lunes, 1 de febrero de 2010

A PROPÓSITO DE SALINGER... Y DEL CABANYAL

A estas alturas, hasta el ermitaño más aislado sabe ya que el 28 de enero murió, a los 91 años, el escritor norteamericano J.D. Salinger, autor de El guardián entre el centeno. Desde entonces, he leído tantas alabanzas de la novela que le dio la fama, que a ratos he llegado a sentirme como un bicho raro porque me dejaron más bien fría las andanzas de Holden Caulfield. A lo mejor es que soy muy retorcida, pero Caulfield me cayó gordo desde el principio. Me pareció un adolescente malcriado, cargante e inadaptado, de esos que van por la vida quejándose de todo y mirando por encima del hombro a los demás. El caso es que empecé a leer este libro con muchas expectativas y cuando lo acabé, me quedó una sensación de “bueno… vale, ¿esto era todo?” Tampoco puedo afirmar que el estilo literario me pareciera gran cosa. Tal vez la decepción se debiera a que lo leí muy tarde, con más de cuarenta años. Quizá me habría sentido más identificada con ese personaje si hubiera descubierto la novela de adolescente. En cualquier caso, ya sea porque el amigo Holden Caulfield no atrapa igual cuando se lee el libro en la madurez, o sea por otra razón, la cuestión es que no consigo sumarme a los que consideran El guardián entre el centeno una obra que marcó su vida. Por mí este libro pasó sin pena ni gloria.

De Salinger me llama la atención su decisión de retirarse del mundanal ruido literario en pleno éxito y el hecho de que viviera aislado desde 1951 hasta su muerte, o sea durante más de cincuenta años, escondiéndose tanto de periodistas como de admiradores. Un modo de vida que en estos tiempos, a priori parece un lujo que ningún escritor se puede permitir. Porque desde el momento en que un autor consigue interesar a un editor, sabe que no bastará con que su novela sea transformada en un libro que será distribuido a las librerías, donde con suerte lo expondrán durante un tiempo en la mesa de novedades. Cualquier escritor novato con los pies sobre la tierra es consciente de que hoy en día, los libros duran en esas mesas lo que tarda en derretirse un helado en el mes de agosto y que si no han logrado destacar durante ese lapso efímero, pasarán a engrosar el pelotón de vencidos que regresan cabizbajos a los almacenes de la editorial y desde allí, tal vez sean enviados a la guillotina. Por lo que ahora, a ningún escritor realista se le ocurriría fantasear con retirarse en plan Salinger y dejar que sus libros encuentren solos su camino, ya no hacia el éxito, sino simplemente en pos de la supervivencia pura y dura. Por eso, en estos tiempos de desmesurada oferta literaria, un escritor realista, por muy tímido, misántropo o vago que pueda ser, se alegrará si la editorial decide enviarle a hacer promoción e irá con gusto a todas las emisoras y redacciones que deseen entrevistarle, además de acudir ilusionado a cuantas firmas de ejemplares le propongan. Y no lo hará por engordar su ego (aunque siempre habrá quien sí lo haga por esa razón, claro), sino simplemente por dar a conocer un trabajo en el que ha invertido mucha energía, muchas ilusiones y muchos meses, incluso años de su vida. Luego, conforme pase el tiempo, el escritor novato pero realista irá descubriendo que se lo pasa bien conversando con sus lectores durante las firmas de ejemplares y en las ferias del libro. Y llegará a concluir que, quizá, el retiro de Salinger no fuera tal lujo, porque se evitó ciertas servidumbres de la vida literaria, pero también se privó de la parte más gratificante: el apoyo de los lectores que anima a seguir escribiendo. Aunque este ya es otro tema que daría para un post propio.

Acabaré hoy con un asunto que no tiene nada que ver con J.D. Salinger. Pero no quería dejar pasar esta entrada sin incluir un enlace al artículo que publicó ayer Manuel Vicent en El País en defensa del Cabanyal, el antiguo barrio valenciano que se ve amenazado por una de esas herejías urbanísticas a las que tan aficionados somos en esta España nuestra.


(La fotografía de Salinger es de Anthony Di Gesu, está en Getty Images, y la he tomado de El País. La del Cabanyal es de Julián Barón y también la he tomado de El País)

5 comentarios:

Ernesto dijo...

Estoy de acuerdo con tu opinión acerca de la gran obra de Salinger, yo también la leí con casi cuarenta años y no sólo no me gustó sino que la encontré desagradable. Por cierto, hay otro escritor norteamericano que es un celoso guardián de su vida privada, Cormac McCarthy, que a pesar de su fama y reconocimiento creo que únicamente ha concedido una entrevista a lo largo de su vida, que ya es larga.

Sobre la "barberada" y demás que pretenden realizar en el Cabanyal, es indignante y creo que todos deberímos apoyar a la plataforma en su defensa. Es todo un ejemplo el que nos das tu al citarlo. Gracias, Carmen.

Un abrazo.

Carmen Santos dijo...

Veo que coincidimos también en lo de Salinger. ¡Qué alivio! No estoy sola en el bando de los que no admiran "El guardián entre el centeno".
No sabía que Cormac McCarthy también pertenece al grupo de los escritores reservados. Será porque el hombre últimamente está en boca de todos.

La barbaridad del Cabanyal, aparte de ser monstruosa, tiene solera. Recuerdo que cuando volví de Alemania con mis padres, en el setenta y cuatro, ya se oía hablar del "proyecto" de prolongar la avenida Blasco Ibáñez hasta el mar. Ya se sabe que en este santo país nunca hemos respetado el patrimonio arquitectónico.

Besos

39escalones dijo...

Qué bien hilado, Carmen: para retiro, el del post anterior, el amigo Larsson. Eso sí que es un retiro...
Sobre Salinger, a mí el libro me gustó (lo leí con veintitantos años), pero creo que va muy ligado a una forma de entender la vida americana en el momento en que se escribió; su repercusión más allá es otro producto de la mercadotecnia o de los gurús del mercadeo cultural. Si no recuerdo mal, el asesino de John Lennon llevaba ese libro bajo el brazo. Eso hizo más por la difusión de autor y personaje que cualquier Premio Panceta. El personaje de "Conspiración" que interpreta (es un decir) Mel Gibson, tiene su casa llena de libros, pero todos son el mismo: El guardián entre el centeno. Más marketing.
Saludos.

Pepa dijo...

39 escalones: Tienes unos golpes geniales. Esto del Premio Panceta es antológico...
Carmen, cuando yo te digo lo de la caña...lo que nos íbamos a reir
Besitoss
Pepa
Por cierto, yo no he leído "El guardián..." Creo recordar que no pasé de las primeras páginas

Carmen Santos dijo...

39escalones: Jo, un retiro al estilo Larsson se me antoja demasiado definitivo. Demasiada tranquilidad.
En lo de Salinger te doy la razón. Supongo que más allá del éxito inicial del libro, que sería espontáneo porque la historia conectó con mucha gente, después ha habido cantidad de márketing engordando la bola.
Besos

Pepa: Si que es genial lo del "Premio Panceta".
Veo que a tí tampoco te llegó "El guardián entre el centeno". Entre tantas loas a la novela que he oído y leído en los últimos días, reconforta saber que hay más gente a la que no le gustó.
Besos