Confiemos en que no prospere esta cutrez, o al menos, que la tripulación del avión vaya bien provista de cambio.
Este blog nació para hablar de un libro, pero ha crecido y ahora le apetece hablar de todo un poco
viernes, 27 de febrero de 2009
CUTRECES
Confiemos en que no prospere esta cutrez, o al menos, que la tripulación del avión vaya bien provista de cambio.
jueves, 26 de febrero de 2009
EL DURO CLINT
lunes, 23 de febrero de 2009
CAMINANTE NO HAY CAMINO, SE HACE CAMINO AL ANDAR
domingo, 22 de febrero de 2009
EL 23-F Y LAS PATATAS BRAVAS
Hay acontecimientos que marcan a generaciones enteras, ya sea debido a su carácter optimista o, por el contrario, a sus consecuencias trágicas. Tanto nos marcan, que al cabo de los años aún somos capaces de recordar dónde nos encontrábamos y qué hacíamos cuando el primer hombre pisó la luna, cuando aquellos dos aviones se incrustaron en las Torres Gemelas, cuando estallaron aquellas bombas en los trenes de cercanías de Madrid y destrozaron la vida de tantas personas…
¿Y el 23-F?
Yo viví el intento de golpe de estado en Valencia. Y siempre asociaré la tarde del 23-F a las patatas bravas. Mi marido, que entonces aún no lo era, se acababa de licenciar en la mili y lo estábamos celebrando los dos con una merendola en un bar llamado La Tierra. Creo recordar que estaba por la calle Emilio Baró. Justo andábamos hincándoles el diente a unas deliciosas patatas picantes cubiertas de mayonesa y tomate (había más tapas sobre la mesa, pero sólo recuerdo las bravas) cuando entró un hombre en el local, alteradísimo y voceando que la Guardia Civil había tomado con armas el Congreso de Diputados. En el bar se hizo un silencio sepulcral, como suele decirse siempre. A nosotros las papas se nos quedaron literalmente atravesadas en la garganta.
Como éramos muy jóvenes, muy inconscientes y no podíamos creer que algo así estuviera ocurriendo cuando nuestro país empezaba a sacudirse la caspa de la dictadura, nos subimos al Fiesta y fuimos al centro. Vimos pocos coches particulares por la calle, pero sí muchos vehículos de la Guardia Civil y del ejército patrullando y proclamando desde los altavoces el toque de queda. Por las aceras corrían unos cuantos peatones con cara de estar tan asustados como nosotros. Tardamos bien poco en dar media vuelta e irnos a mi casa, de donde no nos movimos ni para asomarnos a la ventana. A lo largo de la noche, nos enteramos de que los tanques habían tomado Valencia. Mi padre volvió hacia medianoche del trabajo, en una empresa situada en un pueblo de Valencia, y se encontró de lleno con el cerco de tanques en Primado Reig. El pobre entró en casa desencajado y pálido como un espectro.
Afortunadamente, lo que pudo haber devuelto a nuestro país a las catacumbas de las que empezaba a salir, ahora lo recordamos como la bufonada de un grotesco personaje tocado con mostacho y tricornio charolado y su famoso “¡Se sienten, coño!”. Pero, ¡qué miedo pasamos entonces! ¡Y qué miedo retrospectivo entra al pensar en lo que pudo haber ocurrido aquel día, del que mañana se cumple un nuevo aniversario, y cómo estaríamos ahora de haber triunfado el golpe!
viernes, 20 de febrero de 2009
SOBREVIVIRÉÉÉÉ
martes, 17 de febrero de 2009
JE T'AIME MOI NON PLUS
El otro día leí en Heraldo de Aragón que se cumplen cuarenta años del lanzamiento de la canción “pecaminosa” por excelencia: Je t’aime moi non plus, que grabó Jane Birkin con el feo muy feo Serge Gainsbourg, su pareja por entonces.
Aquí el link del artículo.
