lunes, 30 de marzo de 2009

COSAS DE CINE

Haciendo mi ronda matinal por los periódicos, leo hoy dos noticias relacionadas con el cine.

Una es el fallecimiento, a los 84 años, de Maurice Jarre, compositor de las bandas sonoras de películas como Doctor Zhivago, Lawrence de Arabia, La hija de Ryan, Pasaje a la India y muchas más, aunque en mi recuerdo almaceno sobre todo las de Doctor Zhivago y Lawrence de Arabia. Ambas estuvieron muy presentes durante toda mi infancia, pese a que no vi las películas hasta bien avanzada la década de los setenta, cuando repusieron las dos en los cines de Valencia.





La otra noticia es que hoy se cumplen cincuenta años del estreno de Con faldas y a lo loco (Some like it hot), esa magistral comedia de Billy Wilder con Jack Lemmon, Tony Curtis y Marilyn Monroe, con la que siempre me río. Y eso que la he visto infinidad de veces y me sé de memoria algunos diálogos. ¿Y qué decir de la escena final que termina con la archiconocida frase “Nadie es perfecto”? Enlazo el artículo que publica hoy El Mundo, donde se habla del caótico rodaje de la película debido a los problemas que hubo con Marilyn Monroe. Y para recordar la película, que tiene un montón de escenas memorables, aunque no puedo colgar todas porque esta entrada se convertiría en un chorizo, sólo pongo el hilarante tango de Jack Lemmon con su enamorado Osgood Fielding III, el millonario con cara de batracio.

jueves, 26 de marzo de 2009

EL CIELO DE LOS ESCRITORES BUENOS

En los comentarios a raíz de la entrada que escribí el otro día sobre el éxito póstumo de Stieg Larsson y los problemas con su herencia, acabamos hablando también de John Kennedy Toole, autor de La conjura de los necios, que se suicidó a los treinta y dos años, frustrado porque no había conseguido interesar a ningún editor por su libro. Como dicen en el artículo de El Mundo que enlazo aquí, probablemente habría más razones que le empujaron al suicidio. Algunos biógrafos aventuran que una de las causas podría ser su homosexualidad reprimida. Bueno, es una hipótesis como cualquier otra, porque a estas alturas, quién puede saber lo que pasó por la cabeza de este hombre para llegar a ese punto.

Hoy, mira por dónde, leo que se cumplen cuarenta años del suicidio de este escritor, cuya novela consiguió ser publicada después de su muerte gracias al tesón de su madre y vendió millones de copias en todo el mundo. Un éxito del que John Kennedy Toole no pudo disfrutar. Salvo que exista un cielo al que van a parar los escritores buenos (como aquellos negritos buenos de la canción de Machín, que también se van al cielo), desde donde podrían estar disfrutando de su éxito póstumo y burlándose de los que no creyeron en ellos. Sería bonito. Lástima que una sea tan descreída.



La fotografía corresponde a la portada de una biografía de Toole y la he tomado de El Mundo.

lunes, 23 de marzo de 2009

TRAVESURAS DE LA VIDA MALA

El otro día leí en El Mundo el anuncio de la entrevista que iba a publicar el suplemento Yo Dona con la mujer que durante treinta y dos años fue pareja de hecho de Stieg Larsson. A estas alturas, creo que quien más y quien menos sabe que, según las leyes suecas, Eva Gabrielsson no tiene derecho a percibir ni una migaja de los beneficios que están generando las novelas de la trilogía Millenium. Beneficios millonarios que irán a parar a la familia de Larsson, con la que, al parecer, el escritor ni siquiera se llevaba bien.

Y me ha dado por cavilar sobre la mala uva que a veces tiene la vida, el destino, el azar, o lo que sea, que da turrón a quien ya no posee dientes para disfrutarlo, porque ni siquiera está vivo. ¿De qué le sirve a Larsson todo este éxito, tanto a nivel de reconocimiento literario como económico, si murió antes de ver publicado el primer libro de los tres que llegó a escribir?

Me imagino al pobre hombre robándole horas al sueño, a sus otras aficiones, si las tenía, o a estar con su chica, por sacar tiempo para sumergirse en el universo paralelo que iba creando poco a poco. Le imagino tecleando con esa pasión que vamos sintiendo conforme nos adentramos en el mundo de una novela. Le imagino reclinándose satisfecho contra el respaldo de su silla, intuyendo que tal vez estaba creando algo que podría conectar con muchos lectores. Y me da pena cuando pienso en todo lo que se ha perdido Larsson. Y no me refiero al montón de beneficios que están generando sus novelas, una lotería que – no nos engañemos - siempre le viene bien al afortunado (si está vivo, claro), porque aunque no se escriba por dinero, hay que pagar facturas, comer de caliente y alimentar a los hijos, y un pellizco así resuelve problemas de liquidez y da estabilidad económica.

