jueves, 31 de diciembre de 2009

RESEÑA EN LO QUE LEO

Abandono el letargo navideño para colgar la reseña de Días de menta y canela que ha escrito Rosalía en su muy recomendable blog Lo Que Leo (en este link y también más abajo en mi lista de blogs.

Copio aquí lo reseña, que también podéis leer de primera mano en este enlace.

Muchas gracias, Rosalía.

¡Os deseo a tod@s que lo paséis muy bien esta noche y FELIZ 2010! Nos vemos el año que viene…

"Clara, la protagonista, mujer cuarentona, casada, con dos hijos, y que pasó su infancia en Düsseldorf al ser hija de padres emigrantes, es una periodista que no acaba de despegar laboralmente. Su vida cambia radicalmente cuando a finales de diciembre lee una noticia en un periódico digital alemán que hace referencia a la muerte de un anciano emigrante español en el sillón del salón de su casa. La imagen que ilustraba el artículo retrataba una biblia que se encontró sobre las rodillas del cadáver, abierta por el Salmo 51, Misesere, y con unas líneas subrayadas a lápiz. Clara en seguida se siente atraída por la noticia y por la foto, y consigue que su jefe le deje escribir un artículo sobre ello.

Pero para eso deberá investigar, por lo que se desplaza primero a Zaragoza donde vive el único familiar del finado anciano: su hijo Héctor Laborda, el cual no sabe nada de su padre desde que era un niño, y que tras ser reacio a ayudarla y apoyarla en un primer momento, después se embarca con ella en un viaje que los llevará hasta Düsseldorf. Allí contactan en un principio con Antonio Vargas, un cura que les orientará a la hora de desenmarañar el pasado del padre de Héctor.

Genial novela la de esta escritora valenciana que acabo de descubrir. Me ha gustado mucho. "

Por cierto, ¿recordáis aquella canción navideña de George Michael de hace ya algunos añitos?

lunes, 21 de diciembre de 2009

DESCANSO NAVIDEÑO

Me tomo unos días de descanso navideño para preparar como es debido el super-encuentro familiar de estas fiestas. Feliz Navidad a tod@s y que el Año 2010 venga cargado de felicidad, éxitos y todo tipo de cosas buenas. Y que os traigan muchos regalitos los Reyes.
Hasta la vuelta.
Y mientras tanto, os dejo con Mister Bean.

miércoles, 16 de diciembre de 2009

Billie Holiday y Chanel

Ya se sabe que con la proximidad de la Navidad proliferan los anuncios de juguetes, los de turrones y los que quieren vendernos perfumes de nombre casi siempre francés, que una voz aterciopelada susurra al final del spot con un tema de jazz como música de fondo. Pues este año le ha tocado el turno a Billie Holiday, cuya grabación de I’m a fool to want you han empleado para el anuncio de Chanel Nº 5, protagonizado por Audrey Tautou y un chico muy guapo, aunque algo light, llamado Travis Davenport, según he pesquisado en Google. La verdad es que les ha quedado a los de Chanel un anuncio de lo más glamouroso e incluso cinematográfico. Además, siento una gran debilidad por los trenes y me gustan los viajes nocturnos en coche-cama– quizá se deba a que por vía materna desciendo de ferroviarios: mi abuelo y un tío fueron maquinistas de tren y el otro tío trabajó muchos años de revisor -, por lo que les perdono la herejía de usar a la divina Billie Holiday para vender perfumes.

Cuelgo aquí la versión corta del anuncio (hay una más larga en este enlace):



Y, naturalmente, un vídeo de Billie Holiday…



y para acabar, otro de Chet Baker tocando el mismo tema.

lunes, 14 de diciembre de 2009

A propósito de algunos modelitos

La otra mañana esperaba yo en un semáforo a que se pusiera verde para los peatones y pasó rozándome un chaval en bicicleta, ataviado con una sudadera anchísima, de esas en las que caben dos personas por el mismo precio, y una gorra de rapero con una visera enorme vuelta hacia atrás. O sea, encajada en la misma nuca. Y no es que me sorprenda a estas alturas ver a jóvenes, y no tan jóvenes, andar por ahí con la cabeza cubierta de esa manera, o con los pantalones tres tallas más grandes y lo suficientemente colgueros para que asomen los calzoncillos de marca, o los tangas, en el caso de las chicas. A los dieciocho años, yo llevaba modelitos tan raros como esos, o incluso más. De los que ahora me provocan la risa tonta (o incluso espanto retrospectivo) cuando veo las fotos de entonces.

Pero a esas horas de la mañana, la mente no me daba para mucho y me dio por cavilar cómo se pondrán de moda esas cosas. Porque digo yo que en alguna parte del mundo mundial, alguien tuvo que ser el primero en colocarse la gorra con la visera hacia atrás, o en hacerse un peinado de rastas para cabrear a sus padres, o en sacarse la ropa interior por fuera para que se vea (esto, por cierto, me recuerda al discurso del nuevo presidente en Bananas de Woody Allen, véase el vídeo más abajo) y después, a otros les haría gracia y lo imitarían hasta convertir algo más bien absurdo en una especie de uniforme obligatorio para los que se sienten “enrollaos” y quieren dejárselo bien claro a los demás. Igual que ocurría cuando se impuso la moda hippy en los setenta y todos andábamos por ahí vestidos a lo “flower power” y creyendo que seríamos jóvenes y rebeldes eternamente. Es ley de vida, aunque vistos desde fuera y con la distancia de la edad, algunos modelitos hacen sonreír, por decirlo suavemente.
(La fotografía de Will Smith es de aquí)

La escena del discurso de Bananas:



Y un vídeo con profusión de viseras y pantalones colgueros:

martes, 8 de diciembre de 2009

RESEÑA EN CONFIESO QUE HE LEÍDO

Gww del estupendo blog de libros Confieso que he leído (está en mi lista de blogs favoritos), ha reseñado Días de menta y canela.

Muchas gracias, Gww.

Copio a continuación la reseña y, para los que la queráis leer de primera mano, aquí tenéis el enlace.
(La fotografía es de www.cervantesvirtual.com)
Carmen Santos decidió dar el atrevido y peligroso salto de renunciar a un empleo confortable por dedicarse a la traducción, los idiomas y la Literatura; en definitiva, por perseguir una ilusión. Y parece haber ganado la complicada apuesta tras algunos relatos reconocidos en varios concursos literarios y la publicación de tres novelas.

Días de canela y menta -su última novela- publicada en Plaza & Janés en 2007 ha sido reeditada recientemente en formato de bolsillo. Resumo brevemente su argumento según el guión que anticipa la contraportada. Clara Rosell, una cuarentona estresada, madre de dos hijos y casada felizmente ha decidido volver a la rutina laboral incorporándose a la redacción de un periódico de reciente lanzamiento sin tener mucha idea ni experiencia en materia periodística. Una noticia leída al azar en internet atrae su atención: la muerte de un emigrante español –Héctor Laborda- en Düsseldorf, solo, rodeado de recuerdos de otra época y sosteniendo una Biblia mugrienta abierta por un salmo penitencial. No es ajeno al interés de Clara el hecho de haber vivido parte de su infancia precisamente en Düsseldorf, junto a su familia. Su padre también emigró en busca de sustento y un mejor futuro para los suyos. Clara intuye que esa noticia puede dar pie a un artículo sobre la inmigración española de los años sesenta. Venciendo la resistencia de su jefe, viaja a Düsseldorf acompañada de Héctor, hijo del fallecido, que no ha tenido noticias de su padre desde los seis años, cuando su madre regresó a España avergonzada por la infidelidad de su marido.

Entre ambos recorrerán el viejo Düsseldorf entrevistando a un viejo jesuita, Antonio Vargas, amigo de Héctor y con Elke, la mujer por la que Héctor renunció a su esposa y a su hijo, pecado del que nunca se perdonará. Gracias a ellos conocerán parte de los misterios que envolvieron la vida de Héctor y deberán averiguar por su cuenta las restantes piezas. Finalmente, la intriga se resuelve; Clara y su acompañante reconstruyen los terribles sucesos que golpearon a Héctor y que le llevaron a una vida de desolación y a la muerte en la más absoluta soledad.

Claro que los investigadores aficionados tendrán tiempo para enredarse en un complejo juego que parte del coqueteo y continua con la pasión enfebrecida de quienes tratan de anteponer su deber de fidelidad a sus deseos (no despejaremos dudas sobre el resultado de tanta contención y si ésta finalmente cede o se impone como salvaguarda de la vida familiar que ambos desean preservar).