Cuando salió Je t’aime moi non plus, yo tenía diez tiernos añitos y era muy inocentona (como solíamos ser las niñas de los sesenta), pero por el modo en que los adultos hablaban de esta canción cuando pensaban que las criaturas no nos enterábamos, por la expresión pícara que iluminaba sus rostros, desde el principio intuí que había algo muy pecaminoso en esos suspiros rítmicos y esa voz masculina que susurraba desde la caverna de la garganta Je t’aime, oui, je t’aime al ritmo de una música envolvente y tórrida. Más adelante, cuando tuve edad para ir a los bailes del instituto, o “Fêtes”, como los llamábamos en Alemania, el Je t’aime moi non plus adquirió significado propio. Era una de las canciones que los chicos esperaban como buitres para bailar “pegados”, como cantaba Sergio Dalma (otras muy solicitadas eran Mami Blue y Suzanne de los Pop Tops y la maravillosa Angie de los Rolling Stones, sus satánicas majestades). Cuando el pinchadiscos elegía Je t’aime…, los chicos se transformaban en pulpos de manos ágiles y la misión de las chicas era clavarles los codos para mantener las distancias. Aunque, en honor a la verdad, hay que confesar que si el chico nos gustaba, lo de clavarle los codos era una acción más bien simbólica que se ejercía por cumplir. Y semejantes combates se libraban en los bailes de medio mundo teniendo como fondo los suspiritos de la Birkin y los susurros del feo muy feo Gainsbourg.
No sé si hoy en día una canción así despertaría tanto morbo como entonces. Pero escuchándola ahora por YouTube con cierta nostalgia carrozona, creo que Je t’aime moi no plus sigue teniendo su aquel.
lunes, 16 de febrero de 2009
GRACIAS A TOD@S
viernes, 13 de febrero de 2009
SAN VALENTÍÍÍÍÍN
Para acabar, la escena final de Tú y yo. (Aviso: si alguien no ha visto esta película y pretende hacerlo, mejor que no reproduzca el video, porque le estropearé la gracia).
martes, 10 de febrero de 2009
EL LIBRO ELECTRÓNICO
Extracto del artículo El libro electrónico ya sabe hablar aparecido en El País a propósito de la presentación del Kindle2:
Antes había alimentado todo tipo de rumores, entre ellos, que el aparato se iba a doblar como un libro. Sin embargo, Bezos dejó claro al mostrarlo públicamente que físicamente aún no se dobla nada. En realidad, para el común de los mortales, el Kindle y el Kindle2 resultan parecidos, tanto físicamente como en lo relativo a sus capacidades. La única gran variante respecto al primer Kindle, que inauguró la era del eBook en diciembre de 2007, es que el Kindle2 habla: además de leerse, puede escucharse como un libro sonoro. Además, tiene una aplicación nueva, el Whispersync, que permitirá, en un futuro cercano, sincronizar el aparato con teléfonos móviles.
Yo, la verdad, no sé qué pensar de estos chismes. Para la lectura soy muy clásica. Toda la vida he leído libros en el formato tradicional, es decir, con sus hojitas encuadernadas entre dos tapas (duras o blandas, según el formato), su portada más o menos bonita y la sinopsis en la contraportada. Nunca me ha gustado leer textos largos en la pantalla del ordenador, porque se me pone la cabeza como un bombo. Tampoco me ha dado nunca por encargar libros a través de internet. Me gusta comprarlos en una librería, donde puedo curiosear entre los libros “que me llaman”, leer la contraportada, pasar las hojas para hacerles “catas” y después, llevármelos a casa para, una vez allí, sacarlos de la bolsa, abrirlos otra vez con ilusión y ponerles mi nombre y la fecha de la compra. Y ahora, resulta que nos quieren introducir unos cachivaches electrónicos con pantalla que, al parecer, también sirven para navegar por internet y en el futuro, según afirman, podrán ser sincronizados con el teléfono móvil.
En fin, para poder opinar con conocimiento de causa tendré que esperar a tener un e-book en la mano y comprobar cómo funciona realmente. Quién sabe, a lo mejor, me sorprende. También pensé hace años que nunca teclearía un texto literario directamente en el ordenador y ahora ya no me imagino escribiéndolo a mano, o con máquina de escribir. Y decía que no utilizaría teléfono móvil y ahora tecleo los SMS con más rapidez que los adolescentes.
Aunque en esto del libro electrónico, ahora mismo aún tengo muchas dudas y me resisto a dejarme embaucar. El tiempo dirá.
La fotografía es de aquí.
domingo, 8 de febrero de 2009
JOSEPH L. MANKIEWICZ
Entre todas estas películas hay un montón de escenas memorables para elegir como homenaje a uno de mis directores de cine favoritos, pero me he decantado por esta de Cleopatra. Concretamente, cuando la señora hace su majestuosa entrada en Roma. No hay nada como irrumpir en un lugar a lo grande. La discreción es para los demás. Como cantaba la niña María Isabel: Antes muerta que sencilla.
(La fotografía de Mankiewicz es de EFE)
sábado, 7 de febrero de 2009
¿QUÉ SERÁ, SERÁ?
