jueves, 26 de marzo de 2009

EL CIELO DE LOS ESCRITORES BUENOS

En los comentarios a raíz de la entrada que escribí el otro día sobre el éxito póstumo de Stieg Larsson y los problemas con su herencia, acabamos hablando también de John Kennedy Toole, autor de La conjura de los necios, que se suicidó a los treinta y dos años, frustrado porque no había conseguido interesar a ningún editor por su libro. Como dicen en el artículo de El Mundo que enlazo aquí, probablemente habría más razones que le empujaron al suicidio. Algunos biógrafos aventuran que una de las causas podría ser su homosexualidad reprimida. Bueno, es una hipótesis como cualquier otra, porque a estas alturas, quién puede saber lo que pasó por la cabeza de este hombre para llegar a ese punto.

Hoy, mira por dónde, leo que se cumplen cuarenta años del suicidio de este escritor, cuya novela consiguió ser publicada después de su muerte gracias al tesón de su madre y vendió millones de copias en todo el mundo. Un éxito del que John Kennedy Toole no pudo disfrutar. Salvo que exista un cielo al que van a parar los escritores buenos (como aquellos negritos buenos de la canción de Machín, que también se van al cielo), desde donde podrían estar disfrutando de su éxito póstumo y burlándose de los que no creyeron en ellos. Sería bonito. Lástima que una sea tan descreída.



La fotografía corresponde a la portada de una biografía de Toole y la he tomado de El Mundo.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

La muerte es terriblemente injusta en muchas ocasiones. Comentas dos ejemplos del mundo de la literatura, pero también los hay en la pintura, en el cine e incluso en la arquitectura.
Los humanos debemos de tener un sitio en nuestro cerebro dónde se localiza morbosamente la imposibilidad de reconocer la valía de nuestros semejantes. Incluyo aquí a nuestros seres más queridos y cercanos. Somos, en general, tacañones de elogios sinceros.
"La conjura.." la leí hace ya muchos años y me encantó. La verdad es que he ido encontrando más detractores que admiradores. Forma parte de esos libros que provocan amor u odio sin términos medios. O eso creo.

Magda

39escalones dijo...

Ignatius Reilly es uno de mis personajes favoritos, en la onda de Sancho Panza o el buen soldado Svejk, o como se escriba. Tremendamente lúcidos, tomados por discapacitados mentales, su principal ocupación es demostrar que los "sanos" que giran a su alrededor están aún peor que ellos y que la locura o la excentricidad va por barrios.
Besos.

Flavia Company dijo...

Leo tu entrada justo en un descanso que me tomo de la última revisión de una charla sobre microrrelatos que preparo para la semana próxima y veo que viene a cuento un micro de García Márquez sobre un suicida. Un texto genial que dice: “… el drama del desencantado que se arrojó a la calle desde el décimo piso, y a medida que caía iba viendo a través de las ventanas la intimidad de sus vecinos, las pequeñas tragedias domésticas, los amores furtivos, los breves instantes de felicidad, cuyas noticias no habían llegado nunca hasta la escalera común, de modo que en el instante de reventarse contra el pavimento de la calle había cambiado por completo su concepción del mundo, y había llegado a la conclusión de que aquella vida que abandonaba para siempre por la puerta falsa valía la pena de ser vivida”.

Carmen Santos dijo...

Magda: Desde luego que es injusta la muerte, también la vida. Y en todos los ámbitos hay casos de reconocimiento póstumo como los que hemos comentado. Ahora mismo estoy pensando en Van Gogh, que murió pensando que era un fracasado y ahora, sus cuadros cuestan una fortuna. Travesuras de la vida mala...
Besos

Carmen Santos dijo...

39escalones: Yo leí esta novela hace bastantes años y recuerdo que me reí mucho y disfruté mucho de su tono mordaz y desmadrado, aunque también había un marcado toque friki en toda la historia. Y después de conocer la biografía del autor, me dio la impresión de que Ignatius era un trasunto de Toole. Pero estoy hablando de memoria, porque hace mucho tiempo que la leí.
Quizá haya llegado el momento de releerla para refrescar.
Besos

Carmen Santos dijo...

Flavia: Si que es genial este texto de García Márquez y le viene a la entrada que ni pintado. Muchas gracias por la aportación.
Besos

pepa dijo...

A mí me enternece que hayas puesto la canción de Machín. Creo que Machín, sus maracas y sus circunstancias son el fiel reflejo de una época en la que, por lo visto, había que aclarar que también se iban al cielo todos los negritos buenos...ya ves que tolerancia y qué paridad...
Las letras de Machín son para nota. Lo que pasa es que, como ya he comentado alguna vez, me acuerdo de mi madre cantándolas, (cuando las madres cantaban...)y, como ya te he dicho, me enternece
Besos
Pepa

Carmen Santos dijo...

Coincido contigo, Pepa, en que las letras de Machín son para nota por su ranciedumbre. Reflejan a la perfección la mentalidad de aquellos años tan duros y tristes.
Mi madre también cantaba estas canciones cuando se metía en la cocina y recuerdo que también llegaban las voces de las vecinas desde el patio de luces deleitándose con boleros y coplas. En aquellos tiempos, las madres y todas las mujeres de la finca cantaban a todas horas, jeje.
Besos