miércoles, 7 de octubre de 2009

DIVAGACIONES Y UNA CITA (EN REALIDAD, DOS)

Estoy leyendo ahora (a un ritmo más lento de lo habitual, porque ando liada y me cuesta encontrar un rato tranquilo para leer) Un jardín de placeres terrenales de Joyce Carol Oates. Es el retrato de una mujer nacida en el seno de una familia empobrecida durante la Gran Depresión, que con astucia logra ascender en la escala social. Me gusta cómo describe Oates las condiciones de vida de aquellos jornaleros que viajaban por el país en camionetas o autobuses cochambrosos para trabajar en la recolecta de frutas u hortalizas, y cómo se recrea en el retrato de los personajes. Hay quien echa en cara a esta autora que es lenta, pero a mí me gusta esa lentitud, que aquí no es falta de ritmo, sino la descripción minuciosa de una época que arrasó muchas vidas. A veces, mientras voy leyendo, me imagino las caras de los personajes como las de los jornaleros que retrató Dorothea Lange durante la Gran Depresión.



Y como soy tan aficionada a subrayar frases o párrafos que me llaman la atención, he encontrado uno que no me voy a privar de citar. En realidad, no pertenece a la novela, sino al postfacio que escribió la autora en 2002 para la reedición de Un jardín de placeres terrenales dentro de la colección Modern Library:

… un trabajo literario es una especie de nido: un nido cuidadosa y arduamente tejido de palabras que incorpora trozos y fragmentos de la vida del escritor dentro de una estructura imaginada, de la misma manera que el nido de un pájaro incluye todo tipo de cosas del mundo que existe más allá de nuestras ventanas, y en él se entretejen de forma ingeniosa.
Todos sabemos que una novela es ficción, pero ¿quién no se ha preguntado alguna vez mientras la lee, cuánto de lo que narra el autor podría estar sacado de su propia vida? Yo antes lo hacía mucho. Confieso ese pecadillo. Y es que cuando el autor, además, es famoso y se conoce su biografía (al menos, la oficial), resulta muy tentador establecer paralelismos entre lo que nos es está contando y lo que creemos que fue su vida.

Con el tiempo, conforme me fui adentrando en esto de escribir, me fui dando cuenta de que las primeras novelas casi siempre son muy autobiográficas y, por suerte, casi nunca son publicadas. Después, cuando por fin nos hemos desahogado de nosotros mismos, nos distanciamos de nuestras vidas y nos ponemos a inventar sin trabas. Aunque, como dice la señora Oates, siempre se van colando fragmentos de nosotros mismos en las historias que tejemos y en sus personajes. A veces, ni nos damos cuenta. Pero ahí están.

Y cuando la novela está en la calle, es cuando les toca a los lectores preguntarse lo que me preguntaba yo antes: si ese parte tan impactante de la novela, o esa escena tan erótica que hace latir el corazón más deprisa, o esa calamidad que golpea a los personajes, está basada en la biografía del autor. Bueno, pues en este punto cito a Alonso Cordel, poeta y profesor de un taller de escritura al que asistí hace años, que siempre nos decía que no hay que diseccionar las novelas para averiguar qué es autobiográfico y qué no, porque les resta misterio y las desvirtúa.

Pero, ¿y lo que disfrutamos los lectores siendo morbosillos?

5 comentarios:

39escalones dijo...

Me parece muy interesante la cuestión que apuntas acerca de cuánto hay de propio en las obras de ficción y en nuestra posibilidad/curiosidad de indagar en ello. Yo, aunque nunca he escrito nada que supere las treinta páginas, estoy convencido de que es así, de que uno habla más de sí mismo de lo que cree. Al menos, en el cine de los grandes maestros, a poco que uno sepa de sus vidas, no halla más que claves personales metidas allí, que al público general le pasan desapercibidas, pero que tienen un por qué personal muy fuerte, un componente simbólico o biográfico enorme. Al menos con los que más conozco es sin duda así. E imagino que con los escritores es lo mismo. Pero sólo lo imagino.
Saludos.

Carmen Santos dijo...

Bueno, yo puedo hablar por mí y por los escritores que conozco. Y, desde luego, siempre se nos deslizan claves personales en lo que escribimos. La mayoría de las veces de forma inconsciente. Incluso cuando estamos inventándonos una historia que creemos muy alejada de nuestra propia vida, aparecen rasgos nuestros en algún personaje o en varios de ellos. Y claro, cuando alguien lee después esos escritos, la tentación de buscar rasgos del autor y de su vida en el texto suele ser muy fuerte. Y no digo nada si se conoce en persona al autor (o autora, vamos).
Yo antes solía caer mucho en esa tentación de buscar qué vivencia personal o qué rasgo del autor podía estar detrás de determinadas partes de sus novelas. Ahora lo hago menos, porque me he dado cuenta, por mi propia experiencia, de que muchas veces se piensa que son autobiográficas determinadas partes de una novela, cuando en realidad esas huellas del autor están en otra parte de la historia y suelen pasar desapercibidos.
Besos

carmen dijo...

Es cierto.Cuando lees una novela siempre te preguntas si algo de lo que cuenta el autor es una experiencia personal.Eso es inevitable,creo yo.
Me ha gustado como cuentas tus divagaciones al respecto.
Saludicos

Anónimo dijo...

Comletamente de acuerdo en que hay una realidad camuflada entre lineas... se quiera o no. Y aquella pregunta que siempre os hacen a los escritores...yo creo que ya la espero cuando veo alguna entrevista: tu novela tiene algo de autobiográfico?...
besos
mon

Carmen Santos dijo...

Carmen: Muchos thankyous.
Sí, cuando leemos una novela siempre nos preguntamos, en mayor o menor medida, cuánto hay en ella del autor.
Saludicos

Mon: Es verdad, esa pregunta siempre sale. Cuando publiqué "La vida en cuarto menguante", una historia de amor entre una señora cuarentona y un gigoló de veintidos años, me preguntaban mucho si era autobiográfica. Cuando aclaraba que era fruto de la imaginación, la gente solía quedarse chafada. Creo que cuando una historia tiene cierto morbo, aumenta la tentación de preguntar si está basada en una experiencia personal.
Besos