miércoles, 31 de marzo de 2010

LAS ALAS DEL TIEMPO

Cuando era pequeña, las horas remoloneaban como ovejas perezosas y los días se estiraban más que el chicle. No entendía que los adultos se quejaran de que se les pasaba el tiempo volando, cuando mi vida entonces era tan sumamente lenta. Ahora hace años que pertenezco al gremio de los que ven volar el tiempo como si tuviera alas. Hasta se me hace raro que alguna vez me parecieran los días eternos. Pero este año se lleva la palma. Aún me siento como si ayer mismo hubiéramos estado celebrando las Navidades y, mira por dónde, nos hemos plantado en Semana Santa. Con los aeropuertos y las estaciones rebosando turistas en viaje relámpago, con las procesiones serpenteando por las calles de las ciudades, las figuritas de chocolate en los escaparates de algunas pastelerías, la enésima reposición de Espartaco (que sólo perdono si se trata de la versión de Kubrick) y, en mi caso, el recuerdo de los dulces que preparaba mi suegra para estas fiestas aplicando las recetas de toda la vida. Lo dicho, que el tiempo vuela. Y ahora ya no es un tópico.

Para vaguear estos días a conciencia, porque el puente de Semana Santa es ideal para no hacer nada, opción que viene muy bien de vez en cuando, me tomaré unas breves vacaciones de blog. ¡Feliz puente de Semana Santa a tod@s!

Para celebrar que llega la primavera, dos versiones de Spring is Here: de Bill Evans y de Errol Garner respectivamente:





jueves, 25 de marzo de 2010

AS TIME GOES BY

Esta mañana venía en el periódico la muerte de Robert Culp, el actor de televisión que protagonizó en los años sesenta la serie I Spy junto con Bill Cosby. La verdad es que ya no recuerdo gran cosa de aquella serie que veía de niña en la tele. Sólo que los protagonistas, uno blanco y el otro negro, eran guapetes, espías camuflados de deportistas y graciosillos, y resolvían los casos en un pis-pas. Pero al ver la foto del Culp anciano en el periódico cuando mis neuronas aún estaban medio dormidas, confieso que me ha dado por cavilar. Será cosa de este tiempo brumoso, que nos predispone a perdernos en elucubraciones nocivas.

Siempre había oído decir que apreciamos el devastador paso del tiempo en los demás antes que en nosotros mismos. Cosa bien cierta. ¿A quién no le ha sucedido eso de encontrarse después de muchos años con un viejo amigo o conocido y pasarle por la cabeza en un segundo lo mucho que ha envejecido esa persona? Lo que casi nunca se nos ocurre pensar en esos casos es que la persona surgida del pasado tal vez esté pensando lo mismo de nosotros. Pues ahora, para los que fuimos niños en los años sesenta y crecimos viendo aquellos televisores-armatostes en blanco y negro, o sea, para los que quizá fuimos la primera generación de teleadictos infantiles, hay otro factor que nos recuerda el paso del tiempo: la televisión. Mejor dicho, cuando los protagonistas de las series de nuestra niñez se hacen viejitos y un buen día aparece una foto de su ancianidad en algún periódico para comunicarnos que han muerto y dejarnos claro que el tiempo pasa inmisericorde para todos. Y así comprobamos que los niños de Flipper hace siglos que dejaron de ser tiernos infantes, que de los cuatro hijos de Bonanza ya no queda ninguno vivo, que Simon Templar “El Santo” está acartonado, que de los protagonistas de Hawai 5-0 (Hawai Sinco-Sero en el doblaje portorriqueño de la época) nunca más se supo y que el Capitán Stubbing de Vacaciones en el Mar (sí, ya sé que esta serie es de los setenta) ya no surca los mares en bermudas blancos porque juega al golf en una residencia de ancianos de Miami. ¡Por Dios! ¿Dónde andaremos cuando se jubile Espinete, el héroe televisivo al que veían nuestros hijos mientras merendaban bocadillos de Nocilla o Bollicaos?

Uff, es mejor no pensarlo y echar unas risas con este vídeo:




(Las fotografías las he tomado de El País)

jueves, 18 de marzo de 2010

EN BUSCA DE LA ORIGINALIDAD

El domingo pasado leí, como hago todas las semanas, la columna de Elvira Lindo en El País (aquí el link). La del otro día comenzaba disertando sobre el afán de ser original y de lo poco original que uno acaba siendo al final, para concluir con la disección de la película An Education. Y durante esa introducción Lindo hablaba de un libro sobre el instinto artístico que, según ella, supone una cura de humildad para muchos: The Art Instinct, de Denis Dutton, donde el autor sostiene que sólo hay siete argumentos posibles en la literatura. Cito textualmente un párrafo del artículo de Elvira Lindo:

