Y la de Robert Carlyle haciendo un striptease algo sui géneris.
Y el vídeo de Donna Summers por si alguien se anima a imitar a los chicos de Full Monty. (No olvidéis retirar los muebles del salón para bailar.)
Este blog nació para hablar de un libro, pero ha crecido y ahora le apetece hablar de todo un poco
Con pocas horas de diferencia, prácticamente de la mano, han abandonado este mundo dos artistas que fueron ídolos de masas, cada uno en su tiempo y en su especialidad. Debo decir que ni el uno ni el otro fueron santos de mi devoción. De cuando mis padres ponían la tele para ver Los ángeles de Charlie, allá por los años setenta, sólo recuerdo que la serie me parecía una fantasmada machista y las tres protagonistas unas pavisosas de mucho cuidado. Aunque seguro que si fuera hombre, aquel engendro me habría despertado otras clase de sensaciones. En las necrológicas de Farrah Fawcett dicen ahora que, pese a no haber obtenido reconocimiento como actriz, hizo algunas interpretaciones memorables y tuvo cierto éxito en el teatro independiente. Pero la pobre siempre será recordada por haber sido un ángel de Charlie, además de por sus dientes ultra-blancos, la melena rubia de anuncio de champú y el famoso póster ese del bañador, ante el que dicen que babeaban los chicos de medio mundo. Es la desventaja que tiene hacerse famosa por la belleza.
El blanqueado Michael Jackson nunca llegó a apasionarme. En la adolescencia me encantaban las canciones marchosas de los Jackson Five, que de vez en cuando aún me apetece escuchar con deleite nostálgico. De su etapa en solitario, me gustan algunas de sus canciones, incluida Thriller (¡cuánto me impresionó en su día el videoclip de los zombis, con lo miedosa que soy!), pero su música nunca me entusiasmó. No niego que fue un gran músico y un buen bailarín en su época de esplendor, pero la adoración se la cedo a sus fans. Yo no puedo evitar recordarle por las barbaridades que se dejó hacer en la cara y en la piel para acercarse a su peculiar idea de la belleza. A lo mejor es que soy morbosa. Quién sabe. En cualquier caso, está claro que tendremos noticias y comentarios sobre su vida, milagros y tratamientos de estética para muchos, muchísimos días.
Leyendo la entrada que dedica el estupendo blog 39escalones (que recomiendo una vez más desde aquí) a Mi vida sin mi de Isabel Coixet, he recordado esta vieja canción de Gino Paoli, que siempre me hace pensar en el verano, en playas no destrozadas por los excesos urbanísticos, en besos con sabor a sal, ásperos de arena, en amores jóvenes que aspiran a durar para siempre y se diluyen en un dulce recuerdo lleno de añoranza.
Y ya que estoy hoy en plan romanticoide, pongo también la tierna escena del beso de Mi vida sin mi, con la música de Paoli como fondo.
He leído en el blog de Lecturalia una entrada muy curiosa sobre las rutinas de escritores (y no-escritores), en la que incluyen un link a la página dailyroutines, una recopilación (en inglés) de los diferentes hábitos de "artistas, escritores o, simplemente, gente interesante”. El autor del post de Lecturalia resalta la minuciosidad de Haruki Murakami, que escribe con horario fijo y hace deporte por las tardes. Mucho deporte: cada día corre 10 kilómetros o nada 1.500 metros. También cita a Truman Capote y su costumbre de empezar a trabajar con café y cigarrillos, para acabar la jornada tomando jerez y martinis. Sería interesante saber qué partes de su obra son las que escribió al final del día. O Kingsley Amis, “que escribía hasta que abrían el pub por la tarde”. Me imagino a ese buen señor redactando las últimas frases deprisa y corriendo para bajar cuanto antes a tomarse unas cervecitas. ¿O tal vez serían unos whiskies?Y a propósito de libros, enlazo el artículo de opinión que publica hoy Almudena Grandes en El País Semanal. Creo que resume muy bien lo que significan los libros para los que disfrutamos de ellos.
Lo he vuelto a hacer. No lo puedo evitar. Es superior a mi. Me he emocionado hasta acelerárseme el corazón. He sentido euforia. Ilusión. Una alegría desbordada. Y ganas de cantar Nessun Dorma a todo pulmón… y eso que tengo poca voz pero desagradable, como me dijo un día un amigo.La música es, cómo no, Night and Day, la canción de Cole Porter que es tan importante en la novela. Hoy pongo la versión de Stéphane Grappelli (1908-1997), violinista de jazz francés, y Django Rheinhardt (1910-1953), el gitano francés que tenía la mano izquierda inutilizada a raíz de un incendio en su carromato y aun así tocaba la guitarra como los ángeles.