Y dicho así, parecería un argumento lineal que invita a una lectura plácida y convencional. Sin embargo, el planteamiento de Carmen Santos es más ambicioso. Junto a la intriga descrita, se nos presenta la vida de Héctor Laborda, sus motivaciones y sufrimientos desde la perspectiva de las dos personas que mejor le conocieron (Antonio y Elke) pero también desde el punto de vista de su hijo que parte por despreciar a su padre pero que termina por ir abriéndose a una imagen más real, quizá no menos dolorosa.

Sin embargo, los pasajes más brillantes de la novela son los correspondientes a la remembranza de la protagonista y narradora, la recuperación de la memoria sobre la vida de su familia, muy similar a la de Héctor Laborda, que se inicia en el Tren de la Ilusión que llevaba a los emigrantes españoles directamente a las fábricas alemanas. Clara reconstruye esa epopeya recordando las viejas historias oídas de su padre: cómo viajaban hacinados, cómo eran recibidos a su llegada, las duras condiciones de trabajo. Para el resto de los hechos no necesita recurrir a palabras prestadas; desde los cuatro años vivió en Düsseldorf las penurias de la emigración. Rodeados de austeridad, el objetivo era ahorrar el suficiente dinero para poder regresar a España. Creció en un ambiente más liberal que el que se podía respirar en su país pero siempre bajo la atenta mirada de su padre, temoroso de la contaminación de los extranjeros y sus licenciosas costumbres.

Carmen Santos logra trasladarnos la angustia de esa vida alejada de la patria, que embalsama el recuerdo de sus costumbres y rectos principios junto con buenas dosis de distorsión para defenderse de un modo de vida extranjero, olvidando que el mundo sigue girando, incluso para aquella España aislada y monolítica en apariencia. Una vida en la que los tópicos (el sol, el autogiro, el submarino, el éxito de Massiel en Eurovisión) son muestras del genio hispano y en la que aquello en lo que no se despunta se atribuye a la envidia, al complot extranjero. Es el drama de la emigración uno de los ejes vertebradores de Días de menta y canela asomándonos a una parte de nuestra historia que no parece haber tenido mucho eco en el cine o en la Literatura, ni tan siquiera en estudios académicos. Una etapa que según la autora, se olvida por vergüenza, por no recordar que en aquella época muchos españoles tuvieron que salir fuera de su país, con pobres maletas de cartón, para ganar el pan que no podían lograr en su país. Y con sus remesas contribuyeron también al desarrollo de una España que ya apenas reconocerían a su regreso. Huyeron del hambre y la penuria pero volvieron (los que lo hicieron) a una España que se parecía más (salvo en lo político) a Alemania o a Suiza que lo que habrían podido imaginar; a una España en la que los pueblos de pescadores se habían convertido en paraísos para el turismo y donde las descocadas extranjeras podían exhibirse igual de frescas que en sus países sin que las autoridades lo impidieran. Condenados, por tanto a ser ya extranjeros en cualquier lugar del mundo.

Pero quizá el motivo de este olvido sea también el de no mirar de frente el mismo drama que hoy se vive en nuestras calles, el de los emigrantes que aquí vienen con la misma intención que la de aquellos que se fueron. Y no basta afirmar, como hace el padre de Clara en un pasaje de la novela, esa idea de que “los de ahora vienen sin papeles”, pues la motivación que les mueve es la misma y frente a ella no hay traba burocrática que se interponga. Y Días de canela y menta también nos abre a la reflexión sobre los motivos para la falta de integración. Pensemos en por qué nos parece tan divertida la escena en la que Massiel se impone a Cliff Richard o en el rechazo que los cuadraos -perdón, los alemanes- inspiran en el padre de Clara, el escondido desprecio mezclado con cierto complejo de inferioridad; y sin embargo, cómo exigimos que otros adopten nuestras constumbres y renuncien a las suyas. No es fácil hallar un término medio, quizá no lo haya, pero comprender la razón del otro es un paso y empatizar con nuestros compatriotas emigrados de aquella época es un buen comienzo.

Si tras leer la novela conocemos que su autora, Carmen Santos, vivió unos doce años en Düsseldorf, que su padre –al igual que Héctor Laborda- fue empleado de Correos en esa ciudad, que regresó en plena adolescencia a Valencia y que posiblemente pasara por muchas de las situaciones que describe en su novela, tendremos una justa dimensión de lo que supone esta obra para su autora.

Es un lugar común que todos los autores comienzan (o terminan) por escribir sobre ellos mismos, sus recuerdos o su experiencia. Creo, sin embargo, que una obra hay que juzgarla por su mérito, sin que interfiera la biografía de su autor salvo para enriquecerla, y en este caso parece que Carmen Santos ha logrado combinar su propia experiencia con un material de ficción que aleja a la novela de un mero relato biográfico.

No dejaré de lado el otro gran tema que sustenta la trama de esta novela: la pasión y el sexo. Incluso en las retraídas y pacatas mentes de los españoles emigrados cabía esperar el triunfo de esa pasión por encima de la conveniencia. Y así, Héctor Laborda se enamora de Elke perdiendo a su familia. El mismo fenómeno parece repetirse años después en su hijo que se enamora de la periodista Clara Rosell hasta el punto de querer renunciar también a su familia. Pero ya no hay españoles como los de antes, “el hábito puede atar tanto como la pasión más desaforada” le replicará una Clara no muy segura de lo que dice, inmersa en su calentura. “A nuestra edad, los dos sabemos que a la larga ninguna pasión puede compensar tantas renuncias” concluye la juiciosa periodista. Pero también es válido su opuesto, y es que no hay peor amargura que la de no haber tenido valor para perseguir un sueño. Normalmente aplicamos una u otra respecto a terceros en función del resultado ya conocido, una historia de amor hermosa (si concluye bien) o una pasión momentánea que tiró por la borda toda una vida (si el experimento fracasa) y es que lo difícil es siempre decidir uno mismo.

Por último, una mención al estilo de Carmen Santos del que destaca la facilidad en la escritura con figuras y metáforas realmente creativas y un extraordinario oído para los diálogos plagados de coloquialismos, adecuados a cada uno de los momentos históricos en que discurre la conversación.

Como siempre, una novela abre más puertas que las que cierra, Días de menta y canela abre una poco frecuentada, como la de esa página de nuestro pasado reciente, haciendo un verdadero ejercicio de memoria histórica y homenaje a unos hombres y una época que no merecen caer en el olvido.

jueves, 3 de diciembre de 2009

PAPA NOËLES PROUSTIANOS

Estos últimos días, ante la invasión de adornos navideños, de turrones y polvorones en los supermercados, y de escaparates adornados con cascadas de luces parpadeantes que me recuerdan a las que coloca Flanders, el empalagoso vecino de Homer Simpson, me ha dado por acordarme de las navidades alemanas de mi infancia. Qué le vamos a hacer. De vez en cuando me dan ramalazos nostálgico-proustianos, aunque a mí no me atacan comiéndome una magdalena evocadora de tiempos perdidos. Me basta con caminar por las calles pre-navideñas de mi ciudad. Y eso que ahora están llenas de papa Noeles hinchables que bailotean y cantan Jingle Bells sin parar. Pero la nostalgia es capaz de asomar la faz hasta rodeada de horterez a granel.

Aunque ahora no me guste la Navidad, sí hubo un tiempo en el que disfrutaba de estas fiestas desde el momento en que iba con mis padres a comprar un abeto. Un árbol de verdad, recién cortado, que un señor en anorak, con la cabeza cubierta por un gorro provisto de orejeras y las manos enfundadas en guantes acolchados, vendía en un tenderete provisional de los muchos que había instalados por todo Düsseldorf. Ya sé que es una herejía cortar un árbol para adornar el salón durante tres semanas, pero de niña no pensaba esas cosas. En cuanto colocábamos el abeto en un soporte de cerámica que llenábamos de agua, el salón se colmaba de olor a bosque. Después, cubríamos sus ramas de espumillón e hilos de plata y le colgábamos bolas multicolores, que eran de cristal muy fino y se rompían en mil pedazos si las rozábamos y caían al suelo.

