martes, 21 de diciembre de 2010

FROHE WEIHNACHTEN

Cada año se me echan encima antes las Navidades. Entre lo deprisa que pasan los meses y lo pronto que empiezan a colocar la parafernalia navideña en las tiendas (a este paso, volveremos de vacaciones en septiembre y tendremos ya los turrones en el súper), cada año me pillan más desprevenida y me siento como si me asaltaran con alevosía.

De pequeña me gustaba mucho la Navidad. Y no sólo porque me caían los regalos el día de Nochebuena, que es cuando se entregan en Alemania, aunque también, claro. Me encantaba la nieve, deslizarme cuesta abajo en trineo, comprar con mis padres el abeto en un mercadillo donde nos atendía un señor que se ocultaba tras un gorro de lana, bufanda y guantes gruesos, y por supuesto, adornar el árbol con bolas de cristal, espumillón e hilos de plata. Me gustaba el olor del abeto, que llenaba la casa mientras duraban las fiestas. Y también el de las naranjas y mandarinas importadas desde España, que en es época estaban en su apogeo. Hasta el White Christmas me hacía emocionarme. Y los villancicos alemanes, por descontado. Qué le vamos a hacer. Es que una fue una niña cursi.

De mayor, empecé a detestar las Navidades, el empalago de los villancicos por doquier, el desmelene consumista, los adornos horteras, las luces del Corte Inglés y el arboricidio con posterior entierro de infortunados abetos en el contenedor de la basura. Entremedias quedó un paréntesis de tregua navideña durante la infancia de mi hijo. ¿Quién no vuelve a colocar belenes y abetos (ya de plástico, para no asesinar más árboles) y lo que haga falta para complacer a su retoño? ¿Quién no lleva a sus hijos en esta época a visitar a los Reyes Magos de los grandes almacenes, o al cine para ver películas navideñas (incluida la de Pesadilla antes de Navidad, que a mi hijo le encantó y a mí me dejó un no sé qué de desasosiego en el body)?

Ahora ya no detesto estas fiestas. Tampoco me gustan. Creo que me he suavizado. A lo mejor, me ocurre lo que decía Al Pacino en la película Carlito’s Way: “No es que maduremos con los años, sólo perdemos fuerza” (o algo así, que cito de memoria). El caso es que ya no se me revuelve la bilis cuando veo el mural luminoso del Corte Inglés, los adornos navideños o la invasión de turrones en el supermercado. Sólo me cabrean los anuncios de perfumes por cursis y porque al final, siempre susurra la marca una voz en off gangosa, como de alguien que habla con la boca llena de polvorones. Y me pongo de los nervios cuando entro en una tienda donde el sistema de megafonía no para de escupir los mismos villancicos una y otra vez (¿cómo aguantarán los dependientes sin pillar una depresión?). Por lo demás, he firmado las paces con las Navidades. Me lo paso bien preparando comiditas ricas para mi gente y disfruto cuando nos reunimos toda la familia y hacemos risas comiendo y bebiendo un buen vino. Y sólo deseo que podamos seguir juntándonos todos durante muchos años. Al fin y al cabo, eso es lo que importa. Lo demás es borrufalla.

Para ilustrar este post tan navideño un pequeño vídeo de Alvin y las ardillas:


Aunque el que más me gusta sigue siendo el de los renos cantores. Aplausos para el coro de renos, please:

10 comentarios:

carmen dijo...

Querida Carmen:yo con los años he aprendido a defenderme de la Navidad.
En mi familia,la que yo formé,se viven unas navidades nada consumistas,sin tonterías ni empalagos.Pongo siempre el árbol(artificial)que tiene tropecientos años.Adorno la casa a mi manera con cosas de toda la vida,no piso el Corte Inglés,sigo comprando por mi barrio como todo el año.
En definitiva,las vivo como quiero no como quieren.
Lo que cuentas de tus navidades alemanas es precioso y nada cursi.
Te deseo todo lo mejor,pero no solo para estos días, sino para todos los días que vienen hasta la próxima Navidad.
Saludicos.

Carmen Santos dijo...

