martes, 31 de agosto de 2010

AMARCORD

Estoy estos días en plan de desempolvar a Fellini y Nino Rota. Hoy cuelgo aquí dos escenas de Amarcord, esa obra maestra del cine.

Primera escena: la de los zangolotinos bailando y soñando en el hotel vacío entre la ventisca:


Segunda escena: la del pueblo al completo - con su acordeonista, la más guapa del lugar, el ligón de cabello engominado y todos los notables - que se hace a la mar en botes para saludar al transatlántico Rex a su paso por la costa. Y, como suele ocurrir con lo que deseamos en la vida con tanta intensidad que hasta nos duele, el transatlántico pasa de largo llevándose sus lucecitas brillantes, que representan cada uno de los pequeños sueños de cada habitante del pueblecito costero.

viernes, 27 de agosto de 2010

UN POCO DE FRESCURICA

Hoy un poco de frescurica para combatir los rigores del calor, aunque sea con la imaginación. ¡Vaya nochecita de bochorno que nos hizo ayer! ¿Quién no se bañaría al estilo de la Ekberg en la Fontana di Trevi - o en las fuentes de la Plaza del Pilar, que pillan más a mano? Y si encima tuviéramos a un señor como Marcello Mastroianni admirándonos, mejor todavía.
Sin embargo, la cruda realidad es que nos toca refrescarnos virtualmente con estas imágenes de "La dolce vita".




martes, 24 de agosto de 2010

MALA PATA

Ya estoy de vuelta en casa después de unas vacaciones algo accidentadas y con escayola debido a una caída de esas tontas. Lo que llamamos vulgarmente un "culetazo". Hace dos semanas, llegamos tan contentos al hotel de Rosas, con la idea de disfrutar de la maravillosa playa de la Almadraba, una de esas pocas playas españolas que aún no han sido destrozadas por el cemento y el mal gusto y donde todavía se conserva la esencia de la Costa Brava más pura. Bueno, pues hasta la tarde, todo muy bien. Pero cuando faltaba poco para la hora de cenar, nos dio por salir a andar un poco por los alrededores del hotel. Llovía con moderación, el bar del hotel estaba lleno y se nos ocurrió hacer tiempo en el exterior. Lo justo para que mi marido pudiera fumarse un cigarrillo (ay, ese vicio) y mientras tanto abrieran el restaurante.

¡Craso error! Como llovía menos de lo que pensábamos, en lugar de quedarnos quietos, nos dio por pasear un poco bajo unos pinos. Y ahí fue donde la cagamos, por decirlo del modo más breve y claro. Resbalé con mis sandalias "fashion" (guapísimas, pero peligrosas, como pude comprobar) y me caí de culo, torciéndome el tobillo de paso. En lugar de cena, tocó ir a urgencias, donde se limitaron a inmovilizarme el pie con un vendaje apretado, me dijeron que no apoyara durante 48 horas y que volviera a la semana para quitarme el vendaje.

Cumplí a rajatabla lo de las 48 horas y al tercer día empecé a apoyar el pie con la ayuda de las muletas. Dolía, sí, pero pensé que era normal. Al fin y al cabo, los esquinces y las torceduras suelen doler, me decía, y seguía insistiendo en lo de caminar. Pero cuando, expirado el plazo, fuimos a que me quitaran el vendaje, llevaba el pie tan hinchado que me mandaron al hospital de Figueras para hacer una radiografía. Diagnóstico: fractura del peroné (a la altura del tobillo) y escayola para mes y medio. Más un chasco monumental, porque en ningún momento había perdido la esperanza de poder bajar algún día a la playa o a la piscina, aunque fuera ya al final de nuestra estancia en Rosas.

Encajado el chasco, la primera idea fue preparar el equipaje y volver a casa, pero tanto los dueños del hotel como el personal fueron tan atentos y amables con nosotros, que decidimos quedarnos. Puesta a desplazarme con muletas hasta en las distancias más cortas, al menos allí teníamos una hermosa vista a la bahía de Rosas, excelente comida y los mimos de la gente del hotel (que fueron todos encantadores, como nunca me cansaré de repetir).


Ahora estoy en casa al estilo de James Stewart en La ventana indiscreta, pero con menos tramo de escayola (afortunadamente) y sin patio interior de esos cotillos para espiar a los vecinos, así que no creo que de este infortunio salga una historia hitchcockiana. Con las articulaciones de los brazos doloridas por el uso de las muletas (nunca habría pensado que cueste tanto aprender a usar esos chismes; a mí se me da fatal), un botín de escayola que pesa un quintal y contando los días como esos presidiarios que van pintando rayitas en la sucia pared de su celda (es un decir; las paredes de casa están intactas).

Y esto es lo que hay. Aprovecharé el tiempo de reposo forzado para avanzar con mi novela usando el portátil, leeré los libros que tengo pendientes (muy pocos, porque estos días de "postración" estoy leyendo mucho) y me asomaré de vez en cuando a esta casa.

Por cierto, de los libros que he leído este verano, recomiendo encarecidamente:

La luna roja
, de Luis Leante (a este autor lo descubrí con Mira si yo te querré. Esta es la segunda novela suya que leo y, desde luego, no será la última).

También me ha gustado mucho La cinta roja de Carmen Posadas, una novela muy bien documentada que se desarrolla durante los años de la Revolución Francesa.

Como sin duda devoraré más libros, seguiré comentando.

domingo, 1 de agosto de 2010

DESCANSITO VERANIEGO

Como todos los años por estas fechas, bajo la persiana del chiringuito y me tomo un descanso de blog hasta septiembre. Portaos bien este verano (pero no demasiado, que gamberrear un poquito es bueno para la salud) y nos veremos por estos lares en septiembre. Mientras tanto, os dejo en compañía de Fred Astaire y Ginger Rogers en Flying Down to Rio. No es que vaya a volar a Río de Janeiro ni mucho menos (ya me gustaría, ya), pero es que este número tan kitsch de los aviones que sobrevuelan la ciudad, mientras sobre sus alas montones de chicas modernas (de la época, claro) hacen acrobacias y cantan y el fideo de Fred Astaire canta y da pasos de baile en tierra bajo la mirada atenta de señores regordetes en bermudas y calcetines hasta la rodilla... pues ¿qué voy a decir? Me priva esta escena y su música me llena de optimismo estival. Una es que tiene sus perversiones inconfesables, como la de disfrutar con las viejas películas de Fred y Ginger.

Au revoir.