Los editores se ponen en lo peor
(La pintura del señor que lee es el Retrato de Emile Zola de Édouard Manet, 1868, Museo de Orsay)
viernes, 6 de febrero de 2009
CÓMO ESTÁ EL PATIO DE LA LITERATURA
Como no todos podemos ser como John Grisham o Carlos Ruiz Zafón, habrá que echar quinielas o comprar lotería de Navidad en lugar de escribir libros. Lo malo es que a mi nunca me toca nada. Así que, tampoco me veréis el veintidos de diciembre en la tele, dando saltitos llevando en una mano el vaso de plástico lleno de Sidra el Gaitero y en la otra el décimo premiado.
En fin, dicen que el dinero no da la felicidad. Aunque estoy segura de que esta frase se la inventó un millonario.
martes, 3 de febrero de 2009
TAKE A WALK ON THE WILD SIDE
Bueno, pues tras esta disertación, hoy empezaré con la banda sonora de La vida en cuarto menguante. ¿Y quién mejor para ello que Lou Reed y la canción con la que Alma Ferrer cree caminar por el lado salvaje de la vida?
Y para que sepáis de primera mano por qué incluí al ínclito Lou Reed en esta novela, aquí va una pequeña muestra:
Pablo vivía muy cerca del campus. Nos arrastramos hacia su casa con los labios pegados igual que dos lapas en pleno apareamiento. Sólo los separamos un poco, porque nuestra fusión labial impedía a Pablo abrir la puerta. Dentro, el tercer ocupante de la vivienda nos recibió desparramado sobre el sofá de escay raído. Como si hubiera caído desde el piso de arriba por algún agujero en el techo. El salón olía a mugre redestinada y acumulación de porros. Una mesita enana soportaba un tocadiscos donde giraba un LP cachazudo. La voz de Lou Reed se abría paso como podía entre rasponazos y crujidos roncos del único altavoz: Hey babe, take a walk on the wild side…”. Pablo gruñó un saludo al yacente. Este levantó tres dedos de la mano derecha. Así supe que estaba vivo. Atravesamos el aire viciado del salón. Abrimos una puerta. Y tras ella, Lady Marian creyó descubrir bajo los leotardos verdes de Robin Hood el lado salvaje de la vida.
Aunque, ahora que la señora Robinson ya no me parece una vieja amargada, diría que aquello no fue tan salvaje. Pablo era más guapo que fogoso. Su repertorio sexual igual de variado que el menú de una hamburguesería de barrio. Pero me faltaban seis meses para cumplir veinte años. Estaba apresada como una sardina en las redes del amor. La etérea indecisión de su iris me hizo confundir la frialdad con sensatez. Su falta de entusiasmo por la carne con la intelectualidad de un espíritu elevado. Y también para diferenciar ciertos matices hay que dejar de amar.
lunes, 2 de febrero de 2009
ESOS LOCOS BAJITOS
Me resultó reconfortante leer en palabras de Elvira Lindo algo que me he preguntado muchas veces en los últimos años (tanto me lo he preguntado, que he llegado a temer si no me estaré volviendo antigua, como esas abuelillas a las que cualquier tiempo pasado les parece mejor). Es decir: ¿no nos estaremos pasando de vueltas mimando a nuestros retoños, velando por sus innumerables derechos y viviendo en constante temor a causarles un trauma por cualquier cosa? Hemos pasado del autoritarismo sin límites bajo el que fuimos criados los que ahora andamos por los cincuenta a una permisividad también sin límites. Y digo yo que entre zurrar a los hijos como remedio universal o que sean ellos los que tiranicen a los padres como si tal cosa, debería haber un punto intermedio y saludable que en algún momento nos hemos debido de saltar.
¿Quién no habrá vivido alguna vez la situación que describe Elvira Lindo en su artículo? Resumo el escenario: uno va de visita a casa de amigos que tienen niños pequeños, criaturas que ya no es que no estén por la labor de saludar a los pobres y acongojados visitantes, sino que les taladran directamente con una mirada torva y amenazante que hiela la sangre, sobre todo si esos viejos pelmazos osan entrar en su habitación-santuario. A mi eso me ha ocurrido tal cual. Y en momentos así, me alegro de que mi hijo ya sea adulto y que, pese a los muchos errores que sin duda cometimos sus padres, integrantes de aquella generación idealista del no-autoritarismo (aunque creo que de vez en cuando éramos realistas), ha salido un ser humano que merece la pena (y no es pasión de madre).
Si educar a los hijos siempre ha sido difícil, porque los niños no vienen con manual de instrucciones y los padres vamos aprendiendo sobre la marcha tras haber cometido muchos errores, creo que hoy en día se está convirtiendo en una tarea francamente dura. Yo confieso que me alegro de haber dejado atrás esa etapa.