El señor Dutton defiende que sólo hay siete argumentos posibles en la literatura, a saber: la lucha contra el monstruo; de los harapos a la riqueza; el héroe que viaja para salvar a su patria y conseguir el amor de la princesa; el viaje a un lugar extraño y el regreso a casa; la comedia, donde reina la confusión hasta que todo encuentra su orden; la tragedia, donde el ser humano se extralimita y ha de enfrentarse a terribles consecuencias, y el renacimiento que tiene lugar tras un traumático aprendizaje. Haga la prueba, piense en cualquier libro, Robinson Crusoe, La Cenicienta, Hamlet, El patito feo, La importancia de llamarse Ernesto, Alicia en el País de las Maravillas, Cuentos de Navidad o nuestro Quijote, y advertirá que todas las historias encuentran su sitio en esta clasificación.

Y pienso que el bueno del señor Dutton tiene toda la razón del mundo. Soy de las que afirman que la literatura habla de dos temas básicos: el amor y la muerte. Dos temas que pueden ampliarse con un tercero: la ambición. Pero he aquí que Denis Dutton establece una clasificación en siete temas básicos, o mejor dicho, únicos, y no puedo estar más de acuerdo con él. Incluso hice la prueba con mis propias novelas y por supuesto que encajan en alguno de los siete tema de Dutton.

No me ha sorprendido en absoluto. Hace mucho tiempo que no intento ser original por encima de cualquier otra consideración. Al fin y al cabo, todo ha sido contado antes por alguien que, seguramente, lo habrá hecho mucho mejor que una servidora. A estas alturas de la película, creo que lo máximo a lo que podemos aspirar los que pretendemos contar historias es a hacerlo lo mejor posible y a escribir sin artificios, vanidades ni búsquedas vacuas de la originalidad. Lo que distingue a un narrador de otro no creo que sea la historia en sí, porque ya no quedan historias novedosas que contar, sino el enfoque que le pueda dar cada uno al argumento, lo que vierta de su propia alma en el mismo, el modo personal de contarlo y lo que después transmita su novela entre líneas. En definitiva, el poso que deje en el lector.

Por eso, cuando leo (u oigo) que alguien califica despectivamente una novela o una película de “previsible”, o cuando me pillo a mí misma usando ese adjetivo, no puedo evitar preguntarme si no nos estaremos pasando al medir las obras por su supuesta originalidad, o porque nos ofrezcan muchas sorpresas y giros vertiginosos cueste lo que cueste, cuando esos fuegos de artificio en realidad tampoco son nada novedoso y ya fueron explorados mucho antes de que se nos pudiera ocurrir hacerlo a cualquiera de
nosotros.


Para ilustrar la entrada, un tema del excelente trabajo que ha hecho Luz Casal con boleros de toda la vida. Un material que dista mucho de ser original, desde luego, porque lo hemos escuchado ya millones de veces en boca de todo tipo de artistas, pero que con la voz inconfundible de la Casal y su forma de vocalizar adquiere unos matices únicos que lo diferencian de lo que se ha hecho anteriormente. A mí me parece todo un ejemplo de cómo sin estridencias se puede lograr una interpretación original, profunda y personal de algo tan trillado (y a la vez tan bello) como son los boleros. (Por cierto, vaya imágenes que le han puesto al vídeo. Un poco cursis para mi gusto.)

sábado, 13 de marzo de 2010

EL HOMBRE DISCRETO

Esta semana he estado liadísima, hasta el punto de no quedarme ni ganas de visitar blogs ni de actualizar el mío. Pero no hoy no me privaré de ofrendar unas líneas a Miguel Delibes, que para eso fue uno de nuestros grandes escritores. A él se le han dedicado muchos titulares en estos días, todos hemos revisado mentalmente qué obras suyas hemos leído y le han llamado “el maestro triste”, “el escritor total”, “el verdadero dueño de la lengua”, “un cazador que escribe”, entre otros calificativos más o menos certeros.

A mí, lo que siempre me ha llamado la atención en Delibes, aparte de su indudable maestría escribiendo, claro, es su discreción. Un rasgo que en estos tiempos casi puede parecer un handicap para un escritor, porque hoy en día, para que un libro destaque entre la irrefrenable avalancha de novedades debe contar con una buena promoción. Y no sólo por parte de la editorial. Las circunstancias cada vez exigen más que el autor se involucre en las actividades de marketing de sus libros, complementando la promoción que le organice la editorial, si es que lo hace, porque no todas disponen del presupuesto necesario para financiar una buena campaña de publicidad. Claro que se podría argumentar que a Delibes no le hacía falta promocionarse, porque le bastaba con su talento. Incluso podría decirse que en los años en los que él despuntó como escritor, no existía la presión actual por lograr que un libro destaque en la abarrotada mesa de novedades y por mantenerlo ahí el máximo tiempo posible. Pero hasta en épocas menos competitivas siempre hubo escritores - o artistas en general - que sabían venderse muy bien y conseguían colocarse por delante de otros con más mérito artístico, pero no tan dotados para el marketing. Por eso se me antoja llamativa y admirable la discreción de Delibes en un mundo donde todos tendemos a dejarnos seducir por el envoltorio, siempre que sea lo suficientemente atractivo (o extravagante) para caernos en gracia o, al menos, lograr que nos fijemos en quien lo lleva. Y Delibes no andaba por ahí en plan “escritor fetén” como hacían Umbral o Cela, ni organizaba “performances” estridentes al estilo de Dalí, por poner algún ejemplo de actitudes que solemos considerar “artísticas”. Delibes daba la impresión de ser una de esas personas que pasan de colocarse a toda costa en las fotos. De ser un hombre dedicado a trabajar y trabajar para sacar un buen producto.