Pero cuando hablo de lo que se ha perdido Larsson, no me refiero a que ahora podría tener el riñón bien cubierto. Pienso en esos momentos de dicha que, al margen de los ingresos, proporciona la publicación de un libro y que él no llegó a disfrutar. Ese instante en que sostenemos por primera vez entre las manos un ejemplar de nuestra novela, pasamos las hojas y leemos encuadernado lo que antes era manuscrito. O ese otro en que descubrimos ejemplares del libro en las mesas de novedades de las librerías, tal vez incluso en algún escaparate. Larsson tampoco tuvo tiempo de ver cómo su novela iba ganando adeptos en todo el mundo. Ni pudo sentirse feliz por haber conseguido lo que desea todo escritor: aportar algo a sus lectores, ya sea porque les ha conmovido, les ha hecho pensar, les ha dado información interesante, o simplemente les ha proporcionado horas de buen entretenimiento, que no es cualquier cosa. Y encima, el hombre ni siquiera llegó a tiempo de dejar atado quién debía cobrar sus derechos de autor en caso de que él faltara, con lo que no pudo ni legar una buena herencia a su pareja.

No me diréis que la vida no puede ser borde cuando se lo propone.

viernes, 20 de marzo de 2009

EL NOVELISTA Y EL PSICOANÁLISIS

Hoy viene una interesante entrevista con el escritor Hanif Kureishi en La Vanguardia. Me ha llamado la atención lo siguiente:

Pregunta: Hay un paralelismo entre el trabajo del psicoanalista y el del novelista...

Respuesta: Sin duda. Ambos exploran el interior, la sexualidad, la infancia. Es casi el mismo trabajo. El buen novelista es el que, a partir de una historia de otros en el fondo se está explicando a sí mismo. Hay una relación estrecha entre psicoanálisis y literatura. De hecho, Freud nunca dijo que debiéramos ir todos al psicoanalista y que el mundo sería mejor si lo hiciéramos. Al contrario, él escribió que la sociedad ya realiza una actividad semejante a través de la lectura de ficción, que al leer a Shakespeare, Dostoyevski o Sófocles nos vemos reflejados en esas situaciones, y que así contactamos con aspectos recónditos de nuestro ser. No creo en la separación entre psicoanálisis y literatura.

Me pregunto si no exagera un poco el señor Kureishi. No sé cuántas neuras podrá resolver la lectura de una novela, aunque sí es cierto que si la historia nos gusta, nos evadimos de nuestra realidad para vivir otras vidas, las obsesiones de los protagonistas nos hacen olvidar por un tiempo las nuestras, o hacen que nos sintamos reflejados en ellas, como dice Kureishi, y al final, nos queda buen sabor de boca. Eso sin duda puede considerarse terapéutico, pero de ahí a equiparar el trabajo del novelista con el del psicoanalista...


(La fotografía la he tomado de La Vanguardia)

miércoles, 18 de marzo de 2009

FRIVOLIDADES DE PRIMAVERA

Ya es primavera en El Corte Inglés. Incluso en la calle. Después del duro invierno, tenemos calor, sol y muuucho polen. Y los escaparates de las tiendas se han teñido de malva, que parece ser el color de moda esta temporada. Hay hasta zapatos y bolsos de esa guisa. Y eso que yo esta primavera me considero afortunada. Me gusta el malva. Puede que hasta me compre alguna prenda de ese tono.

Pero, señores de la industria textil, ¿por qué cada temporada ponen de moda un determinado tejido, o un color concreto, en detrimento de la variedad? ¿Por qué ese empeño en uniformarnos a las mujeres como si fuéramos los Niños de San Ildefonso en el sorteo de Navidad? Al final, andamos por ahí vestiditas como si fuéramos de despedida de soltera. Es decir: todas iguales. Y no es porque nos hayamos vuelto “fashion victims” (aunque siempre hay alguna). Es que no hay forma humana de encontrar algo distinto de lo que nos proponen los señores del textil. El año pasado, o el anterior, ya no lo recuerdo, me volví loca buscando una camiseta blanca de algodón. ¿Hay algo más simple que una camiseta blanca de algodón? Pues no hubo manera. Me decían en las tiendas que esa temporada, las camisetas se llevaban de color. ¿Lo hacen por mortificarnos, o es para quitarse de encima algún stock de telas de un determinado tejido o color? Que me lo expliquen, por favor.