Diciembre era el mes de los bombones, de pequeños papa Noëles de chocolate que vendían en el supermercado y de sabrosas mandarinas, que al pelarlas desprendían un aroma que acababa mezclándose con el del abeto. Era el mes del adviento y a los niños nos compraban un calendario con motivos navideños, que tenía troquelada una ventanita por cada día, desde el uno hasta el veinticuatro, que solíamos abrir por las mañanas para ver el dibujo que había debajo. En algunos calendarios, en lugar de descubrir un dibujo, el aliciente era encontrar en la casilla correspondiente una pequeña chocolatina. Y en todas las casas (al menos, las que yo conocí) había una corona de adviento hecha con ramas de abeto que sostenía cuatro velas, de las que encendíamos una cada domingo hasta que, al llegar la Nochebuena, ardían las cuatro a la vez. Nunca fui religiosa ni me paré a pensar en lo que significa toda esa liturgia del adviento. Simplemente me gustaba por el colorido de las coronas y por sus velas rojas, por la sorpresa de descubrir cada mañana un dibujo diferente en el calendario (o una chocolatina, si había convencido a mi madre para que me comprara un calendario de los que llevaban chocolate) y porque cada día que pasaba, se iba acercando la Nochebuena y con ella, la ilusión de recibir los regalos.

Diciembre era el mes de la nieve que pintaba de blanco las calles, los tejados y los jardines. Era cuando sacábamos el trineo del trastero y nos deslizábamos sobre él montículo abajo una y otra vez, hasta que se nos quedaban los pies helados y convenía regresar a casa para recuperar la sensibilidad de los dedos. Cuando hacíamos muñecos de nieve que aguantaban en los jardines durante días. Y cuando organizábamos batallas de bolas de nieve hasta acabar todos empapados y congelados hasta el tuétano.

Eran otros tiempos.

Y ya es hora de cortar esta evocación nostálgico-proustiana, provocada por esos señores barrigones y barbudos importados desde Estados Unidos que visten de rojo y gritan “ho-ho-ho” y, francamente, no me gustan nada.

(Las fotografías son respectivamente de blog.labbe.de, tu-postal.com y www.zeno.org)

jueves, 26 de noviembre de 2009

CITA

Hoy traigo una cita de Esther Tusquets. Acabo de leer Confesiones de una vieja dama indigna, la continuación de Habíamos ganado la guerra. En esta entrega, Esther Tusquets habla de los comienzos de la editorial Lumen hasta su venta al grupo Random House Mondadori, de los hombres y mujeres a los que amó, y también desfilan por el libro agentes literarios, escritores famosos y menos famosos, y editores como Carlos Barral y Jorge Herralde, por citar a dos de los míticos. Pero el interés de este libro no sólo está en las sabrosas anécdotas que cuenta sobre el mundo editorial y literario, sino en las reflexiones de la autora sobre la vida y la muerte, el amor y los celos, la lealtad y la traición, la maternidad. Y nada más empezar a leer, encontré en las primeras páginas una frase que me llamó la atención, porque Tusquets expresa algo que llevo pensando desde que nació mi hijo, y además, ella lo escribe casi con las mismas palabras que llevo en la cabeza desde hace años. Cito un extracto del párrafo en el que habla de los hijos:

Y le sorprende a una durante bastante tiempo descubrirse ante ellos rendida casi de antemano, aunque intente inútiles gestos de protesta, pues los hijos son, al menos para mí, y eso sí lo descubres pronto, irrenunciables. Puedes romper con tus padres, con tus maridos, con tus amantes, incluso con tus mejores amigos, pero no puedes romper con tus cachorros, y eso te deja inerme entre sus manos, y causa una molesta irritación.

La de veces que habré pensado yo lo mismo desde la primera vez que sostuve a mi hijo entre los brazos. La de veces que taché a mis padres de pesados cuando se preocupaban por tonterías, o lo que me parecían entonces tonterías, para comprobar, años después, que ahora la que se preocupa por tonterías y se pone pesada soy yo. Sí, los hijos son irrenunciables y al principio cuesta aceptarlo, porque cambian nuestra existencia de raíz y eso hay que digerirlo. Desde su llegada, la vida deja de pertenecernos y pasa a girar para siempre alrededor de ellos. Pero los hijos también nos salvan del egoísmo de vivir encerrados en nuestro caparazón, pendientes de nuestro bienestar, nuestros males y nuestras neuras.

Y que conste que no pretendo ponerme babosa, ni en plan “madre no hay más que una”. Pero es que encontrarme en un libro con una reflexión que coincide de tal manera con lo que pienso desde que me convertí en madre, me ha abierto el grifo de la disertación.

lunes, 23 de noviembre de 2009

SERRAT Y MIGUEL HERNÁNDEZ

He leído en El País que Joan Manuel Serrat va a sacar otro disco con poemas de Miguel Hernández para celebrar el centenario del poeta (link del artículo). También habrá gira. No sé si esta nueva adaptación de los versos de Miguel Hernández conseguirá igualar en mi bagaje sentimental a aquel disco de vinilo que nos ayudó a muchos jóvenes a descubrir a Miguel Hernández y que ahora escucho en formato de CD. Pero ya aguardo el nuevo trabajo de Serrat con ilusión.



Del disco de vinilo de 1972, el tema que más me ha emocionado desde siempre es la Elegía a Ramón Sijé.

(Las dos fotografías las he tomado de El País.)

miércoles, 18 de noviembre de 2009

¡TURRONES A LA VISTA!

Hace ya algunos días que los supermercados han tenido la amabilidad de recordarnos la proximidad de la Navidad, llenando sus estanterías con esas mercancías de gran poder de adherencia llamadas turrones, chocolates, mazapanes y dinamitas varias. Hay que ver lo considerados que son recordándonos en este otoño más bien caluroso que, pese a la temperatura tan suave, queda poco más de un mes para esas fechas tan entrañables y tiernas en las que nos gastamos más dinero de la cuenta. Y nos atiborramos de dulces y no dulces. Y nos esponjamos el hígado de vino y cava. Y nos empachamos. Y después, nos ponemos a régimen porque ya no nos entran ni los pantalones elásticos, que son los que mas ceden.

Y lo malo de todo este tinglado navideño es que, por muy críticos que seamos con él, siempre nos dejamos arrastrar. Porque, ¿cómo no vamos a preparar comiditas ricas para la familia? ¿Cómo no vamos a comprarle un regalito a cada uno de nuestros seres queridos, incluidos el perro, el periquito, el hámster y la tortuga? ¿Y qué es eso de acompañar las opíparas comilonas con agüita clara, que será buena para la vista pero no da alegría de la buena? Vino y cava hasta que el hígado y la tarjeta de crédito griten “basta”. Hasta que la mente se nos nuble y se nos escapen tonterías muy tontas. Y acabemos enfadándonos los unos con los otros hasta la siguiente Navidad.

Menos mal que, gracias a la amabilidad de los supermercados, quedamos avisados de lo que se avecina. Si es que son tan majos ellos…

La fotografía de los turrones es de aquí.

jueves, 12 de noviembre de 2009

HOJAS DE OTOÑO

Da gusto caminar estos días por las calles ribeteadas de árboles cuyas hojas se han teñido de ocre, marrón y rojo. Da gusto pisar la alfombra de hojas caídas que crujen y sisean bajo nuestras suelas. Da gusto sentirse melancólico al percibir el susurro de los pasos. Y saborear esa melancolía romántica y deseada, que no se parece a la otra que a veces nos asalta sin invitación. Son hermosas las hojas de otoño.


(La fotografía otoñal es de www.fondosgratis.com.mx)

domingo, 8 de noviembre de 2009

SOBRE LAS DESCARGAS DE LIBROS


He leído hoy en XLSemanal un excelente artículo de Carmen Posadas sobre la descarga gratuita de libros por internet y los problemas que eso nos crea a los autores. Creo que explica perfectamente la problemática desde el punto de vista del autor y por eso copio más abajo el link. Merece la pena leer este artículo, con cuyo contenido estoy de acuerdo hasta la última coma.


miércoles, 4 de noviembre de 2009

CINCUENTA AÑOS CON LA MUERTE EN LOS TALONES

He leído que el lunes hizo cincuenta años del estreno de Con la muerte en los talones de Alfred Hitchcock. Es una película que no tiene desperdicio, pero cuando pienso en ella, lo primero que me viene a la cabeza es la escena de la avioneta fumigadora que persigue a Cary Grant por una carretera solitaria en medio del secarral y acaba estrellándose contra un camión cisterna. Bueno, también está la persecución final por el Monte Rushmore, con Cary Grant y Eve Marie Saint trepando por las rocas donde están esculpidas las caras de los presidentes de los Estados Unidos. Y muchas escenas más. Aunque donde esté la de la avioneta…


martes, 3 de noviembre de 2009

JOSÉ LUIS LÓPEZ VÁZQUEZ Y FRANCISCO AYALA

Creo que la parca es inoportuna por naturaleza y siempre llega en mal momento, porque siega muchos proyectos e impide disfrutar de la vida, tanto de las grandes pasiones como de los pequeños placeres de cada día. Aunque en el caso de José Luis López Vázquez, que falleció ayer a los 87 años, y de Francisco Ayala, que ha muerto hoy a los 103 años, al menos puede decirse que tuvieron tiempo de exprimir tanto lo bueno como lo malo de la vida y de dejarnos un nutrido legado artístico. Descansen en paz.

