viernes, 27 de febrero de 2009

CUTRECES

Acabo de leer que Ryanair está considerando la posibilidad de cobrar a sus pasajeros por ir al baño dentro del avión. Así piensan reducir gastos.

Vamos, ya no basta con que nos hagan pasar en los aeropuertos por controles de seguridad humillantes, en los que a veces nos toca quitarnos prendas como si fuéramos strippers de bajos vuelos. Ni con que l@s azafat@s nos atiendan de aquellas maneras. Ni con que ya no nos den en el avión ni un mísero refrigerio para entretenernos y matar el hambre. Ahora, igual nos hacen pagar por ir al servicio. ¿Cómo lo harán? ¿Pondrán una cerradura con una ranurita para introducir las monedas? ¿Tendrá cambio el personal del avión? ¿Qué ocurrirá con el pasajero que no lleve suelto? ¿Le tocará ir pidiendo cambio a sus compañeros de suplicio o acabará contorsionándose como Peter Sellers en la famosa escena de “El guateque”?

Confiemos en que no prospere esta cutrez, o al menos, que la tripulación del avión vaya bien provista de cambio.


jueves, 26 de febrero de 2009

EL DURO CLINT

Ayer concedieron a Clint Eastwood en Cannes una Palma de Oro Honorífica. Quién nos iba a decir a los que hace años poníamos verde al duro Clint a propósito de su Harry el Sucio, que el señor nos iba a ofrecer joyas como En la Línea de Fuego, Medianoche en el Jardín del Bien y del Mal, Mystic River, Million Dollar Baby, Los Puentes de Madison, por citar mis favoritas.

Ay, ese grandioso final de Los Puentes de Madison County, una película de amor sin sentimentalismos ni cursilerías que no me canso de ver.


lunes, 23 de febrero de 2009

CAMINANTE NO HAY CAMINO, SE HACE CAMINO AL ANDAR

Un pequeño homenaje a Antonio Machado, de cuya muerte en el exilio se cumplieron ayer setenta años, con la voz del admirado Joan Manuel Serrat.


domingo, 22 de febrero de 2009

EL 23-F Y LAS PATATAS BRAVAS



Hay acontecimientos que marcan a generaciones enteras, ya sea debido a su carácter optimista o, por el contrario, a sus consecuencias trágicas. Tanto nos marcan, que al cabo de los años aún somos capaces de recordar dónde nos encontrábamos y qué hacíamos cuando el primer hombre pisó la luna, cuando aquellos dos aviones se incrustaron en las Torres Gemelas, cuando estallaron aquellas bombas en los trenes de cercanías de Madrid y destrozaron la vida de tantas personas…

¿Y el 23-F?

Yo viví el intento de golpe de estado en Valencia. Y siempre asociaré la tarde del 23-F a las patatas bravas. Mi marido, que entonces aún no lo era, se acababa de licenciar en la mili y lo estábamos celebrando los dos con una merendola en un bar llamado La Tierra. Creo recordar que estaba por la calle Emilio Baró. Justo andábamos hincándoles el diente a unas deliciosas patatas picantes cubiertas de mayonesa y tomate (había más tapas sobre la mesa, pero sólo recuerdo las bravas) cuando entró un hombre en el local, alteradísimo y voceando que la Guardia Civil había tomado con armas el Congreso de Diputados. En el bar se hizo un silencio sepulcral, como suele decirse siempre. A nosotros las papas se nos quedaron literalmente atravesadas en la garganta.

Como éramos muy jóvenes, muy inconscientes y no podíamos creer que algo así estuviera ocurriendo cuando nuestro país empezaba a sacudirse la caspa de la dictadura, nos subimos al Fiesta y fuimos al centro. Vimos pocos coches particulares por la calle, pero sí muchos vehículos de la Guardia Civil y del ejército patrullando y proclamando desde los altavoces el toque de queda. Por las aceras corrían unos cuantos peatones con cara de estar tan asustados como nosotros. Tardamos bien poco en dar media vuelta e irnos a mi casa, de donde no nos movimos ni para asomarnos a la ventana. A lo largo de la noche, nos enteramos de que los tanques habían tomado Valencia. Mi padre volvió hacia medianoche del trabajo, en una empresa situada en un pueblo de Valencia, y se encontró de lleno con el cerco de tanques en Primado Reig. El pobre entró en casa desencajado y pálido como un espectro.