Y después de esta concesión a la frivolidad (es que una primavera tan malva acaba afectando a las neuronas, por mucho que a una le guste el color), inserto para contrarrestar a la gran Billie Holiday cantando Some other Spring.

(La fotografía del modelito malva la he tomado de www.basileia.es)

martes, 17 de marzo de 2009

AYALA Y FACEBOOK

Esto me llamó la atención ayer:

Francisco Ayala, a sus 103 años recién cumplidos, tiene perfil en Facebook. Para que luego digan que las personas mayores no están puestas en internet.



La fotografía la he tomado de El País

sábado, 14 de marzo de 2009

EL DULCE VENENO DE ESCRIBIR

Desde el momento en que sale a la luz el vergonzante secreto de nuestra doble vida, es decir, que en la intimidad nos dedicamos a emborronar folios, o a llenar de palabras absurdas montones de ficheros Word hasta agotar la memoria del ordenador, siempre hay alguien que nos pregunta por qué escribimos. Hay quien responde que escribe para que le quieran, como García Márquez. Otros para que les lean, como dice André Gide. Otros, incluso, para corregir la vida, porque es lo único que nos protege de las heridas insensatas y golpes absurdos que nos da la horrenda vida auténtica, según afirma Vila-Matas. Hay otros que escriben pensando en la posteridad. No deja de ser un motivo pretenciosillo y creo que pocos lo confiesen. Luego están los que, animados por el éxito de autores como J.K. Rowling o de Dan Brown, pretenden enriquecerse con la escritura. Pura quimera. Es más fácil hacerse millonario comprando un décimo de lotería de Navidad, o jugando a la bonoloto, que escribiendo.

Lo mío es mucho simple que todo esto. Escribo porque lo necesito. Porque me hace sentir bien. Como al yonqui su chute, o al alcohólico su dosis de whisky, ginebra o lo que quiera que se vierta entre pecho y espalda. Me gusta hacer y deshacer frases. Jugar con las palabras. Pulirlas como hace el carpintero con la madera. Me gusta inventarme historias con personajes nacidos en mi imaginación que, al final, llegan a parecer casi tan reales como la gente de carne y hueso que me rodea. Personajes que se montan conmigo en el autobús, me acompañan cuando hago la compra, nadan conmigo en la piscina, pedalean a mi lado en el gimnasio. A cambio, yo les invento vidas, peripecias, amores, desamores, y limo sus diálogos mientras me dedico a los prosaicos quehaceres de cada día. A veces, estos personajes se rebelan contra los planes que yo les había trazado y siguen un camino distinto. Y esa rebelión enriquece la historia con matices que no había contemplado en un principio. Y cuando termino una novela, siento un gran vacío, porque sé que esos personajes a los que había cogido cariño – o, a veces, aversión -, mis amigos invisibles, dejarán de formar parte de mi vida.

Pero que nadie se asuste. Generalmente, los que llevamos esta doble vida no somos peligrosos. Sólo disfrutamos creando mundos paralelos que nos hagan más llevadero éste, aunque solemos distinguir entre ficción y realidad. Lo cual no es óbice, en mi caso, para que me ponga a pelar patatas para la tortilla de la cena, por poner un ejemplo de lo más cotidiano, y de pronto, me asalte la frase que estuve buscando infructuosamente durante todo el día, deje las patatas a medio pelar y corra al ordenador para evitar que esas palabras vuelvan a huir.

Ciertamente, no escribo por dinero, ni persiguiendo la posteridad, tampoco la fama. Escribo porque me hace sentir bien. Aunque eso no significa que no me guste que me lean. Tampoco significa que no me pregunte, mientras escribo, si lo que estoy contando podrá interesar a alguien o adormecerá hasta a las piedras. No hay peor pecado que aburrir al prójimo por no habernos parado un segundo a dudar.

Y luego, está ese momento tan emocionante cuando en una charla con lectores, todos acabamos hablando sobre los personajes de mis novelas como si éstos fueran conocidos o amigos comunes. Como si existieran realmente. Y ese otro momento, cuando alguien me dice (o me escribe) que leer mi novela le hizo feliz y le entristeció terminarla. Esos instantes de dicha son tan bonitos que, como decía mi abuela, no se pagan con dinero.