Acerca de José Luis López Vázquez en El País



Acerca de Francisco Ayala en El País




(Las fotografías las he tomado de El País.)

viernes, 30 de octubre de 2009

FRIVOLIDADES NEBULOSAS



Llevamos ya tres días despertándonos por las mañanas con niebla cerrada y mucha humedad. Después, las brumas suelen disiparse, pero el instante de despegarse de las sábanas exige un enorme esfuerzo. Yo he conseguido portarme bien, aunque en días así, el cuerpo me pide más cama, después un desayuno con chocolate calentito y, a ser posible, churritos o magdalenas esponjosas para acompañarlo. Pero ya se sabe que en esos momentos críticos, no hay que hacerle ni puñetero caso al cuerpo, que es muy perro. Por lo que incluso me he ido a torturarme un rato al gimnasio. Y cuando ya estábamos todos sudando la gota gorda a causa del esfuerzo y de la humedad ambiente, salió por los altavoces la cancioncita que cantan los crucificados en La Vida de Brian de los Monty Python: Always look on the bright side of life, o sea, más o menos: “Mira siempre el lado alegre de la vida”. Un mensajito que se agradece cuando una niebla como ésta nos aplasta el pelo, las ideas y la moral.

Pensaréis que vaya frivolidad más tonta, con lo que está cayendo por el mundo mundial, pero a veces, tonterías como esta levantan el ánimo en un día nebuloso. Y de vez en cuando, apetece decir bobadas. Y además, ya tengo las neuronas en desconexión, porque el lunes será fiesta en esta nuestra ciudad y el fin de semana va a ser un poquito más largo. Así que, voy a permitirme ser frívola en un viernes de espesa niebla mañanera. Y lo dicho: Mira siempre el lado bueno de la vida.

Y de regalo, la melodía ideal para un día nebuloso: Misty del maestro Errol Garner. Una canción que tiene gran protagonismo en la película Escalofrío en la noche (título original: Play Misty for me) de Clint Eastwood.

¡Buen fin de semana!

martes, 27 de octubre de 2009

EL TREN DE LA MEMORIA

Gracias a que Samuel, un lector de este blog, me avisó el viernes de que echaban en La 2 El tren de la memoria, pude ver por fin este documental sobre los españoles que emigraron a Alemania a principios de los años sesenta, y que hacía ya tiempo que deseaba ver. Mereció la pena. Contemplar las imágenes de los hombres y las mujeres que viajaron a Alemania en aquellos trenes especiales, fletados para llevar mano de obra a la floreciente industria alemana, fue como ver a mi padre, que se subió a uno de esos vagones en el sesenta y uno. Y también se sentaban allí los personajes de Días de menta y canela: el padre de Clara Rosell, Héctor Laborda, padre, y el sacerdote Antonio Vargas Maldonado. Y salía la estación de Köln-Deutz, a cuyos andenes llegaban esos españoles, agotados después de un duro viaje y humillados por el modo en que se les trataba a su llegada. Como cuando se les obligaba a colgarse un número identificativo en la ropa. Y se mencionaban los reconocimientos médicos a los que se sometía a esos emigrantes para verificar si estaban sanos y aptos para trabajar. Mi padre me habló una vez de esas revisiones, aunque no le gustaba mucho recordarlas. Y dijo lo mismo que las personas entrevistadas en la película: que les reconocían como si fueran caballos. O caballerías, como dicen en el documental y cuenta Enrique Rosell en Días de menta y canela: “…nos hicieron ponernos en fila como en la mili y nos miraron los dientes igual que a las caballerías.”

Los emigrantes entrevistados para el documental narraron algunas anécdotas sobre sus primeros tiempos en Alemania que, lo confieso, me emocionaron, porque se parecían a las que yo había oído contar en casa. Como lo que le ocurrió a un señor en el supermercado cuando compró carne enlatada y resultó ser comida para perros. Eso también les pasó a mis padres. Y al principio, ellos tampoco escaparon de pedir la comida a los tenderos recurriendo a la mímica, como por ejemplo hacer quiquiruiqui o mover los brazos como si fueran alas para pedir pollo o huevos. Algo que también refleja Carlos Iglesias en la escena del supermercado de la estupenda película Un franco 14 pesetas.

Por no faltar, en el documental no faltan ni imágenes de esos bailes que se hacían en los centros de españoles. Aquí vemos a una banda de pop tocando La llamaban Charly. Y resulta que sus integrantes se parecen muchísimo a Los Benidorm de Días de menta y canela. Como seguramente habréis adivinado los que leísteis mi libro, los chicos de Los Benidorm están inspirados en unos chavales que conocí en Alemania y que versioneaban los éxitos españoles del momento en los centros donde se reunían los emigrantes. Pues cuando salieron esos músicos en el documental, juro que me fijé con mucha atención en sus caras por si eran los que yo conocí. Por supuesto, no eran ellos. Pero lo podrían haber sido.

En el coloquio posterior, las directoras del documental, Marta Arribas y Ana Pérez, aludieron a lo difícil que les resultó encontrar en España material gráfico sobre aquellos tiempos, teniendo que recurrir a los archivos de televisiones europeas. Algo muy similar me ocurrió a mí cuando me documenté para escribir Días de menta y canela. Haciendo consultas en Google sobre la emigración a Alemania de los años sesenta, apenas encontraba nada que mereciera la pena. Sin embargo, tecleando lo mismo en alemán en www.google.de, hallé muchísimo material: fotografías, testimonios de españoles que viajaron en esos trenes (como la web http://www.angekommen.com/), páginas donde emigrantes hablaban sobre su vida en los países de la Europa rica, etc.

Y para terminar, incluyo una reflexión. Últimamente he observado que abundan en España, tanto en el cine como en la literatura, historias sobre las personas que vienen a trabajar aquí empujadas por la necesidad. Y eso es estupendo. Me parece muy necesario que intentemos comprender a los inmigrantes y ponernos en su lugar, en vez de verles como intrusos que llegan para quitarnos lo nuestro. Pero al mismo tiempo, veo que los españoles seguimos siendo reacios a reconocer que hasta hace relativamente poco, eran nuestros padres y abuelos los que emigraban en busca de una vida mejor, ya fuera a América o a la Europa rica. Como si nos diera vergüenza recordar que entonces, los pobres éramos nosotros. Y eso es algo que no deberíamos olvidar con tanta ligereza. Porque es nuestro pasado. Y, como decía Gabriel García Márquez (cito de memoria): Quien olvida su pasado, está condenado a cien años de soledad.

En resumen, El tren de la memoria es un pedazo de documental sobre nuestra historia reciente que, como decía Cayetana Guillen-Cuervo en el coloquio posterior, debería proyectarse en los colegios.


jueves, 22 de octubre de 2009

UN DÍA MELANCÓLICO-ROMÁNTICO

Hoy ha amanecido un día de lluvia y viento frío. De esos que predisponen hacia estados de ánimo melancólico-románticos. Y me he acordado del beso bajo la lluvia de Desayuno con diamantes, la escena final de una de mis películas favoritas de Blake Edwards. Es perfecta. El chaparrón, Nueva York, el taxi amarillo, un gato llamado “Gato”, la música de Henry Mancini y los dos protagonistas, jóvenes y bellos (George Peppard aún estaba muy lejos de ajamonarse), besándose con la pasión de ese amor nuevo que hace olvidar los sueños que no se han cumplido y los que tal vez nunca se cumplan. Es posible que su amor muera cuando lo ahoguen la rutina, las facturas pendientes, la insatisfacción, las arrugas y los reproches mutuos. Pero en ese momento es luminoso. Hasta la lluvia resplandece.
La escena ideal para un día de otoño melancólico-romántico.

miércoles, 21 de octubre de 2009

AMIGOS PERSONALES FOREVER


He encontrado en La Vanguardia un artículo de Magí Camps, muy interesante y divertido, sobre esa expresión (más bien aberración) que se ha puesto de moda últimamente: la de "amigo personal". Como si las "personas humanas" pudiéramos ser "amigos impersonales". A mí me da risa cuando se la oigo decir a alguien en la tele, o la leo en algún periódico. Los amigos personales suelen pulular mucho por los telediarios cuando muere algún personaje importante y salen tropecientos diciendo que fueron amigos personales suyos. Siempre me he preguntado dónde nacen esta clase de paridas, que luego se ponen de moda y emplea (¿empleamos?) todo el mundo sin ton ni son. Porque alguien tiene que ser el primero en soltar estas barbaridades, ¿no? Y entiendo que una "persona humana" tenga un mal día y se le escapen sandeces, pero que a los demás les parezcan maravillosas y las repitan con esa alegría, es algo que no acabo de entender.
Ay, misterios de la vida moderna...