Afortunadamente, lo que pudo haber devuelto a nuestro país a las catacumbas de las que empezaba a salir, ahora lo recordamos como la bufonada de un grotesco personaje tocado con mostacho y tricornio charolado y su famoso “¡Se sienten, coño!”. Pero, ¡qué miedo pasamos entonces! ¡Y qué miedo retrospectivo entra al pensar en lo que pudo haber ocurrido aquel día, del que mañana se cumple un nuevo aniversario, y cómo estaríamos ahora de haber triunfado el golpe!

viernes, 20 de febrero de 2009

SOBREVIVIRÉÉÉÉ

Un poco de música y humor de cara al fin de semana: ¿recordáis el baile de las tres drag queens en aquella deliciosa Priscilla, reina del desierto, al son de la música de Gloria Gaynor? Pues, a disfrutar...

martes, 17 de febrero de 2009

JE T'AIME MOI NON PLUS



El otro día leí en Heraldo de Aragón que se cumplen cuarenta años del lanzamiento de la canción “pecaminosa” por excelencia: Je t’aime moi non plus, que grabó Jane Birkin con el feo muy feo Serge Gainsbourg, su pareja por entonces.

Aquí el link del artículo.

Cuando salió Je t’aime moi non plus, yo tenía diez tiernos añitos y era muy inocentona (como solíamos ser las niñas de los sesenta), pero por el modo en que los adultos hablaban de esta canción cuando pensaban que las criaturas no nos enterábamos, por la expresión pícara que iluminaba sus rostros, desde el principio intuí que había algo muy pecaminoso en esos suspiros rítmicos y esa voz masculina que susurraba desde la caverna de la garganta Je t’aime, oui, je t’aime al ritmo de una música envolvente y tórrida. Más adelante, cuando tuve edad para ir a los bailes del instituto, o “Fêtes”, como los llamábamos en Alemania, el Je t’aime moi non plus adquirió significado propio. Era una de las canciones que los chicos esperaban como buitres para bailar “pegados”, como cantaba Sergio Dalma (otras muy solicitadas eran Mami Blue y Suzanne de los Pop Tops y la maravillosa Angie de los Rolling Stones, sus satánicas majestades). Cuando el pinchadiscos elegía Je t’aime…, los chicos se transformaban en pulpos de manos ágiles y la misión de las chicas era clavarles los codos para mantener las distancias. Aunque, en honor a la verdad, hay que confesar que si el chico nos gustaba, lo de clavarle los codos era una acción más bien simbólica que se ejercía por cumplir. Y semejantes combates se libraban en los bailes de medio mundo teniendo como fondo los suspiritos de la Birkin y los susurros del feo muy feo Gainsbourg.

No sé si hoy en día una canción así despertaría tanto morbo como entonces. Pero escuchándola ahora por YouTube con cierta nostalgia carrozona, creo que Je t’aime moi no plus sigue teniendo su aquel.

lunes, 16 de febrero de 2009

GRACIAS A TOD@S

Muchas gracias a tod@s por las películas que habéis sugerido a raíz de la entrada anterior. Menudo lista interesante podemos confeccionar con vuestras propuestas. Y gracias también a la amable lectora de Barcelona que me ha enviado por correo electrónico una serie de títulos inolvidables (como, por ejemplo, Desayuno con diamantes, Descalzos en el parque, Encadenados, El hombre que susurraba a los caballos y otros que merece la pena revisar).

Lo dicho: podemos confeccionar entre todos una relación de películas de amor inolvidables para ver en cualquier época del año.

