jueves, 18 de marzo de 2010

EN BUSCA DE LA ORIGINALIDAD

El domingo pasado leí, como hago todas las semanas, la columna de Elvira Lindo en El País (aquí el link). La del otro día comenzaba disertando sobre el afán de ser original y de lo poco original que uno acaba siendo al final, para concluir con la disección de la película An Education. Y durante esa introducción Lindo hablaba de un libro sobre el instinto artístico que, según ella, supone una cura de humildad para muchos: The Art Instinct, de Denis Dutton, donde el autor sostiene que sólo hay siete argumentos posibles en la literatura. Cito textualmente un párrafo del artículo de Elvira Lindo:

El señor Dutton defiende que sólo hay siete argumentos posibles en la literatura, a saber: la lucha contra el monstruo; de los harapos a la riqueza; el héroe que viaja para salvar a su patria y conseguir el amor de la princesa; el viaje a un lugar extraño y el regreso a casa; la comedia, donde reina la confusión hasta que todo encuentra su orden; la tragedia, donde el ser humano se extralimita y ha de enfrentarse a terribles consecuencias, y el renacimiento que tiene lugar tras un traumático aprendizaje. Haga la prueba, piense en cualquier libro, Robinson Crusoe, La Cenicienta, Hamlet, El patito feo, La importancia de llamarse Ernesto, Alicia en el País de las Maravillas, Cuentos de Navidad o nuestro Quijote, y advertirá que todas las historias encuentran su sitio en esta clasificación.

Y pienso que el bueno del señor Dutton tiene toda la razón del mundo. Soy de las que afirman que la literatura habla de dos temas básicos: el amor y la muerte. Dos temas que pueden ampliarse con un tercero: la ambición. Pero he aquí que Denis Dutton establece una clasificación en siete temas básicos, o mejor dicho, únicos, y no puedo estar más de acuerdo con él. Incluso hice la prueba con mis propias novelas y por supuesto que encajan en alguno de los siete tema de Dutton.

No me ha sorprendido en absoluto. Hace mucho tiempo que no intento ser original por encima de cualquier otra consideración. Al fin y al cabo, todo ha sido contado antes por alguien que, seguramente, lo habrá hecho mucho mejor que una servidora. A estas alturas de la película, creo que lo máximo a lo que podemos aspirar los que pretendemos contar historias es a hacerlo lo mejor posible y a escribir sin artificios, vanidades ni búsquedas vacuas de la originalidad. Lo que distingue a un narrador de otro no creo que sea la historia en sí, porque ya no quedan historias novedosas que contar, sino el enfoque que le pueda dar cada uno al argumento, lo que vierta de su propia alma en el mismo, el modo personal de contarlo y lo que después transmita su novela entre líneas. En definitiva, el poso que deje en el lector.

Por eso, cuando leo (u oigo) que alguien califica despectivamente una novela o una película de “previsible”, o cuando me pillo a mí misma usando ese adjetivo, no puedo evitar preguntarme si no nos estaremos pasando al medir las obras por su supuesta originalidad, o porque nos ofrezcan muchas sorpresas y giros vertiginosos cueste lo que cueste, cuando esos fuegos de artificio en realidad tampoco son nada novedoso y ya fueron explorados mucho antes de que se nos pudiera ocurrir hacerlo a cualquiera de
nosotros.


Para ilustrar la entrada, un tema del excelente trabajo que ha hecho Luz Casal con boleros de toda la vida. Un material que dista mucho de ser original, desde luego, porque lo hemos escuchado ya millones de veces en boca de todo tipo de artistas, pero que con la voz inconfundible de la Casal y su forma de vocalizar adquiere unos matices únicos que lo diferencian de lo que se ha hecho anteriormente. A mí me parece todo un ejemplo de cómo sin estridencias se puede lograr una interpretación original, profunda y personal de algo tan trillado (y a la vez tan bello) como son los boleros. (Por cierto, vaya imágenes que le han puesto al vídeo. Un poco cursis para mi gusto.)

6 comentarios:

39escalones dijo...

Bueno, a mí en Literatura siempre me enseñaron que los temas de toda obra (e incluyo al cine, por supuesto), eran sólo cuatro... Supongo que poco a poco irá subiendo con el IPC.
Saludos.

Carmen Santos dijo...

Ostras, por curiosidad, ya me dirás cuales son los cuatro temas...
Besos

Anónimo dijo...

Me sorprendió mucho Sebald precisamente porque utilizaba otras herramientas para narrar historias y éstas, además, no se acogen a los siete (o cuatro ??)mandamientos habituales.
Quizás por lo novedoso, por la delicia se supone su lectura, por la inclusión de fotografías y por la mezcla curiosa que hace entre realidad y ficción, "Vértigo" me pareció una novedad en el mundo literario de calidad.
Lástima que ya no siga entre nosotros para poder deleitarnos con sus ocurrencias.

Magda

Carmen Santos dijo...

Tomo nota, Magda, que este libro aún no lo he leído. Uno más para engrosar la pila de libros por leer.
Besos

Ernesto dijo...

En principio soy bastante reacio a la catalogación de las creaciones encuadrándolas dentro de unas determinadas categorías. Con la Literatura me ocurre como con el Arte, fuera de todo encuadramiento, de cánones diversos, tanto una como el otro lo son, para mí, cuando me producen algún tipo de sensación, de emoción, a favor o en contra, pero me hacen sentir.

Yo también tomo nota de Vértigo, recomendado por Magda, y para terminar la música, buenísima elección Carmen, y coincidimos en las imágenes.

Abrazos

Carmen Santos dijo...

Ernesto, a mí me ocurre lo mismo que a ti con las categorías. Por ejemplo, me fastidia mucho el afán que hay últimamente por clasificar cada novela dentro de un determinado género, cuando muchas tienen un poco de todo y no se dejan encajar así como así.
Pero con respecto a los temas que tratan las diferentes obras, si que creo que todas acaban hablando de un modo u otro de lo que más nos preocupa a los humanos, que son básicamente el amor y la muerte. Lo que me ha resultado muy curioso ha sido la clasificación en siete temas de Dutton. Y más curioso aún que al hacer la prueba, las historias realmente encajen en esta clasificación.
Besos