viernes, 15 de enero de 2010

UNA MALA Y OTRA BUENA

1. Enlazo el interesante artículo que publica hoy David Trueba en El País en relación con el terremoto de Haití, que ha devastado un país ya de por sí paupérrimo. Ante las espeluznantes imágenes que nos sirven los medios en estos días, no he podido evitar pensar que, a veces, los ciudadanos del llamado primer mundo nos comportamos como niños mimados, persiguiendo quimeras absurdas y quejándonos muchas veces por nimiedades. No digo que nuestra crisis actual no esté siendo dura, que lo está siendo y mucho, pero, a diferencia de lo que ocurre en el tercer mundo, por lo menos aún tenemos acceso a una asistencia médica gratuita y podemos comer de caliente todos los días. Que no es poco.

2. Y paso a un tema más optimista. Muy optimista, incluso. Susana Hernández ha reseñado Días de menta y canela en Blog de Libros y Literatura, un espacio muy recomendable y muy trabajado de reseñas y noticias literarias. Copio el texto a continuación (he intentado incluir también las fotografías con las que Susana ha ilustrado la reseña, pero no he sido capaz) y pongo aquí el enlace para quien desee leerlo de primera mano. También hallaréis el link de este blog en mi lista de blogs favoritos.

Muchas gracias, Susana e Iván.

Opinión: Una buena novela que a través de una trama de intriga nos llevará con humor a recordar una parte de nuestra historia: España fue un país de emigrantes.

He leído el libro de Carmen Santos, Días de menta y canela, y será porque me cuenta una historia que me creo, porque su lectura me ha entretenido y en muchos pasajes incluso divertido, o porque me ha recordado que en mi más tierna infancia también me separaron de mis amigos, de mi cultura y de mi lengua; o será porque me aproximo peligrosamente a esa edad madura en la que, como la protagonista, intento, con el mejor de los humores, aceptar que la ley de la gravedad hace su trabajo día a día, será pues por todo ello, como os decía, que el libro me ha resultado excelente en la forma y en el fondo.

La protagonista, Clara Rosell, valenciana y felizmente casada con Emilio (un abogado ya algo fondón, que fuera en el pasado novio de su hermana Anita) y madre de dos hijos (tipo Zipi y Zape), decide volver a trabajar incorporándose a la redacción de un periódico sin tener experiencia alguna en la materia, lo que le crea grandes inseguridades.

Una noticia en internet atrae su atención: la muerte de un emigrante español, Héctor Laborda, en la localidad de Düsseldorf, ciudad alemana en el que, junto con su familia, nuestra protagonista pasara sus años de emigrante. La imagen de este español, viejo, sólo, y rodeado de curiosos recuerdos de otra época, como una botella de Fundador y una raída Biblia abierta por un durísimo salmo, y sus propios recuerdos de niña emigrante, será lo que le haga intuir que detrás de todo ello puede haber una buena historia. Y la hay.

Animada por su esposo, convence a su jefe y viaja a Düsseldorf acompañada de Héctor, un empresario zaragozano, hijo del fallecido, y hasta el que le ha llevado el inicio de su investigación.

En Düsseldorf conoceremos a un curioso y viejo jesuita, Antonio Vargas, amigo del fallecido y a Elke, la mujer por la que Héctor (padre) renunció a su esposa y a su hijo. Gracias a ellos nuestra protagonista podrá ir formando el puzzle de la vida del difunto Héctor.

Pero ¿Qué es lo que hace a este libro tan interesante?

(Haz clic en "Leer más" para seguir leyendo la reseña de este libro)

Fundamentalmente que estamos ante una novela en la que nos van moviendo en el tiempo con mucha soltura, de los duros años sesenta a la actualidad. Y si bien pudiera haber alguna parte autobiográfica en la novela, ya que la vida de la propia autora corre paralela a la infancia y juventud de Clara, esto le da fuerza a la parte del relato en la que rememora su vida, la de su familia y sus amigos, al igual que la de todos aquellos hombres que se embarcaron en ese “Tren de la Ilusión” que llevaba a los emigrantes españoles hasta Alemania, con el sueño de poder llevar con ellos a los suyos lo antes posible para compartir ese nuevo paraíso.

¡Que bien nos narra el penoso viaje del padre, las durísimas condiciones de trabajo, la alegría del reencuentro con su mujer y su hija, la decepción de quién espera el paraíso y encuentra sólo un duro día a día, el hacinamiento en los hogares, la añoranza de la tierra!

Y… ¿A qué me suena todo esto? ¡Qué fácil ha sido para este país olvidar lo duro que es ser emigrante! ¿Cómo no podemos entender que aquellos que hoy llegan a nuestras tierras quieran conservar algo de su cultura y costumbres, y el idioma, esa barrera que parece infranqueable pero que generalmente termina por ceder?

Pero el libro es mucho más que estos recuerdos del ayer. Hay una buena investigación que se sostiene, que podría ser por sí misma una trama de novela negra bien construida y con un desenlace independiente del propio final del relato. Estupenda base para una película pues la descripción casi la podemos ir viendo fotograma a fotograma.

