Más foticos...
El mojito de café que nos preparó José Manuel Romeo.
Estaba riquísimo.
Yo misma, María Frisa, Juan Bolea, Lorenzo Mediano, Marisa Beltrán, Fernando Rivarés, César Falo y Fernando Lalana.
Este blog nació para hablar de un libro, pero ha crecido y ahora le apetece hablar de todo un poco
El café ideal es negro como el diablo, caliente como el infierno, puro como un ángel y suave como el amor.
Cita atribuida a Isak Dinesen
Esta cita, que algunos atribuyen a Isak Dinesen, aunque otros dicen que es un proverbio turco, tiene su razón de ser en la entrada de hoy. Y no sólo porque me gusta cómo suena. Ni tampoco porque soy una verdadera adicta al café (prueba de ello es que en mis novelas, los personajes no paran de atiborrarse de cafeína). Esta estupenda frase me sirve para hablar de la comida-coloquio muy cafetera a la que he asistido hoy en el espacio cultural Ágora de Cafés Orús, y que en esta ocasión iba dedicada a la literatura aragonesa y a la relación que han mantenido a lo largo del tiempo las letras y el café.
Ágora fue inaugurado en junio de este año por la centenaria empresa aragonesa Cafés Orús en su fábrica de El Portazgo, con la idea de programar actividades culturales que girarán siempre en torno al café. Así que, cuando me invitaron a asistir a esta comida-coloquio dedicada al café y las letras, me puse muy contenta. Al fin y al cabo, para una cafetera como yo, participar en una comida elaborada con café por José Ignacio Acirón, el chef del restaurante La Bastilla, es el colmo de los colmos. Si además, los otros comensales son los escritores Javier Fernández, Juan Bolea, María Frisa, Lorenzo Mediano, Fernando Lalana, Teresa Sopeña, Ramón Acín, Julio Espinosa, y periodistas como Adriana Oliveros, y Fernando Rivarés y César Fanlo, además de Paco Goyanes de Librería Cálamo y, last not least, los organizadores del acto Arturo Gastón, Javier Marco y Marisa Beltrán, de Cafés Orús, ya es todo un lujazo.
La verdad es que cuando entré en Ágora, me sentí como Charlie en la fábrica de chocolate. Sólo que en lugar de chocolate (que también me priva), había café por todas partes. Para empezar, pudimos admirar una preciosa colección de cafeteras antiguas, una de las cuales había estado expuesta en tiempos en la cafetería Las Vegas y funcionó en su día con carbón. Después, un barista nos explicó cómo hacer unos mojitos de café, que luego degustamos y estaban riquísimos. A continuación, todos nos sentamos a comer alrededor de una gran mesa puesta con esmero. Los diferentes platos, elaborados con café, estaban buenísimos. Tanto, que aún salivo como los perros de Pavlov cuando me acuerdo del menú. La conversación no decayó en ningún momento. Hablamos, como suele decirse, de lo divino y de lo humano. De literatura, de gastronomía, de café (of course), de la maternidad y de infinidad de cosas más. El espacio Ágora está decorado con mucho estilo y resulta realmente acogedor. Estuve tan a gusto que a la hora de marcharnos, me volví a sentir como Charlie en la fábrica de chocolate, pero ya al final de la película, cuando se le acaba el recorrido por el paraíso de los sentidos. En este caso, un impresionante viaje por el mundo del café que se ha ganado un sitio preferente en mi memoria.
Colgaré foticos en cuanto las tenga.
Y para ilustrar este post, ¿qué mejor que una canción cafetera? Black Coffee, primero en la versión de Ella Fitzgerald y después, en la de Sarah Vaughan para comparar.
La muerte de Luis García Berlanga me pilló fuera este fin de semana, por lo que mi entrada llega ya con un retraso considerable. Pero aunque esté todo dicho, no me voy a privar de dedicarle un post a este señor tan observador, mordaz y cargado de un humor muy, pero que muy negro (a la par que surrealista).
Me gustan todas sus películas. Unas más, otras menos, como suele ocurrir, pero creo que hasta sus trabajos “menores” son mejores que algunas cosas que nos venden por ahí como maravillosas. Mi favorita desde siempre es Bienvenido Mr. Marshall. Sigo tronchándome cuando veo a Pepe Isbert asomado al balcón de la casa consistorial y graznando eso de “Como alcalde vuestro que soy, os debo una explicación y esta explicación que os debo os la voy a pagar”. O cuando llega la escena del sueño del alcalde ante la inminente llegada de los americanos y Pepe Isbert irrumpe en un salón del oeste, disfrazado de sheriff y poniendo cara de mucha ferocidad. Y por cierto, ¿quién no ha imitado en alguna reunión familiar o de amigos - y con algunos tragos encima, todo sea dicho - la parrafada balconera de Pepe Isbert, mientras los demás se mueren de la risa etílica en sus sillas?
Creo que a los que ya tenemos cierta edad, las películas de Berlanga se nos han metido en la sesera y hasta en casa. En la mía, llamamos “sapos” a los langostinos desde que vimos a Luis Ciges rechazando el que le ofrecían unas damas caritativas en Plácido, esa película tan esperpéntica en la que las buenas gentes de una pequeña ciudad organizan un sorteo de pobres para que cada familia de bien pueda sentar a uno a su mesa por Nochebuena. Y claro, luego pasa lo que pasa: que los pobres les salen zafios, hacen ruidos sorbiendo la sopa y rechazan los manjares que les ofrecen.
- Tenga, un langostino.
- ¡Sapos, no! Que no me gustan.
DIAS DE MENTA Y CANELA
Carmen Santos
Nosotros ya lo hemos leído...
Clasificación MGL - Novela
Edita Random House Mondadori - DEBOLS!LLO
En Facebook: http://www.facebook.com/profile.php?id=100001164560879
ISBN - 978-84-8346-062-7
Año 2007
Páginas 421
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BREVE RESEÑA: Novela narrada en primera persona que intercala dos tramas diferenciadas, una de ellas relacionada con la niñez y juventud de la protagonista y de sus andanzas por Alemania como hija de emigrantes, y la otra, ya como mujer madura que vuelve a Alemania como periodista para investigar una serie de hechos relacionados con uno de aquellos emigrantes que se quedó en Alemania hasta el final de sus días.
Un nuevo amor que abre las puertas de la protagonista a una nueva vida luchará contra el sentido común de permanecer con sus hijos y actual marido. Una duda que no se resolverá hasta el final, como la intrigante investigación periodística.
Una novela narrada con sencillez, tanto lingüística como argumental. Fácil de leer.
SINOPSIS: Nochebuena de 2003. El cadáver de un anciano emigrante español es hallado en una cochambrosa buhardilla de Düsseldorf. En España, Clara Rosell, una mujer madura que trata de abrirse camino como periodista tras años dedicada al cuidado de sus hijos, lee el suceso en un diario y recuerda los años en los que ella y su familia vivieron la emigración a Alemania. En ese momento siente la necesidad de investigar y escribir para su periódico la historia del anciano y las dudosas circunstancias de su muerte.