Pongo de nuevo el link.

sábado, 17 de octubre de 2009

REFLEXIONES SOBRE LA LITERATURA ESCRITA POR MUJERES

Llevo toda la semana con la intención de escribir sobre los prejuicios contra la literatura escrita por mujeres. Pero ya se sabe: la falta de tiempo, las prisas, luego se cruzó en mi camino Errol Flynn

El caso es que quería comentar la entrevista a Isabel Allende que salió la semana pasada en MujerHoy, el suplemento que acompaña los sábados a Heraldo de Aragón (y otros periódicos, según creo). Hoy he leído en El Periódico de Aragón la entrevista a Ángeles Caso, flamante ganadora del Premio Planeta. Y en las dos autoras me han llamado la atención varias de las respuestas que dan, porque creo que ponen el dedo sobre la llaga.

Isabel Allende:
Si El amor en los tiempos del cólera, uno de los libros más maravillosos de Gabriel García Márquez, lo hubiera escrito una mujer, quizá lo hubieran tachado de romántico y femenino. Muchas han rebajado el nivel sentimental de sus libros por temor a que los críticos las tacharan de blandas.

Me da rabia que cuando se habla de literatura a secas se asume que está escrita por un hombre blanco. Y todo lo demás necesita adjetivos: literatura infantil, literatura china, literatura femenina... Mucha crítica es terriblemente machista. Siendo mujer es más difícil ser publicada, ser tenida en serio, ser estudiada en las universidades
.

Ángeles Caso:
Los hombres son los que marcan la pauta de la cultura. El problema es que nosotras nos hemos dejado atrapar en esa trampa porque, presumiblemente, la mirada valiosa es la de ellos. Pero me niego a que por ver el mundo como mujer mi literatura sea considerada noña, cursi y sentimental.

Cuando publiqué mi primer libro, una persona muy conocida en el mundo del rock, nada sospechosa de conservadurismo, me dijo que por norma no leía libros de mujeres. Eso es un prejuicio tan absurdo como si yo dijera lo contrario. Pero un hombre puede decir estas cosas y nadie se rasga las vestiduras.

Bueno, pues ahí va mi propia experiencia: Yo debuté en el año 2003 con una novela de alto contenido erótico, La vida en cuarto menguante. Como ya sabréis los que soléis pasar por aquí, narra la historia de amor entre una mujer madura acomodada y un pescador de veintidós años que se prostituye para completar sus magros ingresos. El libro funcionó muy bien dentro del ámbito de distribución de una editorial modesta, aunque de trayectoria honesta y reconocido prestigio, como es Onagro (antes Zócalo). Quienes más lo leyeron y se entusiasmaron con él fueron mujeres. Porque la mayoría de los hombres - y de eso me di cuenta sobre todo en las ferias del libro - solían ignorar una historia de amor cuya autora era una mujer. Cuando les contaba a los que se detenían ante la caseta, que los personajes eran una cuarentona y un joven que podría ser su hijo, murmuraban una excusa y se iban. O compraban el libro para su esposa, su novia, alguna amiga. Muy pocos se lo llevaban para ellos. Aunque en ferias posteriores, algunos de esos señores se acercaban y me comentaban que su esposa, novia, amiga les había insistido en que leyeran el libro, y que les había gustado. Pero creo que en general, los hombres siguen considerando este tipo de historias como un devaneo femenino. Las fantasías erótico-festivas de una señora madura. Y estoy convencida de que si leen eso mismo – o sea, el amor entre una mujer madura y un hombre joven – narrado por un hombre, seguramente lo considerarán desde el principio literatura de la buena. Pero cuando una mujer escribe sobre ello, su producto tiene muchos boletos para ser tachado a priori de novela rosa y cursi, o incluso de desahogo de mujer insatisfecha.

Por supuesto, no todos los hombres tienen esos prejuicios. Ha habido muchos que han leído La vida en cuarto menguante y mis siguientes novelas porque les apetecía. Mi propio marido, que es mi primer crítico y también el más duro, disfruta con ellas y siempre me ha animado a escribir como escribo. Es decir, dando importancia a los sentimientos desde mi punto de vista, que es el de una mujer. También quiero destacar que han entrado (habéis entrado y seguís haciéndolo) muchos hombres en este blog después de haber leído Días de menta y canela. Pero, por desgracia, sigue habiendo un alto porcentaje que considera la literatura de mujeres como de inferior calidad y piensa, como apunta Ángeles Caso, que nuestro enfoque es cursi y sentimental (¿por qué siempre damos un sentido tan peyorativo a este adjetivo?).

Al igual que aún ocurre en muchos ámbitos de la sociedad (aunque, sin duda, hemos mejorado en las últimas décadas), a las escritoras nos sigue resultando más difícil que nos tomen en serio. Y, ojo, también hay mujeres que tachan de rosa, o directamente de ñoño, lo que escribimos otras mujeres cuando profundizamos en el amor o en los sentimientos en general. Y creo que es cierto lo que afirma Isabel Allende, de que muchas autoras rebajan el nivel sentimental de sus novelas para que sus libros entren dentro de la categoría de la literatura considerada "seria". Como si el amor, el erotismo, los sentimientos en general, no fueran algo muy serio. ¿Acaso no son el motor de nuestras vidas y lo que nos hace seguir adelante cuando las cosas vienen mal dadas? Entonces, ¿por qué avergonzarnos de ser como somos y de escribir como escribimos? Yo, desde luego, no creo que las escritoras debamos adoptar estereotipos masculinos para que nos respeten. Y pienso seguir dando cancha al amor, al erotismo y a los sentimientos en mis historias. Y si eso es rosa, pues bonito color.

miércoles, 14 de octubre de 2009

LEOTARDOS VERDES

En realidad tenía pensado escribir sobre otra cosa. Pero he leído en El Mundo que hoy se cumplen 50 años de la muerte de Errol Flynn, el actor que mejor lució los leotardos verdes en todo Hollywood y parte del cine mundial. ¿Y cómo no voy a homenajear aquí a ese inolvidable guaperas de estupendas piernas, si hasta le mencioné en La vida en cuarto menguante?

Extracto de La vida en cuarto menguante:

Cuando Pablo irrumpió en la cafetería, mirando a su alrededor con cara de andar buscando a alguien, o de haberse perdido, me acordé de Jesucristo Superstar. La película. No es que Pablo fuera un calco de Ted Neilly, aquel actor guapetón del que nunca más se supo. Pero sí tenía el mismo aire visionario. Los ojos claros, de tono indeciso. Como de no saber si de mayores querían ser verdes o azules. Y la melena barriéndole los hombros en perpetua disyuntiva cromática. Ahora diría que era de color castaño rojizo. Pero aquella tarde debió de iluminarla algún rayo de sol desde una de las ventanas. Porque me pareció rubia. Pablo se acercó a nuestra mesa, me miró y sonrió hasta tocar las orejas con las comisuras de los labios. En la charca de sus ojos chapoteaba un aura de exuberancia mística que le convirtió al instante en Robin Hood. El genuino de Errol Flynn. Sólo que Pablo no llevaba leotardos verdes. Ni arco. A los treinta descubrí que el toque místico de su mirada se debía a que bizquea ligeramente del ojo izquierdo. Pero para reparar en esos detalles, hay que dejar de amar.