Buscando el otro día en You Tube, descubrí esta joyita de Dinah Washington cantando el tema de Tú y yo. Como digo siempre a propósito de las grabaciones que hizo esta señora durante los años cincuenta y sesenta, le sobra ese acompañamiento instrumental cursilón que le ponían a veces a lo "consultorio de Elena Francis", pero su vozarrón y su modo de cantar consiguieron imponerse a estas herejías.


viernes, 13 de febrero de 2009

SAN VALENTÍÍÍÍÍN

Mañana, 14 de febrero, será San Valentín, Día de los Enamorados y de los Grandes Almacenes (a estas alturas, más de lo segundo que de lo primero). Y en relación con tan amorosa efeméride, vi en un periódico digital (no recuerdo cuál) una selección de películas clásicas de amor para disfrutarlas ese día en compañía de nuestra media naranja, nuestro bizcochito, nuestro amorcito, nuestro darling o nuestro churri (como dicen algunos muy castizotes). De esa selección, sólo me convencieron dos películas que yo llamaría clásicas, el resto me pareció un conjunto de cursiladas. Y entonces, se me disparó la mente y me puse a confeccionar mi propia lista de películas de amor míticas (al menos, para mí). De esas para llorar a moco tendido y babear (no necesariamente por este orden). Estoy segurísima de que habré olvidado alguna importante, pero si alguien tiene sugerencias para completar esta relación hecha a bote pronto, serán bienvenidas.

Casablanca de Michael Curtiz
Los puentes de Madison, Clint Eastwood
Tú y yo, Leo McCarey
Esplendor en la hierba, Elia Kazan (ay esa mirada triste de Warren Beatty al final)
Doctor Zhivago, David Lean
Tal como éramos, Sydney Pollack
Tierras de penumbra, Richard Attenborough (que hartazón de llorar, por Dios)
Sublime obsesión, Douglas Sirk
Duelo al sol, King Vidor (ésta no es exactamente de llorar, pero contiene mucha pasión)
El hombre tranquilo, John Ford (otra que no es de llorar, pero la incluí por la escena del beso en el cementerio)
Verano del 42, Robert Mulligan
Manhattan, Woody Allen (tampoco es de llorar, pero me encanta)

Lo dicho, se aceptan sugerencias.

Para acabar, la escena final de Tú y yo. (Aviso: si alguien no ha visto esta película y pretende hacerlo, mejor que no reproduzca el video, porque le estropearé la gracia).

martes, 10 de febrero de 2009

EL LIBRO ELECTRÓNICO

Desde hace algunos días, no hago más que leer en todas partes artículos sobre el libro electrónico. Yo aún no he visto ninguno al natural, pero por lo que dicen, parece tratarse de un artilugio con capacidad para almacenar muchos libros y pantalla que ahora, además, habla. O sea, que aparte de leer el texto (en una pantallita), lo podremos escuchar.

Extracto del artículo El libro electrónico ya sabe hablar aparecido en El País a propósito de la presentación del Kindle2:

Antes había alimentado todo tipo de rumores, entre ellos, que el aparato se iba a doblar como un libro. Sin embargo, Bezos dejó claro al mostrarlo públicamente que físicamente aún no se dobla nada. En realidad, para el común de los mortales, el Kindle y el Kindle2 resultan parecidos, tanto físicamente como en lo relativo a sus capacidades. La única gran variante respecto al primer Kindle, que inauguró la era del eBook en diciembre de 2007, es que el Kindle2 habla: además de leerse, puede escucharse como un libro sonoro. Además, tiene una aplicación nueva, el Whispersync, que permitirá, en un futuro cercano, sincronizar el aparato con teléfonos móviles.

Yo, la verdad, no sé qué pensar de estos chismes. Para la lectura soy muy clásica. Toda la vida he leído libros en el formato tradicional, es decir, con sus hojitas encuadernadas entre dos tapas (duras o blandas, según el formato), su portada más o menos bonita y la sinopsis en la contraportada. Nunca me ha gustado leer textos largos en la pantalla del ordenador, porque se me pone la cabeza como un bombo. Tampoco me ha dado nunca por encargar libros a través de internet. Me gusta comprarlos en una librería, donde puedo curiosear entre los libros “que me llaman”, leer la contraportada, pasar las hojas para hacerles “catas” y después, llevármelos a casa para, una vez allí, sacarlos de la bolsa, abrirlos otra vez con ilusión y ponerles mi nombre y la fecha de la compra. Y ahora, resulta que nos quieren introducir unos cachivaches electrónicos con pantalla que, al parecer, también sirven para navegar por internet y en el futuro, según afirman, podrán ser sincronizados con el teléfono móvil.