Y sobre estas historias la vida de Clara. Lo que fue, lo que es, lo que podría ser y lo que será.

Clara y Héctor recorrerán Düsseldorf de la misma manera que se recorrerán el uno al otro, con la pasión que, según dicen aquellos que ya la han alcanzado, reaparece con la madurez; erotismo, sexo desinhibido y desbocado pero cerebral, se hace lo que se desea y se afrontan las responsabilidades. Y es que Clara y Héctor vivirán una hermosa historia de amor y pasión en la que ambos deberán tomar decisiones importantes para su futuro.

Me gusta que esta autora se adentre en este mundo erótico pues como ella misma dice:

“Si en la literatura hablamos de muerte, guerra, dolor, enfermedad, si los protagonistas trabajan, comen, duermen, sufren, hacen planes, ¿por qué no podemos describir cómo exploran el cuerpo de la persona de la que se han enamorado? Pienso que el erotismo es una parte fundamental del amor y de nuestras vidas y merece tener su lugar en la literatura”.

No puedo terminar esta reseña sin comentar los diálogos que contiene el libro, y es que por fin he encontrado en ellos el vocabulario de la calle, el real, ese que todos hablamos y escuchamos, y además, para los que ya tenemos unos añitos, vemos que logra el mismo efecto tanto en las conversaciones actuales como en las de sus recuerdos infantiles y juveniles.

Días de menta y canela fue ya publicada por Plaza & Janés en 2007, en la actualidad ha sido reeditada en este formato por DEBOLSILLO, y para mi gusto con una portada mucho más acertada. Y creo que merece esta reedición y que se siga leyendo por tres razones:

Primera: Porque es divertida y está contada con el humor de quién sabe reírse de sí mismo. Es de lectura rápida y ligera, sin adornos o descripciones superfluas, y nos permitirá leer tres novelas en una. Una buena novela negra, una intimista y una de amor, y toda ella rodeada de ese gran sentido del humor.

Segunda: Porque ahora que tanto hablamos de la recuperación de la memoria histórica, creo que también debemos recordar esta parte de nuestra historia, y Carmen Santos ha logrado trasladarme la forma de vida de esas familias que emigraron por motivos económicos y que se llevaban con ellos esa imagen idealizada de lo que dejaron atrás. Y tras el retorno, el reencuentro con la tierra que tanto habían añorado estando lejos y esa extraña sensación de no ser ya de ninguna parte.

Tercero: Finalmente, Días de menta y canela, nos hará reflexionar sobre el paso del tiempo, el personal y el social.

En lo social coincido con la escritora cuando dice:

“Creo que los españoles somos reacios a recordar que no hace tanto años, éramos nosotros los que debíamos emigrar para poder salir adelante. Es como si ahora que vivimos bien, consumimos como si nos hubiéramos vuelto locos y nos hemos convertido en receptores de inmigrantes, nos diera vergüenza recordar que España siempre fue un país del que la gente emigraba a América, o a la Europa rica en los años sesenta, para poder comer de caliente”.

En lo personal, os diré que me ha hecho pensar en que acumulamos con el paso de los años experiencias, amigos, recuerdos, todo un pasado que está ahí y que no podemos cambiar; pero siempre que queda vida tendremos este presente que hay que vivir intensamente, y un futuro con el que podremos seguir soñando.

Susana Hernández

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Felicidades otra vez por un nuevo reconocimiento...ya sabía yo cuando te leí en la cara oculta de la luna que esto no iba a quedar así... lo superaste con los días de menta y canela si eso era posible... felicidades de nuevo, y... si esto es la antesala de los Planeta...? quién sabe si algún día...
besos
Mon

Carmen Santos dijo...

Gracias por tus palabras, Mon, aunque la antesala de los Planeta queda lejos. Pero siempre nos quedará soñar...
Besos

Anónimo dijo...

Me uno a la enhorabuena de Mon, la novela ya ye comenté que para mi era genial, bien escrita, con una trama nteresante y perfectamente desarrollada. Una gran novela, que ya de por si sería merecedora de un Planeta, pero desgraciadamente ya sabes que en los premios hay bastantes intereses.

La reseña que ahora te hace Susana Hernández es un nuevo reonocimiento de la enorme calidad de tu obra; profundiza en la trama y realiza un, al menos es mi opnión, acertado análisi de la misma.

No puedo dejar de recomendar su lectura si hay alguien que no lo haya hecho aún.

UN abrazo.

carmen dijo...

Me alegro mucho Carmen,tu novela y tu os lo mereceis.
Saludicos.

Carmen Santos dijo...

Ernesto: Muchas gracias por tus palabras siempre estimulantes.
Sí, la reseña de Susana Hernández hace un análisis verdaderamente exhaustivo y profundo del libro.
Besos

Carmen: Muchas gracias. Es una gozada para la autoestima contar con amigos blogueros como vosotros.
Saludicos