Recordemos, pues, a Errol Flynn y sus leotardos verdes en el Robin Hood de 1938 dirigido por Michael Curtiz, para mí la mejor versión de todas las que se han hecho sobre este personaje.

viernes, 9 de octubre de 2009

IMAGINE

Como no me apetece nada comentar el Nobel de la Paz de Obama, prefiero hablar de John Lennon. He oído esta mañana en la radio que hoy, 9 de octubre, habría cumplido sesenta y nueve años. ¿Y si escuchamos en su memoria Imagine, la canción de los soñadores?


jueves, 8 de octubre de 2009

PREMIO NOBEL DE LITERATURA: AND THE WINNER IS...

Han dado del Premio Nobel de Literatura a la escritora alemana, nacida en Rumanía, Herta Müller. No he leído nada de esta señora, así que me abstengo de hacer comentarios sobre su obra. Sólo diré que mi favorito era Philip Roth. No porque creyera especialmente en sus posibilidades. En esto del Nobel nunca sé muy bien por dónde van los tiros. Mi apuesta se debía más bien a que me gusta mucho cómo escribe. Pero ya sé que mis gustos van a su aire. En el supermercado, cuando hay algún producto que me encanta, tarde o temprano lo retiran de las estanterías. Si una temporada busco un tipo concreto de prenda, me dicen en las tiendas que no se lleva. Y si apuesto por un determinado autor que opta a un premio, es casi seguro que se lo darán a otro. Vamos, que si se entera el señor Roth de que hice fuerza mental para que se llevara el Nobel, igual me manda un emisario con el ruego de que por favor deje de gafarle.

(La fotografía de Herta Müller es de AFP y la he tomado e El País. La de Philip Roth es de www.randomhouse.com)

miércoles, 7 de octubre de 2009

DIVAGACIONES Y UNA CITA (EN REALIDAD, DOS)

Estoy leyendo ahora (a un ritmo más lento de lo habitual, porque ando liada y me cuesta encontrar un rato tranquilo para leer) Un jardín de placeres terrenales de Joyce Carol Oates. Es el retrato de una mujer nacida en el seno de una familia empobrecida durante la Gran Depresión, que con astucia logra ascender en la escala social. Me gusta cómo describe Oates las condiciones de vida de aquellos jornaleros que viajaban por el país en camionetas o autobuses cochambrosos para trabajar en la recolecta de frutas u hortalizas, y cómo se recrea en el retrato de los personajes. Hay quien echa en cara a esta autora que es lenta, pero a mí me gusta esa lentitud, que aquí no es falta de ritmo, sino la descripción minuciosa de una época que arrasó muchas vidas. A veces, mientras voy leyendo, me imagino las caras de los personajes como las de los jornaleros que retrató Dorothea Lange durante la Gran Depresión.



Y como soy tan aficionada a subrayar frases o párrafos que me llaman la atención, he encontrado uno que no me voy a privar de citar. En realidad, no pertenece a la novela, sino al postfacio que escribió la autora en 2002 para la reedición de Un jardín de placeres terrenales dentro de la colección Modern Library:

… un trabajo literario es una especie de nido: un nido cuidadosa y arduamente tejido de palabras que incorpora trozos y fragmentos de la vida del escritor dentro de una estructura imaginada, de la misma manera que el nido de un pájaro incluye todo tipo de cosas del mundo que existe más allá de nuestras ventanas, y en él se entretejen de forma ingeniosa.
Todos sabemos que una novela es ficción, pero ¿quién no se ha preguntado alguna vez mientras la lee, cuánto de lo que narra el autor podría estar sacado de su propia vida? Yo antes lo hacía mucho. Confieso ese pecadillo. Y es que cuando el autor, además, es famoso y se conoce su biografía (al menos, la oficial), resulta muy tentador establecer paralelismos entre lo que nos es está contando y lo que creemos que fue su vida.

Con el tiempo, conforme me fui adentrando en esto de escribir, me fui dando cuenta de que las primeras novelas casi siempre son muy autobiográficas y, por suerte, casi nunca son publicadas. Después, cuando por fin nos hemos desahogado de nosotros mismos, nos distanciamos de nuestras vidas y nos ponemos a inventar sin trabas. Aunque, como dice la señora Oates, siempre se van colando fragmentos de nosotros mismos en las historias que tejemos y en sus personajes. A veces, ni nos damos cuenta. Pero ahí están.

Y cuando la novela está en la calle, es cuando les toca a los lectores preguntarse lo que me preguntaba yo antes: si ese parte tan impactante de la novela, o esa escena tan erótica que hace latir el corazón más deprisa, o esa calamidad que golpea a los personajes, está basada en la biografía del autor. Bueno, pues en este punto cito a Alonso Cordel, poeta y profesor de un taller de escritura al que asistí hace años, que siempre nos decía que no hay que diseccionar las novelas para averiguar qué es autobiográfico y qué no, porque les resta misterio y las desvirtúa.

Pero, ¿y lo que disfrutamos los lectores siendo morbosillos?

lunes, 5 de octubre de 2009

RECORDANDO A MERCEDES SOSA

Recordando a Mercedes Sosa (aquí con Horacio Guaraní) y un puñadito de sueños de la edad de la inocencia.

viernes, 2 de octubre de 2009

AY, ESOS MÓVILES

Últimamente, la gente nos metemos con el móvil encendido a todas partes. Y luego pasa lo que pasa. Que el artefacto suena a todo volumen en el momento y el lugar más inoportuno. En un concierto, dentro de la consulta del médico, en mitad de un entierro, cuando visitamos a un enfermo en el hospital, o incluso en el teatro. Como ocurrió el otro día en la obra que representa el cachas Hugh Jackman en Broadway (link artículo), junto a otro cachas algo más bajito: el chico Bond Daniel Craig. Al sonar el teléfono, Jackman pilló un rebote épico porque ese chisme le estaba chafando su escena de gloria y se encaró con el dueño del móvil, que prefirió mantenerse achantado por si las moscas.

Me imagino al señor rojo como un tomate y encogido cual gusanillo en la butaca, mientras sus manos apagan el teléfono a escondidas para que nadie descubra que él es el culpable de la interrupción. Seguro que la próxima vez que vaya al teatro, se acordará de apagar el móvil o de ponerlo en silencio.

martes, 29 de septiembre de 2009

30 AÑOS DE TRICICLE

De vez en cuando, los periódicos incluso traen noticias para sonreír. O para reír. Risa de la buena. Como la noticia que dice (El País) que este año se cumple el trigésimo aniversario del grupo TRICICLE. Y que lo celebrarán con un nuevo gag en el que repasan su historia, además sacarán la "enciclopedia TRICICLE" y repondrán Garrick en el Poliorama de Barcelona, espectáculo que incluirá al final ese nuevo gag recopilatorio.

Espero que preparen también una gira como aquella que celebraba los 25 Años. Y si no, habrá que hacer lo posible por verles en Barcelona. Porque reírse a mandíbula batiente con estos chicos quita las penas.

miércoles, 23 de septiembre de 2009

A PROPÓSITO DE SAN PHOTOSHOP

He leído hoy en El Mundo digital que en Francia han propuesto una ley “para luchar contra lo que consideran una imagen deformada del cuerpo de las mujeres”. La parlamentaria Valérie Boyer y otros cincuenta compañeros de armas han presentado una propuesta de ley para que en el futuro, cuando se publiquen en cualquier medio fotos alteradas por la varita mágica de San Photoshop, éstas lleven una advertencia que diga: “Fotografía retocada para modificar la apariencia física de una persona”. Y lo primero que me viene a la cabeza es: ¿Merece algo tan frívolo como el Photoshop que se le dedique una ley que regule su utilización?

A priori, a mí el Photoshop no me parece tan terrible. Al menos, si se aplica con mesura. Cuando me decido a ir hacerme una foto de estudio con miras a la solapa de un libro, siempre agradezco que el fotógrafo, un chaval muy profesional y motivado, le pase un poquito de Photoshop al resultado final. No me quita veinte años, ni siquiera dos; tampoco me convierte en alguien que no soy, pero la fotografía luce más bonita y el libro lo agradece.

Claro, otra cosa son esas fotos más que retocadas que publican algunas revistas del “corassón”, en las que señoras a punto de traspasar el umbral de la tercera edad lucen más jóvenes que sus hijas veinteañeras, o donde la criatura más voluminosa del mundo acaba convertida en una etérea sílfide y las que ya son guapas parecen diosas recién bajadas del Olimpo. Pero no creo que a estas alturas nos engañen con esos retoques. Siempre seguiremos debatiendo, con mucha maldad, dicho sea de paso, si la Barbie de turno es así o la han pasado por el Photoshop. Y seguiremos concluyendo que la han pasado por el Photoshop, pero además a lo bestia.