En fin, para poder opinar con conocimiento de causa tendré que esperar a tener un e-book en la mano y comprobar cómo funciona realmente. Quién sabe, a lo mejor, me sorprende. También pensé hace años que nunca teclearía un texto literario directamente en el ordenador y ahora ya no me imagino escribiéndolo a mano, o con máquina de escribir. Y decía que no utilizaría teléfono móvil y ahora tecleo los SMS con más rapidez que los adolescentes.

Aunque en esto del libro electrónico, ahora mismo aún tengo muchas dudas y me resisto a dejarme embaucar. El tiempo dirá.

La fotografía es de aquí.

domingo, 8 de febrero de 2009

JOSEPH L. MANKIEWICZ

El 11 de febrero se cumplen cien años del nacimiento de Joseph L. Mankiewicz, el hombre que dirigió peliculones como Eva al desnudo (la historia de una trepa donde Anne Baxter y Bette Davies ofrecen un duelo interpretativo de primera), La condesa descalza (menudo melodrama de amor y lujo), El americano tranquilo, De repente, el último verano (ay, esa arpía mala malísima interpretada por Katherine Hepburn), la superproducción Cleopatra (Richard Burton con minifalda y sandalias) y La Huella (otro duelo entre dos actorazos que tiene al personal sin parpadear durante las dos horas y pico que dura la cinta).

Entre todas estas películas hay un montón de escenas memorables para elegir como homenaje a uno de mis directores de cine favoritos, pero me he decantado por esta de Cleopatra. Concretamente, cuando la señora hace su majestuosa entrada en Roma. No hay nada como irrumpir en un lugar a lo grande. La discreción es para los demás. Como cantaba la niña María Isabel: Antes muerta que sencilla.


(La fotografía de Mankiewicz es de EFE)

sábado, 7 de febrero de 2009

¿QUÉ SERÁ, SERÁ?

Otro interesante artículo sobre los libros y la crisis, aparecido en El País de hoy.

Los editores se ponen en lo peor

En vista del panorama, sólo digo, como cantaba la empalagosilla Doris Day en aquella pélícula de Hitchcock: ¿Qué será, será?

(La pintura del señor que lee es el Retrato de Emile Zola de Édouard Manet, 1868, Museo de Orsay)

viernes, 6 de febrero de 2009

CÓMO ESTÁ EL PATIO DE LA LITERATURA


Hoy un enlace a un artículo muy interesante de El Cultural. Sólo el título ya me llamó la atención: ¿Cuántos escritores españoles viven de la literatura? Y después de haberlo leído, únicamente puedo exclamar: ¡ay, señor, señor, cómo está el patio!

Como no todos podemos ser como John Grisham o Carlos Ruiz Zafón, habrá que echar quinielas o comprar lotería de Navidad en lugar de escribir libros. Lo malo es que a mi nunca me toca nada. Así que, tampoco me veréis el veintidos de diciembre en la tele, dando saltitos llevando en una mano el vaso de plástico lleno de Sidra el Gaitero y en la otra el décimo premiado.

En fin, dicen que el dinero no da la felicidad. Aunque estoy segura de que esta frase se la inventó un millonario.

martes, 3 de febrero de 2009

TAKE A WALK ON THE WILD SIDE

He decidido ampliar la recopilación de bandas sonoras a mis otras novelas, empezando por una a la que tengo mucho cariño. En realidad, todas mis historias contienen muchas canciones y películas que me sirven para situar el contexto histórico y para intentar explicar los gustos de los personajes y cómo viven en una determinada época de su vida.

Bueno, pues tras esta disertación, hoy empezaré con la banda sonora de La vida en cuarto menguante. ¿Y quién mejor para ello que Lou Reed y la canción con la que Alma Ferrer cree caminar por el lado salvaje de la vida?