Haces muy bien, Carmen. Esa es la mejor manera de evitar que a una la avasalle la Navidad del Corte Inglés. Porque esa gente monta su propia Navidad, que no tiene nada que ver con la de la gente.
Yo también te deseo lo mejor... para las fiestas y para después.
Besicos

Ernesto dijo...

Un texto brillante para explicar lo que significa para ti la Navidad, que curiosamente compartimos casí al cien por cien. En mi caso, hay una serie de cosas que aún me recuerdan los años infantiles; precisamente ayer, escuchando el soniquete de los niños de la lotería (en la que hace mucho tiempo que no participó), comentábamos en casa que nos recordaba la España gris del No-Do y la dictadura.

Me quedo con los encuentros, las comidas y por supuesto, con el mágnífico coro de renos.

Un abrazo enorme y mis mejores deseos para siempre.

Carmen Santos dijo...

Es verdad, Ernesto, el soniquete de los niños de San Ildefonso revive tiempos pasados (y no precisamente mejores). No ha cambiado nada el sorteo de Navidad.

Te deseo que pases muy felices fiestas con la family, los amigos y toda la gente con la que desees estar. Al fin y al cabo, esas reuniones son las que nos hacen sentirnos bien.

Besos

Pepa dijo...

Vaya, Carmen, como tantas otras veces, expresas blanco sobre negro, lo que me pasa a mí por la cabeza. Es ese proceso que expresas el mismo por el que yo he pasado, con la salvedad de que a mí no me han gustado nunca: ni de pequeña.
Ahora, como bien dices, en vez del odio feroz, aspiro a las comiditas ricas, el buen rollito y los (pocos) días libres, con un punto de reflexión, introspección y llamada a la solidaridad, aunque, reconozco que poca, comparada con la que hace falta.
Y cómo no, los buenos deseos. A tí y a todos los habituales del blog (Carmen Saludicos, Ernesto, Mon, "39 escalones"...)os deseo que paséis unos buenos días y que en el 2011 no hagáis sino mejorar
Besitoss
Pepa

Carmen Santos dijo...

Gracias por la parte que me toca, Pepa. Aunque algo tarde (he estado ocupada con las reuniones y las comiditas en family y no he asomado ni por mi propio blog), te deseo que lo hayas pasado muy bien esta Navidad y que el año que viene (¡uy, qué cerca está ya!)te traiga muchas cosas buenas.
Besos

NINGUNO dijo...

Abrazos, Carmen, este año y los que vengan.
Mariano Ibeas

Carmen Santos dijo...

Hola, Mariano. Muchos abrazos a ti también y Feliz 2011... y los que vengan, como dices tú.
Besos

Mariano dijo...

Hola Carmen:
Tengo recuerdos parecidos de mi infancia y adolescencia sobre la Navidad, primero aquí en Madrid, había mucha necesidad y recuerdo que mi Padre tenía que hacer horas extras en el Café, hasta Semana Santa para poder financiar el medio cordero que nos comiamos la Nochebuena, los pocos polvorones,
una tableta de turrón duro, otra del blando, una botella de coñac y otra de anís para cuando venían los vecinos a cantar los villancicos.
Despues en Alemania, ya era otra cosa, la nieve, el frio, la estufa de carbón, los trineos, los regalos de la fabrica, el arbolito....Weihnachtasgeld jejeje.
Me invade cierta nostalgia cuando recuerdo a mi Madre asando el cordero que teniamos que encargar en la carniceria del pueblo 15 días antes.
Hemos estado ahora unos días allí, visitando a la familia de mi señora
y dando paseos por el Weihnachsmark
de Colonia y bebiendo el Glühweint
Pero ya no es igual, esta todo muy cambiado.
Te deseo todo lo mejor para este año.
Besines

Carmen Santos dijo...

Ay, la nieve, la casa bien calentita por la estufa, el trineo, el árbol lleno de adornos, los mercadillos de Navidad... me da mucha nostalgia cuando recuerdo las Navidades en Alemania. No sé si se debe a que de niños aún nos gustan esas fiestas, o a que allí resultaban más entrañables con toda aquella nieve, pero sí, las recuerdo con cierta melancolía. Cuando volvimos a España, ya no me resultaron tan mágicas.
Besos