se recuperen un poco y después, poder seguir tirándoles bombas. Terrible.

Para iniciar el año bloguero prefiero hablar de algo lúdico-festivo: el premio Nadal de este año, que ha sido para Maruja Torres. Con los premios literarios me ocurre algo así como con los Oscar. Es decir, igual que tras la entrega de los Oscar todos comentamos a quién le cayeron esos galardones y todos tenemos actores que nos gustan y otros que nos disgustan (por su trayectoria artística o, a veces, por razones meramente frívolas y viscerales), yo en temas literarios también tengo autores que me gustan por sus obras, otros que simplemente me caen bien, o los que cumplen las dos premisas: me gusta su obra y me caen bien. Bueno, pues con Maruja Torres me ocurre como con Juan Marsé. Me gusta cómo escribe y, aunque no la conozca en persona, me da la impresión de que debe de ser una persona coherente y sincera. De los demás “nadaleros” no puedo opinar, porque no conozco su obra. Pero digo, como mis admirados chicos de Gomaespuma: “Enhorabuena a los premiados”.

Y de acompañamiento musical, hoy otro toque lúdico-festivo, éste sacado del Concierto de Año Nuevo en el Musikverein de Viena (curiosamente este año, por primera vez en mucho tiempo, no he visto el concierto, y eso que desde niña soy una incondicional del evento): El vals El Danubio Azul dirigido por Daniel Barenboim.