sábado, 14 de marzo de 2009

EL DULCE VENENO DE ESCRIBIR

Desde el momento en que sale a la luz el vergonzante secreto de nuestra doble vida, es decir, que en la intimidad nos dedicamos a emborronar folios, o a llenar de palabras absurdas montones de ficheros Word hasta agotar la memoria del ordenador, siempre hay alguien que nos pregunta por qué escribimos. Hay quien responde que escribe para que le quieran, como García Márquez. Otros para que les lean, como dice André Gide. Otros, incluso, para corregir la vida, porque es lo único que nos protege de las heridas insensatas y golpes absurdos que nos da la horrenda vida auténtica, según afirma Vila-Matas. Hay otros que escriben pensando en la posteridad. No deja de ser un motivo pretenciosillo y creo que pocos lo confiesen. Luego están los que, animados por el éxito de autores como J.K. Rowling o de Dan Brown, pretenden enriquecerse con la escritura. Pura quimera. Es más fácil hacerse millonario comprando un décimo de lotería de Navidad, o jugando a la bonoloto, que escribiendo.

Lo mío es mucho simple que todo esto. Escribo porque lo necesito. Porque me hace sentir bien. Como al yonqui su chute, o al alcohólico su dosis de whisky, ginebra o lo que quiera que se vierta entre pecho y espalda. Me gusta hacer y deshacer frases. Jugar con las palabras. Pulirlas como hace el carpintero con la madera. Me gusta inventarme historias con personajes nacidos en mi imaginación que, al final, llegan a parecer casi tan reales como la gente de carne y hueso que me rodea. Personajes que se montan conmigo en el autobús, me acompañan cuando hago la compra, nadan conmigo en la piscina, pedalean a mi lado en el gimnasio. A cambio, yo les invento vidas, peripecias, amores, desamores, y limo sus diálogos mientras me dedico a los prosaicos quehaceres de cada día. A veces, estos personajes se rebelan contra los planes que yo les había trazado y siguen un camino distinto. Y esa rebelión enriquece la historia con matices que no había contemplado en un principio. Y cuando termino una novela, siento un gran vacío, porque sé que esos personajes a los que había cogido cariño – o, a veces, aversión -, mis amigos invisibles, dejarán de formar parte de mi vida.

Pero que nadie se asuste. Generalmente, los que llevamos esta doble vida no somos peligrosos. Sólo disfrutamos creando mundos paralelos que nos hagan más llevadero éste, aunque solemos distinguir entre ficción y realidad. Lo cual no es óbice, en mi caso, para que me ponga a pelar patatas para la tortilla de la cena, por poner un ejemplo de lo más cotidiano, y de pronto, me asalte la frase que estuve buscando infructuosamente durante todo el día, deje las patatas a medio pelar y corra al ordenador para evitar que esas palabras vuelvan a huir.

Ciertamente, no escribo por dinero, ni persiguiendo la posteridad, tampoco la fama. Escribo porque me hace sentir bien. Aunque eso no significa que no me guste que me lean. Tampoco significa que no me pregunte, mientras escribo, si lo que estoy contando podrá interesar a alguien o adormecerá hasta a las piedras. No hay peor pecado que aburrir al prójimo por no habernos parado un segundo a dudar.

Y luego, está ese momento tan emocionante cuando en una charla con lectores, todos acabamos hablando sobre los personajes de mis novelas como si éstos fueran conocidos o amigos comunes. Como si existieran realmente. Y ese otro momento, cuando alguien me dice (o me escribe) que leer mi novela le hizo feliz y le entristeció terminarla. Esos instantes de dicha son tan bonitos que, como decía mi abuela, no se pagan con dinero.

La fotografía es de
www.educ.ar

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Ma gustan los motivos que te impulsan a escribir Carmen; y te diré más, como ávido lector casi compulsivo desde mi infancia, y como emborronador de hojas y archivos de word (muy malamente por cierto), ya había percibido en ti casi todo lo que explicas.

Creo que es patente que escribes por necesidad y disfrutas haciéndolo, y eso se nota. Cuando es maestria, satisfacción personal y amor por la arqitectura de las palabras, siendo n poco observador, el lector lo percibe.

Y soy de los que opinan que es importante que se produzca una conexión entre el creador y los que disfrutamos con lo creado.

Ya te digo, me gustan tus motivaciones y me callo ya pues me estoy extendiendo demasiado.

Un abrazo y no dejes nunca de manejar las palabras como lo haces.

39escalones dijo...

Es casi lo mismo que a mí me mueve a estar viendo cine constantemente. Sigue sintiéndote bien.
Saludos.

Carmen Santos dijo...

Ernesto: muchas gracias por esas palabras tan estimulantes. Animan mucho.

39escalones: Lo mismo digo. A fin de cuentas, estas cosas - y otras que nos hacen sentir bien - son las que le ponen sal a la vida.


Besos

Anónimo dijo...

Estupendo,lo he leído y aunque no te conozca personalmente ha sido como si estuvieras contándomelo y yo escuchándolo. Cercano, muy cercano, así he sentido este texto. Saludicos

Carmen Santos dijo...

Muchas gracias, Carmen. Me alegro de que te haya gustado.
Saludicos

mon dijo...

Así lo siento yo desde los doce o trece y mi profesor empezó a animar en mí la veta de incipiente escritora. Es terapeútico, creo que sí, positivamente te evade de tu vida para vivir otra realidad, no necesariamente que te gustaría... no siempre al menos, sólo es otra. Pero es sano sacar de dentro todo eso que te recorre desde el estómago hasta el pecho pidiendo a gritos salir. Mi peligro personal es que a menudo suelo ser autobiográfica y dejo mucha huella de mí misma en mis palabras,en mis personajes, me cuesta no implicarme hasta la médula... otra de mis doscientas treinta y tres cosas que pulir en la escritura...
Carmen nos alcanzas con tus novelas como dardos: se nos quedan clavadas en el alma.
Felicidades de nuevo por tus libros que nos hacen vivir nuestra otra vida.
Bsos.

Carmen Santos dijo...

Vaya, Mon, muchas gracias. Es realmente bonito lo que has dicho sobre mis novelas.
Yo también creo que escribir es terapéutico. A fin de cuentas, nos hace vivir otras vidas. Y a todos se nos escurren huellas autobiográficas. Por mucho que nos inventemos y que procuremos alejarnos de nuestra propia vida, es inevitable que se nos cuele algo.
Besos