Y vive Dios que lo logró. A él le recordaremos por su obra, no por la parafernalia con la que saben rodearse algunos (o algunas) para colocarse donde más calienta el sol.



(La fotografía la he tomado de El Mundo.)

martes, 9 de marzo de 2010

RESEÑA EN EL RINCÓN DEL LIBRO


Fotografía de Düsseldorf tomada de www.duesseldorf.de

Sonia
de El Rincón del Libro ha reseñado Días de menta y canela (aquí el link).

El Rincón del Libro (aquí el link, aunque también se puede acceder a él desde mi lista de blogs) es un espacio dedicado a hablar de libros (recomendaciones, reseñas, comentarios...), cosa que hace con mucho cariño y demostrando un gran amor por la literatura.

Muchas gracias, Sonia.

Copio a continuación la reseña:

Sinopsis: En la ciudad alemana de Düsseldorf es hallado el cadaver de un anciano de origen español en una pobre buhardilla, sobre una butaca llena de mugre, encontraron sobre su cuerpo una biblia con unos pasajes marcados, a partir de ese hallazgo y desde España Clara Rosell, una mujer hija de emigrantes españoles, de cuarenta y tantos, hasta la fecha dedicada en cuerpo y alma a su marido e hijos y con una carrera de periodista recien estrenada decide después de leer el suceso en el periódico investigar más sobre esa muerte, sobre ese anciano y las circunstancias de su hallazgo.

Todo esto la llevará a conocer al hijo del difunto un tal Hector Laborda, un atractivo cuarentón que vive también en España, casado y con hijos, y quien no tuvo relación con su padre hasta el momento en que le notificaron su muerte.

Emprenderán juntos un viaje a la Alemania actual, irán descubriendo poco a poco y gracias a la gente cercana al anciano que fué lo que le realmente pasó y porqué jamás se puso en contacto con su hijo, a Clara a su vez poco se le despertarán todos los recuerdos guardados de su niñéz y adolescencia vivida en ese país, aunque...no será lo único que se le despierte, una fuerte atracción entre Hector y Clara causará mella en sus hasta ahora tranquilas y poco activas vidas matrimoniales...

Cuando comencé a leer la novela, pensé que se trataba principalmente de una novela de suspense, cual fué mi sorpresa al encontrar en ella una novela tremendamente emotiva y con la que he pasado por todos los estados de ánimo, incluso me hizo reir muchas veces con los pensamientos de Clara ( su protagonista) con la que irremediablemente simpatizas desde la primera página.

La novela digamos que se divide en tres temas, uno trata sobre la infancia y juventud de Clara en Alemania al lado de sus padres y su hermana, esta historia se entrecruza con la historia que vive actualmente con su marido y los sentimientos que le están despertando hacia Hector, y por último está la historia del padre de Hector (el anciano muerto), estas tres historias se mezclarán de tal manera que atraparán al lector, llevándole a caballo entre dos épocas totalmente distintas y haciéndole partícipe de esta gran historia.

Particularmente lo que más me ha gustado de la novela es la frescura y naturalidad con la que esta escrita, los pensamientos de Clara a toda mujer se nos han pasado alguna vez por la cabeza sin necesidad de tener su edad, me han gustado también especialmente las analogías y comparaciones que utiliza Carmen (su escritora) durante todo el libro, os aseguro que me han hecho soltar varias carcajadas, es más algunas me parecieron tan graciosas que las apunté en mi cuaderno para que no se me olviden en un futuro.

Por si quereis saber algo más sobre su escritora, esta novela y otras novelas más que ha escrito os dejo el enlace del blog:
http://diasdementaycanela.blogspot.com/

Gracias Carmen por todo, ha sido un libro especial para mí.

sábado, 6 de marzo de 2010

PRESENTACIÓN DE ALONSO CORDEL

Mañana, 7 de marzo a las 21.30 h, presenta su nuevo libro
OTRO CIELO NO ESPERES el poeta Alonso Cordel,
profesor de talleres de escritura creativa,
fundador de muchas tertulias literarias de Zaragoza y amigo.