La fotografía es de
www.educ.ar

jueves, 12 de marzo de 2009

CANTANDO BAJO LA LLUVIA

Hoy, un poco de cine musical para insuflarnos optimismo, que falta nos hace. ¿Y qué mejor escena que la de Gene Kelly empapándose mientras baila bajo una lluvia torrencial pensando en su chica, de la que se acaba de despedir?

Sé que no a todo el mundo le gustan los musicales de Hollywood. Mucha gente me ha dicho: ¿pero qué sentido tiene que un tipo esté comiendo, se acuerde de su chica, salte de la silla y se ponga a dar brincos y gorgoritos con la boca llena? ¿O que ese loco esté sentado en un banco con su chica y de pronto, se ponga en pie y se le declare cantándole cursiladas, mientras ella le sonríe con cara de boba? Y no les falta razón. Hay musicales del viejo Hollywood que son un batiburrillo de canciones, bailes y almíbar no apto para todos los gustos. Pero hay otros donde los números musicales están perfectamente integrados y complementan una historia que en algunos casos, contiene buenos golpes de humor. Como esta película, una de mis favoritas de toda la vida.

Claro que yo tengo alma de carroza. Me crié en Alemania viendo con mi madre viejas películas de Hollywood en la penumbra parpadeante de un televisor en blanco y negro. Y creo que las dos soñábamos por igual. Tal vez por eso me gustan escenas como la de Gene Kelly cantándole a la cursi de Debbie Reynolds (esta mujer es lo único que me chirría de la película) en un plató de cine vacío, donde sólo hay un foco, un ventilador y una escalera. Y me encanta verles bailar.

Eso sí: estas cosas sólo me gustan en el cine. Si un hombre se plantara delante de mi tan cargado de razón como Gene Kelly y arrancara a cantarme su amor, creo que echaría a correr y batiría marcas de velocidad.

martes, 10 de marzo de 2009

PREMIOS (II)

Tras haberlo consultado con la almohada, aquí está la lista de los blogs que he elegido para compartir con ellos el PREMIO DARDO y el PREMIO BLOG DE ORO. Los he elegido por muchas razones: por su contenido enriquecedor, por los valores culturales que transmiten, por su espíritu festivo y optimista, por el trabajo que supone para su autor/a mantener un blog tan currado, y... porque me gustan, que es una razón muy importante. Aquí están:


A lo largo del día iré entrando en los diferentes blogs para avisaros uno por uno.

Las instrucciones que me han dado para continuar la cadena son las siguientes (pero, por supuesto, todo esto es voluntario):

1- Aceptar, hacer que el Logo sea visible.2- Hacer un link al Blog que te ha premiado.3- Premiar otros 15 blog y avisarles.

Los logos pueden tomarse de la entrada anterior.

lunes, 9 de marzo de 2009

PREMIOS

La autora del blog La bitácora de Melusina (un blog muy interesante, currado y entrañable que recomiendo vivamente) ha decidido compartir los premios DARDO y BLOG DE ORO con varios blogs, entre los que ha incluido este humilde Días de menta y canela.

Melusina, desde aquí quiero darte de nuevo las gracias por la distinción, que ya sabes que me hace muchísima ilusión.

PREMIO DARDO (a la izquierda): «Con él se reconocen los valores que cada blogger muestra cada día en su empeño por transmitir valores culturales, éticos, literarios, personales, etc..., que en suma, demuestra su creatividad a través de su pensamiento vivo que está y permanece, innato entre sus letras, entre sus palabras».


PREMIO BLOG DE ORO (a la derecha)

¿A que son bonitos?

Según las reglas, lo que nos corresponde hacer ahora a los premiados es compartir estos premios con otros blogs que creamos que reúnen los requisitos indicados.

Bueno, pues voy a consultarlo con la almohada y mañana pondré la lista.

EL DURO CLINT (II)

Copio el link de la entrevista a Clint Eastwood que publicaba el otro día el Magazine de El Mundo. Entre otras cosas, me ha llamado la atención lo que dice el duro Clint sobre la crisis mundial.

