lunes, 25 de octubre de 2010

CITA PARA TIEMPOS DE CORRECCIÓN POLÍTICA

Una cita de Arturo Pérez-Reverte para estos tiempos en los que a veces pretendemos ser tan políticamente correctos cuando hablamos, que rizamos el rizo de las palabras y nos volvemos timoratos (por no decir bobos):

Lo despectivo no está en las palabras, sino en la intención con que éstas se utilizan. La buena o mala leche del usuario.

Enlace del artículo completo

En la ilustración: el políticamente incorrecto Capitán Haddock de Tintín. Eran otros tiempos. Hoy en día habrían pedido la retirada del cómic los vendedores de guano por sentirse ofendidos como gremio, los caníbales por alusiones racistas y los ectoplasmas... ¿de qué se quejarían los ectoplasmas?

miércoles, 20 de octubre de 2010

FERNANDO LALANA Y EL CERVANTES CHICO

El escritor aragonés Fernando Lalana ha obtenido el Premio Cervantes Chico 2010. Es autor de más de 80 libros y ya recibió en 1991 el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil.

Desde aquí, enhorabuena a Fernando por este nuevo reconocimiento.

(La fotografía la he tomado de la página del autor: www.fernandolalana.com)

martes, 19 de octubre de 2010

EL MOMENTO DE UN LIBRO

(Mujer leyendo de Pierre-Auguste Renoir)

Entre los comentarios que hemos intercambiado a raíz de la concesión del premio Nobel a Mario Vargas Llosa ha surgido un tema que, creo, merece una entrada propia: el momento de un libro.


Y es que para cada libro hay en nuestras vidas un momento mágico. El período de nuestra existencia en el que recibiremos una determinada historia con los brazos abiertos y le daremos una oportunidad para que nos guste. Y también están los momentos contrarios. La temporada chunga en la que todo nos sale mal, o estamos de bajón anímico, o simplemente con predisposición negativa hacia todo, y no nos entra por el ojo lo que nos cuenta determinado escritor, ni nos seduce su modo de narrar. A mí eso me ocurrió hace años con El siglo de las luces de Alejo Carpentier. La primera vez que intenté leerlo, a los veintipocos años, me aburrí soberanamente y no pasé de la página doce. En el segundo intento, ya en la treintena, me propuse leerlo hasta el final y la novela acabó hechizándome tanto que me dio pena acabarla. El libro era el mismo, pero no el momento vital que atravesaba yo, ni mi forma de ver las cosas, que había cambiado de una década a otra.


Los libros son como las personas. Con algunos tenemos química favorable, mientras con otros siempre será adversa, hagamos lo que hagamos. Pero incluso los libro que a priori nos podrían gustar por su temática y por su estilo, nos caerán fatal si nos acercamos a ellos en un mal momento. Igual que tantas personas a las que conocemos en un mal día y con las que ya será muy difícil entablar una buena relación después del mal comienzo, aunque podríamos haber congeniado.

jueves, 7 de octubre de 2010

AND THE WINNER IS...

El premio Nobel de este año ha sido para Mario Vargas Llosa, cuyo nombre no aparecía en las quinielas que suelen barajar los medios desde varios días antes. ¿Qué voy a comentar a estas alturas? Pues que me alegro, porque el premio ha ido a un autor que escribe en castellano (veinte años después de que se lo dieran a Octavio Paz), porque Vargas Llosa es muy bueno, porque siempre me han gustado sus novelas y porque después de tantas veces en las que se había quedado fuera, se lo merece.
(La fotografía es de Cristobal Manuel y la he tomado de El País)

lunes, 4 de octubre de 2010

BOTES QUE REMAN CONTRA LA CORRIENTE

Acabo de terminar El hotel New Hampshire de John Irving, que narra la historia de la familia Berry, de un viejo oso que atiende por el nombre de Estado de Maine, de su dueño, un judío austriaco llamado Freud, más un montón de personajes pintorescos a cual más estrafalario, teniendo como telón de fondo varios hoteles llamados New Hampshire. Una novela que reúne todas las características de la narrativa de Irving: personajes raros, situaciones a veces poco creíbles, pasajes que se tornan algo densos y, cómo no, un adolescente que es iniciado en el sexo por una mujer mayor que él. Pero… como Irving es un narrador de primera, siempre acabo perdonándole los caminos tortuosos por los que lleva sus historias y leo sus novelas enganchadísima hasta la última línea.

Sin embargo, no pensaba hablar hoy de Irving sino de finales. Concretamente de un final al que Irving hace referencia varias veces en este libro. El de El gran Gatsby de F. Scott Fitzgerald, la novela que una estrafalaria radical de izquierdas austriaca lee en alemán a los hijos de la familia Berry en el Hotel New Hampshire de Viena. El final que evoca el personaje de Lilly, la niña que deja de crecer a los once años y se convierte en una escritora torturada por no creerse a la altura de lo que se espera de su literatura.

Porque dar con un buen final para una novela es tan difícil como hallar un comienzo que agarre al lector por el cuello y no lo suelte. Hay finales tristes que nos dejan con un nudo en el estómago, aunque después concluyamos que la historia no podía acabar de otro modo. Hay finales felices que nos reconfortan, porque nos resarcen de las frustraciones de la vida real. Los hay abiertos, que dejan en manos del lector el camino a tomar. Y luego están los que cierran las historias poniéndoles un broche de oro y esmeraldas. Los que resuenan una y otra vez en nuestra memoria con la tenacidad de un eco inextinguible. Los finales que envidiamos todos los que nos empeñamos en inventarnos vidas paralelas. Finales como el de El Gran Gatsby, una de las mejores novelas cortas que he leído jamás.

(En la fotografía: Robert Redford y Mia Farrow en a película homónima de 1974, dirigida por Jack Clayton)

Gatsby creía en la luz verde, el orgiástico futuro que, año tras año, aparece ante nosotros. Nos esquiva, pero no importa; mañana correremos más deprisa, abriremos los brazos, y… un buen día…
Y así vamos adelante, botes que reman contra la corriente, incesantemente arrastrados hacia el pasado.

Gatsby believed in the green light, the orgiastic future that year by year recedes before us. It eluded us then, but that’s no matter – tomorrow we will run faster, stretch out our arms further… And one fine morning…
So we beat on, boats against the current, borne back ceaselessly into the past.