Esta historia de avisar que las fotos han sido retocadas me recuerda a las advertencias apocalípticas que adornan los paquetes de cigarrillos. Esas que dicen que fumar es perjudicial para la salud y amenazan al fumador con mil enfermedades y una muerte terrible. Pero los fabricantes siguen produciendo tabaco y vendiéndoselo a los fumadores. El negocio es el negocio. Eso sí: ¿y lo bien que quedan las cajetillas con esos avisos? ¿Y lo limpia que tienen la conciencia los que discurrieron esa medida? Y además, sin despeinarse ni un pelo, porque siempre es más fácil detenerse en la superficie que meterse en honduras. Pues igual de a gusto se van a quedar los promotores de esta ley para regular el uso del Photoshop, si es que prospera. No servirá para nada, y las que convierten esos cuerpos tuneados en ejemplos a seguir, lo harán igual que antes. Pero los artífices de la ley quedarán como reyes.

Y seguro que una ley tan lucidora llegará tarde o temprano a España. Pero que sepan que aquí los de a pie, o las de a pie, porque las mujeres somos más malas para estas cosas, seguiremos afirmando en las conversaciones, sin necesidad de que las fotografías vengan acompañadas de advertencias superfluas, que fulana o mengana ha sido retocada con Photoshop porque al natural es un adefesio de lo peorcito. Y nos sentiremos reconfortadas en nuestra infinita maldad. Porque cuando pensamos que los ricos y famosos y guapos también tienen sus miserias, las nuestras se vuelven más llevaderas.


martes, 22 de septiembre de 2009

CITA

Esta frase de Gabriel García Márquez la leí el domingo en XL Semanal, en un artículo que habla de la biografía "definitiva" del escritor colombiano: Gabriel García Márquez, una vida, escrita por Gerald Martin y que será publicada en Debate.

Todos tenemos tres vidas: la pública, la privada y la secreta.

Por cierto, bonito estudio el de GGM. Envidio lo ordenadito que lo tiene. El mío está invadido por hordas feroces de libros, manuscritos que voy imprimiendo para revisar, carpetas donde guardo la documentación que recopilo para las novelas y algún que otro trasto inútil. Un desastre lo mío.

(La fotografía de Marcelo Salinas la he tomado de XL Semanal).

sábado, 19 de septiembre de 2009

MÚSICA Y POESÍA PARA EL FIN DE SEMANA

Hoy Alfonsina Storni y Pasión Vega para relajar el fin de semana.

Yo danzaré en alfombra de verdura,
Ten pronto el vino en el cristal sonoro,
Nos beberemos el licor de oro
Celebrando la noche y su frescura.

Yo danzaré como la tierra pura,
Como la tierra yo seré un tesoro,
Y en darme pura no hallaré desdoro,
Que darse es una forma de la Altura.

Yo danzaré para que todo olvides
Y habré de darte la embriaguez que pides
Hasta que Venus pase por los cielos.

Mas algo acaso te será escondido,
Que pagana de un siglo empobrecido
No dejaré caer todos los velos.


miércoles, 16 de septiembre de 2009

¡INMENSO COHEN!



Anoche actuó Leonard Cohen en Zaragoza. No voy a escribir aquí una crónica, porque en Heraldo y en El Periódico de Aragón ya resumen perfectamente un concierto memorable al que asistimos tres mil personas. Fue impresionante ver sobre un escenario a este señor de setenta y cinco años, que parecía hallarse en perfecta forma física y vocal, entregándose al máximo durante tres horas. Sin dar muestras de cansancio en ningún momento. Como él mismo dijo (más o menos): “No sabemos cuándo nos volveremos a ver, así que hoy vamos a darlo todo”. Y lo dieron todo él, las chicas del coro y los músicos, que eran todos buenísimos. El guitarrista zaragozano, Javier Mas, es un monstruo. No me extraña que Cohen hiciera lo posible por ficharle, según leí en un periódico.

Fue sencillamente sublime oír a Cohen cantar en directo las canciones de mi adolescencia: Suzanne, So Long, Marianne, Like a Bird on a Wire… y también las más recientes. Cuando cantó First We Take Manhattan, ya en los bises, todos nos pusimos en pie y los más lanzados corrieron a colocarse delante del escenario, donde acabaron apretujados como sardinas en lata. Los flashes de las cámaras surcaban el pabellón como racimos de relámpagos.

Sencillamente sublime. Y es que los artistas de verdad como él se crecen sobre el escenario, un sitio peligroso para los mediocres porque deja al descubierto sus limitaciones.

¡Inmenso Cohen!

martes, 15 de septiembre de 2009

"DIRTY DANCER"

Hoy viene en los periódicos la noticia del fallecimiento de Patrick Swayze, el actor y bailarín que fue ídolo de jovencitas - y no tan jovencitas - en la década de los ochenta. Yo no llegué a ser admiradora suya porque no era mi tipo, aunque me caía bien. Y sin lugar a dudas, tenía un cuerpo serrano que alegraba la pestaña. Sobre todo en Dirty Dancing. Ay, ese salto felino desde el escenario al final de la película...

Me ha dado mucha pena leer que le detectaron el cáncer de páncreas justo cuando volvían a irle bien las cosas, después de una larga temporada de fracasos y alcohol. Ya se que la muerte no pregunta si llega en buen momento o no. Pero... menuda putada.


¡Y ESTA NOCHE VIENE LEONARDO!

domingo, 13 de septiembre de 2009

SIN PERDÓN

Anoche echaron en la tele Sin Perdón de Clint Eastwood. Es una de esas películas que no me cansaría de ver una y otra vez. Por muchas razones. Por la historia. Por la interpretación de los actores. Por su impresionante sobriedad de tragedia shakespeareana. Por los magistrales diálogos. Como ayer cenamos fuera y no me acordé de ponerla a grabar, sólo pude ver un trozo al final. No importa. Volverán a programarla.

Hay una frase que me impresionó cuando vi la película por primera vez. Y las siguientes, también. Es cuando el Duro Clint le dice al aprendiz de pistolero eso de "Matar a un hombre es algo muy duro. Le quitas todo lo que tiene y todo lo que podría tener". Siempre me ha parecido un pedazo de frase dentro de una gran película. De esas frases envidiables que me gustaría haber escrito en alguna de mis novelas.


jueves, 10 de septiembre de 2009

POR SEPTIEMBRE

Cuelgo hoy este poema de Luis García Montero que ha enviado Samuel. Gracias de nuevo.

Por septiembre...

Por septiembre
se te llenan de sótanos los labios
y es relativo el cielo
después de haberte visto preguntarle a la vida.
Pero también el cielo,
arrugado y preciso
como tu cazadora adolescente,
quiere estar entreabierto,
brillar recién amado,
descansando en la hierba
el peso de su larga cabellera de nubes.

Por septiembre
se te llenan de humo los síes en la boca.

Y como seguimos en septiembre, añado Le vingt-deux de septembre de Georges Brassens.

miércoles, 9 de septiembre de 2009

DE NUEVO LARSSON



¡Pero qué vaga estoy todavía! Aunque este comienzo de septiembre presente todas las propiedades habituales de este mes, o sea, síndrome postvacacional, invasión de fascículos, vuelta al cole, avalancha de novedades literarias en las librerías, peleas de famosuel@s…, el maldito calor persiste y le quita a una las ganas de tener ganas, como dicen los admirados chicos de Gomaespuma.

Así que, seguiré hablando de Stieg Larsson, que da mucho de sí. Ahora ha sido galardonado por el Consejo General del Poder Judicial con el V premio a la labor más destacada contra la violencia de género. Premio que vendrá a recoger a España la que fue su pareja,
Eva Gabrielsson.

Artículo en El País

Y digo lo mismo de siempre: lástima que el pobre hombre no pueda disfrutar de su grandísimo éxito. Si hasta el mismísimo Mario Vargas Llosa dedicó el pasado domingo a Millenium un extenso artículo lleno de entusiasmo en El País.

