viernes, 11 de julio de 2008

EL MOMENTO MÁS CRÍTICO EN LA VIDA DE UNA MUJER

Pues sí, amigos y amigas, miembros y miembras, en la vida de toda mujer hay un acontecimiento importante que supone un punto de inflexión (y reflexión). Pero no se trata de la maternidad, que cambia todo nuestro sistema de valores. Ni de cuando los hijos abandonan el nido y nos dejan un gran vacío que debemos llenar. Ni del durísimo trance de cumplir los cuarenta y de que, casi simultáneamente, se empiecen a dirigir a nosotras con ese alarmante “señora”. Tampoco del de habituarnos a los cincuenta y ver perfilarse en el horizonte esa amenaza contra la que nos meten miedo por doquier, como si las mujeres nos convirtiéramos en mutantes al iniciar la etapa de los cambios hormonales.
No, amigos y amigas, miembros y miembras, se trata de algo mucho peor:
El día en el que abrimos el buzón y vemos el sobre de un conocido centro comercial dirigido a nuestro nombre y adornado con una espléndida fotografía de Jane Fonda tras haber pasado por el peluquero (¿o tal vez peluquera?), el maquillador (¿o maquilladora?) y el toque mágico de San Photoshop (¿o es Santa Photoshopa?). Lo abrimos con una extraña sensación en la boca del estómago. Como de catástrofe inminente. Extraemos un papel. Y ahí está:
¡El monstruo!
Un tríptico publicitario anunciando cremas anti-edad, desarrugante para el contorno de ojos y labios, preventor antimanchas, reconstituyente sublimador…
¡Cielos!
Yo que me creía a salvo de la crisis de los cincuenta porque aún entro en la talla treinta y ocho (bueno…, vale, en algunas marcas con tallaje ideado por mentes malévolas y sádicas, es la cuarenta), y ahora los autores de la misiva me dicen que mi piel se apaga y pierde luminosidad a cambio de llenarse de manchas.
¡Qué disgusto tan grande!
Aunque, como de vez en cuando tengo ramalazos optimistas, me he dicho que si lo afirman esos señores (¿o son señoras?), que llevan décadas anunciando la primavera antes que las aves precursoras a las que cantaba Sara Montiel en La Violetera, habrá que hacerles caso. He decidido ir mañana mismo a borrarme del gimnasio, dejaré de nadar, me atiborraré de gominolas y galletas del Príncipe de Beukelaer (porque no vale la pena hacer dietas), y emplearé el dinero del gimnasio en abastecerme de todos esos productos milagrosos del anuncio que me salvarán de las garras de la “vejuz” y, sin destilar ni una gota de sudor ni estropearme el pelo con el cloro de la piscina, me harán plantarme en los sesenta tan estupenda como la Fonda, patrona de las que hemos sido inscritas en el club de las maduras por obra y gracia de nuestra fecha de nacimiento y la publicidad.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Pero Jane Fonda ¿existe? es que yo a veces pienso que estas estupendas incombustibles son algo así como el Cid Campeador, que están momificadas en alguna parte y que, de vez en cuando las sacan amarradas a la silla de la Babieca correspondiente para ganar, con gran éxito, la batallita comercial...

Carmen Santos dijo...

Yo también me pregunto a veces si las conservan embalsamadas o en formol, o si estas señoras son vampiros que nunca envejecen y las sacan de la caja de vez en cuando para acomplejarnos a las simples mortales. Porque, vaya afán que tienen los publicitarios con atormentarnos a las mujeres. A las chicas jóvenes las machacan con la gordura y la celulitis y a las que tenemos una edad, con la matraca de las arrugas y el envejecimiento. El caso es no dejarnos vivir para que nos gastemos el dinero en potingues supuestamente milagrosos.
Besos

Anónimo dijo...

Carmen, me encanta lo de "una edad". Mucho mejor que lo de "cierta edad", donde va a parar...a partir de ahora diré que tengo "una edad"
Besos
Pepa

Anónimo dijo...

Vivan las mujeres con arruga! Llenas de experiencias. No nos importa mas de lo necesario nuestro fisico, Las opiniones de los comerciales nos importa un bledo ,No nos puedan sacar el dinero (por eso nos persiguen, no consiguen meternos en el ajo).

La sociedad del consumo no da mas de si. Es ridiculo que nos lancen esas momias embalsamadas para que nos parezcamos a ellas. No se enteran de quienes somos. Y yo estoy orgullosa de tener mas de setenta y ver como todo el consumo no logra capturarnos.
Vivan nuestras viviencias y sabidurias.! Viva nuestra propia vida, lograda o no. Somos lo que somos y estamos orgullosas de ello.
¿Porque cambiar?

Carmen Santos dijo...

¡Bien dicho! No nos dejaremos abducir por la publicidad de potingues.
Besos a las dos.