P. ¿Y la crisis mundial?

R. No entiendo muy bien por qué la gente se sorprende con la crisis. Desde el principio de los tiempos las cosas han funcionado así: una vez estás arriba y otras, abajo. No comprendo tantas lamentaciones. Crecí en una era en que las cosas tenían valor. Tenías los pocos dólares que tuvieras en el bolsillo. Ahora, con las tarjetas de crédito, uno gasta 30 veces más de lo que tiene. Todo se compra sin esfuerzo. Antes, si gastabas más de lo que tenías, pasabas a tener un problema. Tenías cuatro dólares, el cine costaba dos y medio, y la conclusión era que no podías llevar a tu chica a cenar. Simple, pero perfectamente comprensible. Estaba claro lo que tenías y lo que no. Ahora no. Las cosas han perdido valor. Quizá esté ahí el problema.

La fotografía es de aquí.

jueves, 5 de marzo de 2009

ANYTHING GOES

Para desempachar un poco las neuronas de tantas citas de Pessoa y de cara al fin de semana, una pequeña grabación sacada de YouTube: Anything goes cantada por su propio compositor Cole Porter, cuya música transmite un espíritu festivo y transgresor que a mí, personalmente, me llena de optimismo cada vez que escucho una de sus canciones.

Supe de la existencia de este hombre y su música cuando, de adolescente, vi en la tele una película de los años cuarenta dirigida por Michael Curtiz llamada Night and Day. Era como un catálogo de canciones suyas y números musicales y el protagonista era un guapísimo Cary Grant (qué diablos, Cary Grant siempre estaba guapo). En teoría, quería ser una biografía de Cole Porter, en la realidad, como supe muchos años después, no tenía mucho que ver con su vida. Para empezar, la película ocultaba que Cole Porter era homosexual y le presentaba como una especie de macho sofisticado metido en el cuerpo de Cary Grant. Claro que en aquellos tiempos, Hollywood no daba para más. Una película más reciente, interpretada por Kevin Kline y también aderezada con canciones de Porter, De-Lovely, se ciñe más a la realidad en ese aspecto.



A mi me gusta mucho la música de este hombre y su espíritu optimista y transgresor. Quien haya leído Días de menta y canela y La cara oculta de la luna, quizá recuerde que en ambas novelas hay canciones suyas.

El señor Porter no tenía una gran voz, de hecho, creo que sólo cantaba para sus amigos. Pero me gusta cómo vocalizaba la letra de sus canciones y la ironía que ponía en ello. Claro que, quién mejor que él, que las había parido, para saber cómo deseaba que fueran interpretadas.

Y para acabar, unas imágenes de De-Lovely:

miércoles, 4 de marzo de 2009

CITA (y 2)


Otra cita de Fernando Pessoa:

Así, no sabiendo creer en Dios, y no pudiendo creer en una suma de animales, me quedé, como otros de la orla de las gentes, en aquella distancia de todo a la que comúnmente se llama la Decadencia. La Decadencia es la pérdida total de la inconsciencia; porque la inconsciencia es el fundamento de la vida. El corazón, si pudiera pensar, se pararía.


El Libro del Desasosiego

Siempre me ha llamado la atención esta frase: El corazón, si pudiera pensar, se pararía.

La fotografía es de aquí.

martes, 3 de marzo de 2009

CITA

Tuve grandes ambiciones e ilimitados sueños – pero también los tuvo el mozo de los recados o la costurera, porque sueños los tiene todo el mundo: lo que nos diferencia es la fuerza de conseguirlos o el destino de conseguirse en nosotros.

En sueños soy igual al mozo de los recados y a la costurera. Sólo me diferencia de ellos el saber escribir. Sí, es un acto, una realidad mía que me diferencia de ellos. En el alma soy su igual.

Fernando Pessoa, El Libro del Desasosiego

Y yo me pregunto: ¿realmente nos diferencia el saber (o el intentar) escribir de aquellos a los que Pessoa llama mozo de los recados y costurera? ¿No será esta afirmación un pequeño esnobismo del señor Pessoa? ¿No será más bien que el hecho de escribir, es decir, de inventarnos historias y vivir dentro de ellas mientras las redactamos (ya sea en forma de novela o de relato), nos aísla de la realidad y nos hace sentir tan dichosos que nos creemos de otro mundo? ¿No será que en lugar de diferenciarnos de los demás, sólo es que estamos como reales y verdaderas cabras? Eso sí: cabras inofensivas que se sienten muy a gusto mientras se inventan historias y se entristecen cuando han escrito la última línea.

Menos mal que al final, Pessoa lo arregla diciendo: En el alma soy su igual.

Por cierto: próximamente habrá entrada sobre el dulce veneno de escribir.