Artículo de Vargas Llosa

Para mí (entiéndase que esto es mi opinión subjetiva), el mejor libro de la trilogía sigue siendo el primero, que me leí con auténtico frenesí en un fin de semana durante el que no hice caso a nadie, y cuando lo terminé me había convertido en otra fan más de Larsson. Es una pena que con el segundo me quedara más bien fría. Y ahora ando por algo más de la mitad del tercero y se me está haciendo pesado. Demasiados personajes con nombres muy parecidos. Demasiadas descripciones y explicaciones tediosas con exceso de longitud. Demasiadas reuniones de los periodistas de Millenium y de fuerzas del orden, que son reproducidas con un detalle abrumador para mi gusto. Y no cuento más para no chafar el libro a quien no lo haya leído aún, o esté ahora en ello.

No digo que La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina y La reina en el palacio de las corrientes de aire no sean novelas entretenidas, que lo son. Y sigo admirando la rica imaginación de Larsson. Pero para nada me han despertado el entusiasmo de Los hombres que no amaban a las mujeres. Yo me habría quedado tan a gusto leyendo sólo el primer libro (eso sí: sin ese epílogo dedicado a la Salander). Me da la impresión de que la fórmula (una fórmula excelente, por otro lado) no daba para tantas entregas. Y dicho esto, espero que no me lapiden los superfans de Millenium.

Por cierto, estoy disfrutando más leyendo a Larsson en alemán que en español. No sé si se debe a la traducción, o a que el alemán parece pegarles más a unos personajes suecos, pero el caso es que empatizo más con Blomqvist, Sallander y compañía hablando en alemán. ¡Qué cosas!


El vídeo de hoy no tiene nada que ver con el contenido del post, pero me apetecía colgar algo de Miles Davis, un señor cuya música a veces me pone de los nervios y otras me parece sublime, según el grado de desmelene al que se entregue el caballero. El tema es Blue in Green del álbum Kind of Blue, que Davis grabó hace "sólo" cincuenta años con “Cannonball” Adderley, John Coltrane y Bill Evans, entre otros. Música ideal para escuchar con nocturnidad (pero sin alevosía).

sábado, 5 de septiembre de 2009

¡PERO QUÉ PEREZA DA SEPTIEMBRE!

Últimamente me da mucha pereza el mes de septiembre con sus rituales, a veces un poco tontos, que se repiten cada año. Primero viene el trago de volver a habituarnos a la rutina de siempre después de las vacaciones. Algo que sería normal y llevadero si en este mes no nos dieran tanto la brasa con el dichoso “síndrome postvacacional”. ¡Qué manía con los síndromes! Como si fuera algo patológico que nos acordemos con pesar del viajecito que hicimos en agosto, o de los días de vagancia que pasamos en la playa o en el pueblo. ¿No es perfectamente normal que a los seres humanos nos guste más la buena vida que estresarnos trabajando? Pues que nos dejen rumiar el mal humor tranquilos, sin sacarnos los colores con un síndrome tan tonto.

Luego está el ritual de esos fascículos rarísimos que inundan los kioskos en cuanto llega septiembre. Colecciones de instrumentos en miniatura, vajillas de porcelana con la imagen de una gatita que gusta mucho a las niñas (lo juro; he visto esta mañana el fascículo de las tazas para el desayuno), grandes batallas de la historia, cursos de inglés o de baile de salón, casitas de muñecas. Casi todos estos coleccionables desaparecen como por arte de magia pocas semanas después de su aparición. ¿Habrá alguien en el mundo mundial que siga comprándolos después de la tercera o cuarta entrega? Yo no conozco a nadie.

También me agobia lo suyo la publicidad de la vuelta al cole, con esos niñitos vestidos como para desfilar en una pasarela de cursis. No sé, será que estoy desentrenada porque mi hijo hace años que dejó de ser niño, pero viendo los anuncios de la vuelta al cole en los grandes almacenes, me pregunto si habrá alguien en el mundo mundial que envíe a sus criaturas al colegio de esa guisa.

Y para completar la hartazón, este año está la matraca de la gripe A, informándonos y contando muertos en un tono catastrofista que pone los pelos de punta y recuerda a esa película sobre el ébola que interpretó Dustin Hoffman en horas bajas. Si tan mala va a ser esta gripe, no creo que nos protejan de la pandemia sacando a todas horas en los telediarios el proceso de fabricación de los antivirales y las imágenes de gente ataviada con mascarillas. Eso sólo sirve para asustar.

Menos mal que ahí están Belén Esteban y la Campanario para amenizarnos este mes tan raro con sus escaramuzas. Encima ahora, para mantenerse al día de tan instructivas refriegas, ya no hace falta ni comprarse las revistas del corazón o empaparse de Hola y Lecturas en la peluquería, porque en los periódicos y las televisiones siempre hay algún rinconcito destinado a hablar de sus peleas. Lo que cunden estas chicas.

¡Pero qué pereza me da septiembre!

(Y para que no sea todo frivolidad, cuelgo la versión de Django Reinhardt de September Song:)

lunes, 31 de agosto de 2009

ON THE ROAD AGAIN

Ya estoy de regreso después un mes entero en “off”. Hay que ver lo corto que se hace agosto. Nos pasamos julio tachando los días que faltan para irnos de vacaciones y luego se pasan en un suspiro. En fin, qué le vamos a hacer. We are on the road again.

Este año mis vacaciones han sido de playa y descanso, por lo que vengo con las pilas bien cargadas. He disfrutado del sano deporte de “hamaca-reading” con vistas al Mediterráneo, que me ha permitido reducir la pila de libros pendientes de leer. He hecho “tumbing” en la playa y he cuidado el estómago comiendo cosas ricas. Pero no sólo he hecho el vago. También he nadado en una estupenda piscina de agua salada (soy nadadora de corralito y no me atrevo a adentrarme en el mar). Y, para no ser original, porque eso de ser original al final resulta ser una vulgaridad, este verano me he echado al cuerpo – mejor dicho, a la mente – la segunda entrega de Millenium de Stieg Larsson, La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina. Aunque confieso que me ha decepcionado comparada con la primera, que me tuvo enganchadísima todo un fin de semana. Cierto que el arranque de Los hombres que no amaban a las mujeres también es lento (creo que los comienzos no eran el fuerte de Larsson), pero es que en la segunda entrega es muy lento y cuenta cosas que son irrelevantes para el resto de la trama. Y en contraste con la complejidad de personajes que ofrece el primer tomo, con las enrevesadas relaciones entre ellos y los siniestros pasados que van saliendo a la luz, el modo en que Larsson desarrolla la trama en el segundo libro me pareció muy deslavazado. A veces hasta tuve la impresión de que todo resulta un poco traído por los pelos. Pese a lo dicho, me lo leí muy a gusto en mi hamaca, aunque no me despertó la sana envidia que sentí ante Los hombres que no amaban a las mujeres y creo que no alcanza la calidad del primero. Pero ya se sabe que esto es cuestión de gustos, como todo. Conozco a gente que prefiere el segundo libro al primero.

De todos modos, durante las vacaciones entré en una librería de Girona (cuando voy de viaje, no puedo pasar por delante de una librería sin meterme a curiosear) y lo primero que vi fue el habitual tenderete Larsson, con la diferencia de que aquí también tenían ejemplares en alemán. Acabé sucumbiendo y adquirí La reina en el palacio de las corrientes de aire, que en alemán se llama Vergebung (Absolución). Qué capacidad de síntesis, ¿no? Los títulos de las entregas anteriores son Verblendung (Obcecación) y Verdammnis (Perdición). Desde luego, no hay nada como la concisión. Y no como aquí, con esos títulos kilométricos que les han puesto, que antes de pedirle un ejemplar de Millenium al librero, tenemos que inspirar muy hondo por si nos quedamos sin aire a mitad. Bueno, de momento, este tercer libro arranca con más brío que los anteriores y me está gustando más que el segundo. Veamos en qué queda.

Ah, y una recomendación de final de verano: Un asesino irresistible de Juan Bolea, la cuarta entrega de la serie de la investigadora Martina de Santo. A mí me tuvo estas vacaciones enganchadita en mi hamaca. Es un libro muy bien escrito, entretenido y con una intriga muy bien pergeñada, como todas las de Bolea. De los que gustan a todo tipo de lectores.


¡Feliz rentrée a tod@s!

sábado, 1 de agosto de 2009

CERRADO POR DESCANSO ESTIVAL

Cierro el blog durante este mes de agosto para reabrirlo en septiembre con las pilas bien cargadas. Y me despido con un sensual bolero de Benny Moré, de esos que sugieren bailes agarraditos en noches tropicales bajo la sonrisa de la luna llena.

Nos leemos en septiembre.

Sed buenos... pero no demasiado.