Será en La Campana de los Perdidos, calle Prudencia, 7.

"OTRO CIELO NO ESPERES"

(Haikus y pequeños poemas)

A LA UNA
Cuando
merezca
otro cielo
sin nubes negras,
otro corazón
sin miedos ni sospechas,
otros ojos que sean limpios,
manos que se abran y se entreguen,
labios que se confundan conmigo,
senos que den abrazos generosos.
Cuando tenga la paz que tanto anhelo,
sabré que tu caminas a mi lado,
que por fin soy un niño otra vez
para subirme al limonero;
andar descalzo en el aire,
nadar en el desierto,
y volar, volar,
en el recuerdo,
entre peces,
el sol...
y tu

ALONSO CORDEL

Editorial:
LA FRAGUA DEL TROVADOR

Presentación a cargo de
Pepe Montero y Sagrario Manrique
Lectura de poemas:
Elena Garrido y Rosa Ruiz

miércoles, 3 de marzo de 2010

FRÉDÉRIC CHOPIN

El 1 de marzo se cumplieron 200 años del nacimiento de Fréderic Chopin, el pianista y compositor polaco que en 1849 murió de tuberculosis en París. El cine romántico nos dio a conocer sus amores con George Sand y la estancia de ambos en Mallorca. Me acuerdo de una película de 1945 que vi de cría, interpretada por Cornel Wilde y Merle Oberon (Canción Inolvidable), que se centraba principalmente en explotar esa relación adornándola con trajes de época y piezas de Chopin interpretadas al piano. Curiosamente, lo que más se me quedó grabado fue una de las últimas escenas (o quizá, la última; la memoria no me llega para afinar tanto), en la que se veía a una George Sand con cara de resentida y desalmada, negándose a acudir al lecho de muerte de su amante, del que ya se había separado. ¡Qué cosas tiene la memoria! Claro que la Oberon ponía en esa escena una cara de crueldad de antología.

Viejas películas románticas aparte, me encanta Chopin: el ímpetu de sus polonesas o la intensidad de sus baladas y, en especial, el Estudio Revolucionario. Y cuando estoy muy estresada, no hay nada mejor para recuperar algo de calma que escuchar sus Nocturnos. Son como poemas susurrados al oído con voz de terciopelo, o el murmullo del agua que salta en una fuente iluminada por la luna, o gotas de rocío deslizándose en la quietud de la noche.

Como pequeño homenaje a Chopin, traigo aquí una breve selección para alegrar un día lluvioso y algo tristón.



Balada No. 1 en Sol Menor interpretada por Claudio Arrau



Polonesa No. 6 Opus 53 interpretada por Arthur Rubinstein



Nocturno No. 20 interpretado por Daniel Barenboim



Estudio Revolucionario Op. 10 No. 12 interpretado por Arthur Rubinstein



Y una escena de Canción inolvidable, con Cornel Wilde haciendo de Chopin (yo que no le veo a este señor cara de hombre enfermizo y consumido por la tisis...):

lunes, 1 de marzo de 2010

CINCUENTA AÑOS DE PSICOSIS

Leo hoy en El Periódico de Aragón (link aquí) que se cumplen cincuenta años del estreno de Psicosis del maestro Alfred Hitchcock. A estas alturas, ¿qué voy a escribir sobre una película que ha hecho correr ríos de tinta tan abundantes como el agua que sale de la ducha donde muere Marion Crane? Se han dicho muchísimas cosas sobre esta escena y han surgido numerosas imitaciones, pero lo cierto es que, a pesar de que hoy en día nos muestran cosas más terroríficas en las películas, incluso en los telediarios (lo que es peor, porque esas son reales), este asesinato sigue poniendo los pelos de punta. Desde el momento en que vemos aproximarse a través de la cortina de plástico transparente la silueta difuminada y amenazante del asesino hasta que la pobre Marion-Janet Leigh muere empapada y con más agujeros en el cuerpo que un queso gruyere, cada segundo es un sin vivir. Desde que se estrenó Psicosis en 1960 hasta ahora, los cineastas se han sacado de la manga a toda clase de tipos perturbados que finiquitan a sus semejantes con métodos mucho más terroríficos, pero Norman Bates no hay más que uno y los demás son como las huevas de lumpo al caviar beluga: Sucedáneos de andar por casa para preparar canapés de salmón con queso Philadelphia.


Moraleja: Si hay que pernoctar en un hotel aislado y atendido por un tipo larguirucho que mira raro como Anthony Perkins, conviene cerciorarse de que en la ducha hay una mampara bien gorda. Por si las moscas...

(Me habría gustado incluir un vídeo con la escena de la ducha, pero YouTube no lo permite, por lo que sólo puedo poner el enlace.)