Y para que sepáis de primera mano por qué incluí al ínclito Lou Reed en esta novela, aquí va una pequeña muestra:

Pablo vivía muy cerca del campus. Nos arrastramos hacia su casa con los labios pegados igual que dos lapas en pleno apareamiento. Sólo los separamos un poco, porque nuestra fusión labial impedía a Pablo abrir la puerta. Dentro, el tercer ocupante de la vivienda nos recibió desparramado sobre el sofá de escay raído. Como si hubiera caído desde el piso de arriba por algún agujero en el techo. El salón olía a mugre redestinada y acumulación de porros. Una mesita enana soportaba un tocadiscos donde giraba un LP cachazudo. La voz de Lou Reed se abría paso como podía entre rasponazos y crujidos roncos del único altavoz: Hey babe, take a walk on the wild side…”. Pablo gruñó un saludo al yacente. Este levantó tres dedos de la mano derecha. Así supe que estaba vivo. Atravesamos el aire viciado del salón. Abrimos una puerta. Y tras ella, Lady Marian creyó descubrir bajo los leotardos verdes de Robin Hood el lado salvaje de la vida.

Aunque, ahora que la señora Robinson ya no me parece una vieja amargada, diría que aquello no fue tan salvaje. Pablo era más guapo que fogoso. Su repertorio sexual igual de variado que el menú de una hamburguesería de barrio. Pero me faltaban seis meses para cumplir veinte años. Estaba apresada como una sardina en las redes del amor. La etérea indecisión de su iris me hizo confundir la frialdad con sensatez. Su falta de entusiasmo por la carne con la intelectualidad de un espíritu elevado. Y también para diferenciar ciertos matices hay que dejar de amar.

lunes, 2 de febrero de 2009

ESOS LOCOS BAJITOS

Ayer leí en El País el artículo semanal de Elvira Lindo (es mi tarea del domingo, tanto si lo pasamos en casa como si salimos de fin de semana: leer primero los suplementos de varios periódicos, que siempre comienzo por los artículos de opinión, y después los propios periódicos, que también empiezo por los artículos de opinión. Una que es de costumbres fijas). El escrito se titula “Anda, dales un beso” y va de niños malcriados y tiranuelos. Según uno de los titulares que se destacan en el texto: “Una metáfora que define a las mil maravillas la realidad: niños malcriados y padres acojonados”. Pongo aquí el link, porque merece la pena leerlo.

Me resultó reconfortante leer en palabras de Elvira Lindo algo que me he preguntado muchas veces en los últimos años (tanto me lo he preguntado, que he llegado a temer si no me estaré volviendo antigua, como esas abuelillas a las que cualquier tiempo pasado les parece mejor). Es decir: ¿no nos estaremos pasando de vueltas mimando a nuestros retoños, velando por sus innumerables derechos y viviendo en constante temor a causarles un trauma por cualquier cosa? Hemos pasado del autoritarismo sin límites bajo el que fuimos criados los que ahora andamos por los cincuenta a una permisividad también sin límites. Y digo yo que entre zurrar a los hijos como remedio universal o que sean ellos los que tiranicen a los padres como si tal cosa, debería haber un punto intermedio y saludable que en algún momento nos hemos debido de saltar.

¿Quién no habrá vivido alguna vez la situación que describe Elvira Lindo en su artículo? Resumo el escenario: uno va de visita a casa de amigos que tienen niños pequeños, criaturas que ya no es que no estén por la labor de saludar a los pobres y acongojados visitantes, sino que les taladran directamente con una mirada torva y amenazante que hiela la sangre, sobre todo si esos viejos pelmazos osan entrar en su habitación-santuario. A mi eso me ha ocurrido tal cual. Y en momentos así, me alegro de que mi hijo ya sea adulto y que, pese a los muchos errores que sin duda cometimos sus padres, integrantes de aquella generación idealista del no-autoritarismo (aunque creo que de vez en cuando éramos realistas), ha salido un ser humano que merece la pena (y no es pasión de madre).

Si educar a los hijos siempre ha sido difícil, porque los niños no vienen con manual de instrucciones y los padres vamos aprendiendo sobre la marcha tras haber cometido muchos errores, creo que hoy en día se está convirtiendo en una tarea francamente dura. Yo confieso que me alegro de haber dejado atrás esa etapa.