lunes, 4 de octubre de 2010

BOTES QUE REMAN CONTRA LA CORRIENTE

Acabo de terminar El hotel New Hampshire de John Irving, que narra la historia de la familia Berry, de un viejo oso que atiende por el nombre de Estado de Maine, de su dueño, un judío austriaco llamado Freud, más un montón de personajes pintorescos a cual más estrafalario, teniendo como telón de fondo varios hoteles llamados New Hampshire. Una novela que reúne todas las características de la narrativa de Irving: personajes raros, situaciones a veces poco creíbles, pasajes que se tornan algo densos y, cómo no, un adolescente que es iniciado en el sexo por una mujer mayor que él. Pero… como Irving es un narrador de primera, siempre acabo perdonándole los caminos tortuosos por los que lleva sus historias y leo sus novelas enganchadísima hasta la última línea.

Sin embargo, no pensaba hablar hoy de Irving sino de finales. Concretamente de un final al que Irving hace referencia varias veces en este libro. El de El gran Gatsby de F. Scott Fitzgerald, la novela que una estrafalaria radical de izquierdas austriaca lee en alemán a los hijos de la familia Berry en el Hotel New Hampshire de Viena. El final que evoca el personaje de Lilly, la niña que deja de crecer a los once años y se convierte en una escritora torturada por no creerse a la altura de lo que se espera de su literatura.

Porque dar con un buen final para una novela es tan difícil como hallar un comienzo que agarre al lector por el cuello y no lo suelte. Hay finales tristes que nos dejan con un nudo en el estómago, aunque después concluyamos que la historia no podía acabar de otro modo. Hay finales felices que nos reconfortan, porque nos resarcen de las frustraciones de la vida real. Los hay abiertos, que dejan en manos del lector el camino a tomar. Y luego están los que cierran las historias poniéndoles un broche de oro y esmeraldas. Los que resuenan una y otra vez en nuestra memoria con la tenacidad de un eco inextinguible. Los finales que envidiamos todos los que nos empeñamos en inventarnos vidas paralelas. Finales como el de El Gran Gatsby, una de las mejores novelas cortas que he leído jamás.

(En la fotografía: Robert Redford y Mia Farrow en a película homónima de 1974, dirigida por Jack Clayton)

Gatsby creía en la luz verde, el orgiástico futuro que, año tras año, aparece ante nosotros. Nos esquiva, pero no importa; mañana correremos más deprisa, abriremos los brazos, y… un buen día…
Y así vamos adelante, botes que reman contra la corriente, incesantemente arrastrados hacia el pasado.

Gatsby believed in the green light, the orgiastic future that year by year recedes before us. It eluded us then, but that’s no matter – tomorrow we will run faster, stretch out our arms further… And one fine morning…
So we beat on, boats against the current, borne back ceaselessly into the past.

5 comentarios:

Ernesto dijo...

Tocas un tema muy interesante, los finales de una novela. Tienes trazón en la dificultad que en cierran y hay veces que una buena obra, con una trama bien desarrollada, se estropea por no haber sabido darle un buen final.
Y no es ya cuestión de que sea o no feliz, el hecho es que debe de estar bien cerrada la historia que se ha contado.

Gracias por tu interesante artículo, Carmen.

Un abrazo.

39escalones dijo...

Mejor la novela que la película...
Personalmente, prefiero los finales abiertos. La vida sólo tiene un final, y el arte imita a la vida, ¿no? ¿O era al revés? Pues a lo mejor no...
Besos.

Carmen Santos dijo...

Cierto, Ernesto. Encontrar un final tan completo y bien escrito como el de El Gran Gatsby, por seguir con el ejemplo que nos ocupa, es muy difícil. La verdad es que una novela es una obra de arquitectura muy compleja en la que deben tenerse en cuenta muchos elementos para que el resultado final se sostenga en pie.
Besos

A mí también me gustan los finales abiertos, Alfredo, pero pienso que cada historia exige su final y no todas admiten que sea abierto.
Estoy de acuerdo en que la novela es mucho mejor que la película, que les quedó muy vistosa, Robert Redford estaba muy guapo con gorra, pero no consiguieron hacer justicia al montón de matices que tiene la novela ni a todo lo que permite leer entre líneas.
Besos

Anónimo dijo...

Un buen final reconozco que es algo que me frena sin excepción en un buen argumento a la hora de transmitir yo misma una historia... al leer, si el final no es lo que espero como feliz, desgraciado, elaborado... me decepciona casi por completo la obra entera... cuando lees atrapado en las hojas estás deseando llegar a un final de aquellos que recordarás para siempre, pero Carmen, es tan difícil complacer a todos! así que confiando en el autor seguro que si el final es como es, será por algo, al fin y al cabo los personajes son suyos y la historia también, nadie los conoce mejor.
besos
monica

Carmen Santos dijo...

Ya lo creo que es difícil dar con el final justo que necesita cada novela. Yo sigo diciendo que cada historia exige su final, aunque tal vez los autores no siempre veamos cual es.
Besos